Humanizando a la bestia

El 11-S, la redacci¨®n de Charlie Hebdo el d¨ªa del atentado y la cabina del fat¨ªdico vuelo de Germanwings son algunos de los posibles escenarios para un chiste que el procaz osito de peluche Ted y su due?o proponen a un c¨®mico debutante en una escena de esta secuela, acusadamente desigual, del primer largo de Seth MacFarlane. Es un momento fugaz, pero que aporta una buena clave para descifrar la pel¨ªcula y para entender el manejo de la provocaci¨®n por parte del cineasta: para ¨¦l, la incorrecci¨®n pol¨ªtica es un juego de superficie, un acto reflejo cuando se vive en perpetuo estado de inmadurez. La comedia agresiva, en el mejor de los casos, tambi¨¦n sirve para formular preguntas inc¨®modas y para desestabilizar certidumbres colectivas, pero eso no entra en su agenda: el motor narrativo de la pel¨ªcula es la lucha del osito Ted por sus derechos civiles, con la meta ¨²ltima de gestionar su paternidad. El tema podr¨ªa inspirar m¨¢s de una incursi¨®n en zonas delicadas, pero MacFarlane, aqu¨ª un poco Bartleby, prefiere no hacerlo¡­ quiz¨¢ porque le gusta m¨¢s su posici¨®n en el mainstream que a un tonto un l¨¢piz, quiz¨¢ por una leg¨ªtima inquietud de explorar otros registros que aqu¨ª, en el tramo final, desemboca, de modo sorprendente, en cierta emotividad de f¨®rmula.

El n¨²mero musical introductorio y la discusi¨®n entre Ted y su esposa choni ¨Cconcebida como una improvisaci¨®n a lo Robert De Niro en ¡°Toro salvaje¡± (1980)¨C se erigen en los momentos m¨¢s en¨¦rgicos de una pel¨ªcula que, entre otras cosas, desaprovecha una visita a una Comic-Con ¨Ctemiendo, acaso, soliviantar a su p¨²blico natural¨C y acaba encarnando algo que deber¨ªa odiar: es, en suma, una peli simp¨¢tica.