San Sebasti¨¢n: un triunfo de la libertad, un motivo para la reflexi¨®n
La vuelta de los toros a Illumbe exige un cambio de planes que evite su desaparici¨®n
?Qu¨¦ bueno que la fiesta de los toros haya vuelto a San Sebasti¨¢n, de donde nunca debi¨® marcharse! ?Qu¨¦ pena que se marchara y haya retornado por una decisi¨®n pol¨ªtica! Tiene toda la raz¨®n Sebasti¨¢n Castella cuando afirma en su reciente carta al director que la fiesta de los toros no es de izquierda ni de derecha, sino del pueblo; vamos, como el cine o la m¨²sica, e impensable ser¨ªa que tal o cual partido decidiera poner fin al cinemat¨®grafo o a los conciertos de la banda porque no van en el programa electoral. Como si los gustos de la ciudadan¨ªa, su libertad como valor en s¨ª mismo, aunque se trate de una opci¨®n minoritaria, pudiera ser regulada desde el poder.
?Qu¨¦ triste que a estas alturas, en plena democracia, haya que hablar de un triunfo de la libertad! Como habr¨¢ que hacerlo si alg¨²n d¨ªa, en el presente siglo, el Tribunal Constitucional decide devolver la fiesta de los toros a los pocos aficionados que viven en Catalu?a. Pocos, pero con todo el derecho al respeto que democr¨¢ticamente se les ha hurtado.
En fin, que el hecho de que vuelvan a anunciarse festejos taurinos en San Sebasti¨¢n es una magn¨ªfica noticia. Bueno es que sean los ciudadanos y no los pol¨ªticos quienes decidan qu¨¦ hacer con su libertad. Pero la l¨®gica alegr¨ªa desaparece como las burbujas de una gaseosa cuando se abre el tel¨®n y aparece desnuda la fiesta de los toros, con sus michelines, desconchones y pespuntes, aunque el escenario sea tan bello como la plaza cubierta de Illumbe. Y aunque sean muchos los que no quieran ver los despojos; o prefieran ocultarlos con un falso triunfalismo cuajado de palabras tan altisonantes como mentirosas y huecas.
Por si queda alguna duda, ah¨ª va el ¨®rdago: la corrida inaugural fue un fracaso.
Primero, la plaza no se llen¨®. Mal empezamos. Y eso que el festejo llegaba precedido de una merecida publicidad. ?Vaya sorpres¨®n! Casi tres a?os esperando que vuelvan los toros, y resulta que ni en San Sebasti¨¢n ni en los alrededores hay aficionados para cubrir los tendidos.
Segundo, la corrida de Torrestrella, mal presentada e impropia de una celebraci¨®n tan esperada y sobresaliente.
Tercero, fracaso sin paliativos de Enrique Ponce y Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, superficiales, anodinos, demasiado vistos e incapaces antes unos toros que, por su comportamiento, se salen del inter¨¦s comercial de las figuras.
Cuarto, la televisi¨®n. Otro drama. La afici¨®n clama porque TVE retransmita corridas; enciende todos los televisores de la casa para que cuenten a la hora del recuento final, y resulta que el n¨²mero de espectadores no lleg¨® ni al mill¨®n. Que s¨ª, que se duplic¨® la audiencia televisiva de esa franja horaria, pero pocos, muy pocos aficionados y curioso para lo que se esperaba.
Y quinto, lo mejor, la presencia de don Juan Carlos y parte de su familia; y las palabras del rey em¨¦rito en favor de la fiesta. Ya era hora de que alg¨²n representante del Estado echara un cable.
En una palabra, que la corrida interes¨® menos de lo deseable a los guipuzcoanos y turistas, y, sobre todo, no despert¨® ning¨²n entusiasmo entre los que est¨¢bamos en el sof¨¢.
?Alguna figura de post¨ªn, ganadero de prestigio o reconocido empresario habr¨¢ hecho una reflexi¨®n en voz alta sobre lo acaecido? ?Alguien cree que no lo merece?
Por cierto, la plaza de Illumbe no se llen¨® ning¨²n d¨ªa de feria. Viva la libertad. Pero si la fiesta de los toros no analiza fr¨ªamente lo ocurrido y busca ant¨ªdotos eficaces, ser¨¢ la propia libertad la que acabe con ella. Y si no, al tiempo¡
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