Welles, Hemingway... y Cayetano
Tres toreros en el redondel: Morante, Manzanares y Cayetano, y un p¨²blico generoso y festivo en las centenarias e inc¨®modas gradas.
?Qu¨¦ bonito es acudir cada a?o a esta preciosa ciudad de Ronda, aunque el sol est¨¦ escondido, como ayer, y la bulla de la feria impida el disfrute a que invita su peculiar ambiente!
?Qu¨¦ bonita la plaza centenaria, los coches de caballos, los trajes goyescos! ?Y cu¨¢ntos turistas blanquecinos acuden a la llamada de los bandoleros modernos, que aqu¨ª solo se ven en quehaceres de areneros, y a la b¨²squeda de la estela taurino / festiva que un d¨ªa instituy¨® un mito del toreo llamado Antonio Ord¨®?ez, cuyas cenizas reposan en el ruedo ronde?o!
Y entre los visitantes, importantes los hubo, como Orson Welles y Ernest Hemingway, que, por razones de la magia y el respeto, se citaron en los aleda?os de la plaza para quedarse all¨ª por tiempo inmemorial.
DOMECQ, CUVILLO / MORANTE, MANZANARES, CAYETANO
Tres toros de N¨²?ez del Cuvillo ¡ª1?, 3? y 5?¡ª, y tres de Juan Pedro Domecq, anovillados, inv¨¢lidos y nobles. El sexto fue premiado con la vuelta al ruedo.
Morante de la Puebla: estocada (silencio); pinchazo, metisaca, pinchazo ¡ªaviso¡ª, media y dos descabellos (palmas).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: estocada (dos orejas); estocada (oreja):
Cayetano: estocada (dos orejas); estocada tendida (dos orejas).
Plaza de Ronda. 5 de septiembre. Lleno.
Por la ma?ana, la alcaldesa de la ciudad y autoridades varias inauguraron dos monumentos, dos, en recuerdo de artistas tan reconocidos y que tanta amistad gozaron con el maestro ronde?o. A unos metros los divisa la estatua de Ord¨®?ez, y en su casa est¨¢n ya los tres, como divisas art¨ªsticas de una fiesta que amaron y difundieron por el mundo.
La plaza se llen¨® ¡ªse coloc¨® con orgullo el cartel de ¡®No hay billetes¡¯¡ª; Paquirri asisti¨® de civil, enfundado en traje azul, sentado en una silla alta en el callej¨®n, y pis¨® la arena para recibir una cari?osa ovaci¨®n cuando Manzanares le brind¨® el primero de sus toros.
De corbatas oscuras se llen¨® la barrera, amigos del empresario Paquirri todos ellos, entre los que destacaba el doctor Val Carreres, que atendi¨® a Rivera en Zaragoza.
Y en el ruedo, trajes toreros goyescos, y la originalidad de Morante, de bicolor, azul turquesa la taleguilla, y encarnada con bordados en blanco la chaquetilla. Un poco estrafalario quedaba¡
Y algo m¨¢s: en el palco presidencial, un debutante: Luis Candelas por nombre; casi nada. Qu¨¦ mejor apelativo para la corrida goyesca por antonomasia.
En los corrales, seis toretes de Juan Pedro Domecq y N¨²?ez del Cuvillo, terciados, anovillados, inv¨¢lidos, de noble y bondadosa reata, que fueron elegidos cuales comparsas para contribuir sobremanera a esta festividad tan simp¨¢tica y agradable como escasamente taurina.
Tres toreros en el redondel: Morante, Manzanares y Cayetano, y un p¨²blico generoso y festivo en las centenarias e inc¨®modas gradas.
Qu¨¦ bonito ser¨ªa todo si, adem¨¢s, hubiera toros, y la gracia, la personalidad y el empaque de estos tres artistas se tornaran en la emoci¨®n inherente a esta fiesta.
Pero nada es perfecto. Toreo no hubo en demas¨ªa, porque no hubo toros, sino corderitos obedientes de los que producen lastimita. Hubo pasajes bonitos, preciosistas algunos de ellos, porque estos tres tienen torer¨ªa para regalar.
Morante, por ejemplo, se llev¨® el peor lote; una sardina beoda era su primero, al que quit¨® por delantales y la gente casi se vuelve tarumba. Y eso fue todo porque el animal estaba lisiado. An¨®tese un quite por personales chicuelinas en el cuarto y se acab¨® toda faena ante un animal descastado y sin entrega.
Manzanares, animoso
Animoso se le vio a Manzanares, en reposo desde la feria de Almer¨ªa por una lumbalgia aguda. Se luci¨® su subalterno Curro Javier con las banderillas y el capote, y el jefe de filas se pase¨® y bail¨® muleta en mano ante su primero, nobil¨ªsimo, con el que se mostr¨® aseado, elegante, un punto fr¨ªo y muy sobrado porque su oponente no le ofreci¨® resistencia alguna. De menor fuste fue el quinto, cumpli¨® y pase¨® otra oreja sin peso.
Y la sorpresa se llam¨® Cayetano, fuera de los ruedos desde el 8 de agosto por un esguince en un dedo. Recibi¨® a su primero de rodillas en los medios con una larga cambiada. Despu¨¦s, hizo un personal¨ªsimo quite que inici¨® con otra larga, ya de pie, que hilvan¨® con unas gaoneras pre?adas de hondura. Demostr¨® que persiste en ¨¦l la clase con naturales hondos y sentidos y unos ajustados ayudados por alto; qu¨¦ pena que el toro fuera un perrito faldero. Se tir¨® sobre el morrillo del toro y consigui¨® una gran estocada de efectos fulminantes que le permitieron pasear las dos orejas, muy merecidas para la exigencia de esta plaza.
El sexto se desplom¨® dos veces, lo que no le impidi¨® embestir con exquisita dulzura a la muleta elegante, fina y creativa de un Cayetano en estado de ¨¦xtasis que dio lo mejor de s¨ª mismo en muletazos templad¨ªsimos y largos. Se gust¨®, gust¨® a todos y se emborrach¨® de toreo de calidad. Teatraliz¨® el final al objeto, quiz¨¢, de una petici¨®n de indulto que no se produjo. Se olvid¨® de que el noble animal estaba lisiado y moribundo, aunque lo premiaron con la vuelta al ruedo.
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