Bach, peregrino
Espl¨¦ndido concierto seguido mod¨¦licamente por el p¨²blico que atestaba la iglesia del Carmen de Jaca
Tambi¨¦n Bach ha pasado por Jaca este verano. Durante todo el a?o, pero especialmente en estos meses de buen tiempo, la localidad oscense es un trasiego constante de peregrinos llegados del norte: no en vano es lugar de paso obligado del llamado ¡°camino franc¨¦s¡± que, tras cruzar el puerto de Somport, conduce hasta Santiago de Compostela. Tambi¨¦n es escenario habitual todos los a?os de varios conciertos del Festival Internacional en el Camino de Santiago, que celebrar¨¢ el pr¨®ximo a?o su primer cuarto de siglo de existencia.
Y tanto la m¨²sica (cuatro obras de Johann Sebastian Bach) como los m¨²sicos (Orquesta Barroca de Helsinki) del concierto del pasado s¨¢bado llegaron, claro, del norte. Con buen criterio, se eligi¨® un marco perfecto, la iglesia del Carmen, ideal para este repertorio por sus dimensiones y por su estilo, ya que su construcci¨®n finaliz¨® en 1657. La extraordinaria catedral rom¨¢nica habr¨ªa permitido una afluencia de p¨²blico a¨²n mayor, pero se habr¨ªa perdido mucho en bondad ac¨²stica, sobre todo para escuchar a los dos claves, los instrumentos esenciales en la configuraci¨®n del programa. Los tocaron Pierre Hanta?, de la cercan¨ªsima Francia, probablemente el mejor clavecinista de su generaci¨®n, y su disc¨ªpulo Aapo H?kkinen, que ha peregrinado hasta Jaca con el n¨²cleo esencial de su grupo para tocar las obras de Bach con la misma plantilla que ¨¦l debi¨® de utilizar en Leipzig.
Finlandia lleva d¨¦cadas asombrando al mundo con un flujo constante de compositores, cantantes, directores e instrumentistas de primera l¨ªnea: ah¨ª est¨¢n si no los Lindberg, Saariaho, Salminen, Mattila, Salonen, M?lkki, Mustonen o Kuusisto, entre muchos otros, para recordarlo. No ha producido hasta ahora, sin embargo, un aluvi¨®n semejante en el ¨¢mbito de la interpretaci¨®n historicista, cuyo primer fruto conocido fue aquella Orquesta del Sexto Piso (por donde se encontraban las aulas de la Academia Sibelius en que se formaron sus primeros miembros) que fundara el clavecinista Anssi Mattila. Su colega Aapo H?kkinen ya no es, por tanto, un precursor y se ha encontrado parte del trabajo hecho. Se form¨® con Pierre Hanta? en Par¨ªs y con Bob van Asperen en ?msterdam, ambos alumnos destacados a su vez de Gustav Leonhardt, que tambi¨¦n toc¨® en su d¨ªa en este festival y cuyo esp¨ªritu ¨Cm¨¢s a¨²n con Bach de por medio¨C sobrevol¨® inevitablemente en este concierto.
Tras un comienzo algo dubitativo, en gran medida para acomodarse a la ac¨²stica (int¨¦rpretes y oyentes por igual), escuchamos excelentes versiones de los Conciertos para dos claves BWV 1061 y 1062, la Sonata para flauta BWV 1032 y la Suite BWV 1067. En los primeros ejerci¨® de primus inter pares, dando las entradas y fijando el tempo, Pierre Hanta?: el magisterio es un grado. ?l y H?kkinen se entienden, claro, a las mil maravillas y ambos protagonizaron los mejores momentos de la noche, especialmente cuando tocaron en solitario el movimiento lento del Concierto en Do mayor. Pauliina Fred fue una flautista correcta en la sonata y la suite, pero tanto ella como sus compa?eras de la cuerda tocaron en exceso a la sombra de los dos clavecinistas. La excepci¨®n fue el violone d¨²ctil y rotundo de Andrew Ackerman, miembro hist¨®rico del Concentus Musicus de Nikolaus Harnoncourt, cuyo nombre no figuraba en el programa, afeado tambi¨¦n por la torpe traducci¨®n de las tonalidades (C menor, A mayor, B menor¡). Reparos menores, m¨¢s que mayores, de un espl¨¦ndido concierto seguido mod¨¦licamente por el p¨²blico que atestaba la iglesia. Jaca no ha tenido peregrino m¨¢s ilustre este verano que Johann Sebastian Bach, de cuya m¨²sica no hay rastro en el rico archivo musical de la catedral, que s¨ª fue part¨ªcipe en los albores del siglo xviii de la recepci¨®n espa?ola de la m¨²sica italiana (sobre todo de Arcangelo Corelli) y, m¨¢s modestamente, francesa. Pero no parece descabellado especular con que la m¨²sica de Bach pudiera haber hecho su entrada privada y casi secreta en Espa?a en copias manuscritas contenidas en las alforjas de alguno de los miles de peregrinos que emprend¨ªan el ¡°camino franc¨¦s¡±. Si fue as¨ª, ahora la historia no ha hecho m¨¢s que repetirse.
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