Las fronteras movedizas del mal
Los avances de la ciencia, Hitler y la globalizaci¨®n han replanteado los l¨ªmites de la maldad. Varios libros analizan el cambio en uno de los grandes elementos de la literatura
?Cu¨¢ndo entr¨® el mal en Adi, como llamaba su madre a Hitler de ni?o? Aunque el mal no es un ente, ni un ser abstracto que se encarna en nadie, hay quienes se hacen esta pregunta cuando piensan en alguien considerado muy malo. La filosof¨ªa busca una explicaci¨®n al origen de la maldad. La sociolog¨ªa y la ciencia tambi¨¦n tratan de armar el rompecabezas que ha podido causarla. Pero donde la raz¨®n no alcanza entra la imaginaci¨®n.
La verdad es que ¡°el descr¨¦dito de la maldad es hoy absoluto. Ha llegado el momento de restaurar y restablecer el mal, teniendo siempre en cuenta los avances de la racionalidad y la ciencia¡±, reclama Salvador Giner, que publica Sociolog¨ªa del mal (Los Libros de La Catarata). Durante muchos siglos el hombre se debati¨® entre la bondad y la maldad en un mundo moralmente bipolar, recuerda el soci¨®logo. ¡°No obstante¡±, agrega,¡°la llegada de la ciencia moderna fue socavando la noci¨®n de responsabilidad, y con ello la de la mala conducta y el da?o intencional. Resultaba as¨ª que hasta el malvado era v¨ªctima de pasiones incontrolables, genes equivocados o ADN heredado. Se hizo imposible as¨ª una biolog¨ªa, una psicolog¨ªa y hasta una sociolog¨ªa del mal. La culpa se desvaneci¨®: la ¡®culpa¡¯ de los males la ten¨ªa ahora el capitalismo, el instinto territorial innato, la psicopatolog¨ªa, y as¨ª sucesivamente¡±. A Giner esta deriva no le parece correcta y aboga por que ¡°la filosof¨ªa moral y la teor¨ªa sociol¨®gica vuelvan a incorporar el mal a sus pesquisas, y a considerarlo con rigor. En un mundo presa del terrorismo, de los da?os evitables y los horrores innecesarios, esa es hoy la tarea de la raz¨®n¡±.
Y no un rosario de especulaciones. Tras el paso de Adolfo Hitler por el mundo nada volver¨ªa a ser lo mismo. Todo lo concerniente al mal empez¨® una sigilosa relativizaci¨®n, se empeque?ecieron las maldades pasadas y futuras; las fronteras del mal se hicieron m¨¢s flexibles y m¨®viles; la informaci¨®n de y sobre malos y maldades en un mundo hiperconectado parece impermeabilizar a la gente. Una huella que no deja de rastrear la literatura con personajes reales y ficticios. Un asomo a ese enigma se celebrar¨¢ este fin de semana en las Conversaciones Literarias de Formentor: La novela m¨¢s mala del mundo. Maldad, perfidia y espanto en la literatura.
La soluci¨®n po¨¦tica de la imaginaci¨®n y de la literatura es una ventana ante la incapacidad de la raz¨®n para explicar el mal y la maldad en ciertas personas. Una apor¨ªa. Norman Mailer lo hizo con Hitler, en 2007. Fue la salida que encontr¨®: novelar la infancia del f¨¹hrer y subir por el r¨ªo de aquella vida en busca de desentra?ar un misterio al que llam¨® El castillo en el bosque, a la saz¨®n su ¨²ltimo y p¨®stumo libro. De sus p¨¢ginas salieron m¨¢s preguntas.
Esos interrogantes cobran vida en un momento en que las fronteras del mal y sus diferentes formas, explica la fil¨®sofa Amelia Valc¨¢rcel, ¡°se han hecho m¨¢s m¨®viles en lo social. M¨¢s innovadoras en t¨¦rminos morales. Cosas que antes eran consideradas como malas ya no lo son, o empiezan a dejar de serlo. Un ejemplo es la homosexualidad, que hoy en varios pa¨ªses no es condenada y los Estados velan por la igualdad de derechos de las personas¡±. Valc¨¢rcel asegura que ¡°no existe ninguna sociedad o cultura a lo largo de la historia que considere que el mal sea la norma. Los especialistas en ¨¦l son las formas religiosas morales¡±.
?Un invento o una banalidad?
¡°El mal no existe. La libertad tampoco. Dios tampoco. Las tres cosas est¨¢n interre?lacionadas¡±, argumenta Jos¨¦ Ovejero, novelista y autor del ensayo La ¨¦tica de la crueldad. ¡°Spinoza¡±, a?ade Ovejero, ¡°escribi¨® que los humanos se creen libres porque conocen sus actos, pero no las causas de estos. Y la neurociencia nos dice que nuestras decisiones est¨¢n tomadas antes de que seamos conscientes de ellas. Nuestras decisiones no son tales: son resultado de la herencia gen¨¦tica y de la experiencia¡±. As¨ª es que para Ovejero, ¡°el mal es solo un invento tranquilizador: justifica nuestro odio y nuestro miedo¡±.
Pero es un tema que ha desvelado a los pensadores a lo largo de la historia. Cuando Immanuel Kant dijo que ¡°el hombre es malo por naturaleza¡±, no se refer¨ªa a que eso era lo que primaba en ¨¦l, sino a que el mal es algo que se puede dar en el ser humano, no es sobrenatural. Recalca que el individuo se mueve entre su principal inclinaci¨®n, hacer el bien y lo social para poder avanzar, y alguna pulsi¨®n opuesta. Es cuesti¨®n del libre albedr¨ªo. El mal no obra sobre s¨ª mismo. Surge cuando en el acto normal de alguien al mirar alrededor y compararse con otros se antepone su amor propio al bien com¨²n.
¡°La ciencia moderna socav¨® la noci¨®n de responsabilidad. La culpa se desvaneci¨®¡±, dice el soci¨®logo Salvador Giner
Hannah Arendt abord¨® la cuesti¨®n desde otra esquina. Lo record¨® el Nobel sudafricano J. M. Coetzee en su ensayo de la novela de Norman Mailer sobre Hitler: ¡°La lecci¨®n de Adolf Eichmann, nos ense?a Arendt en la conclusi¨®n de Eichmann en Jerusal¨¦n, es la de ¡®la temible, m¨¢s all¨¢ de toda palabra y pensamiento, banalidad del mal¡±. Para Mailer, explica Coetzee, si la fil¨®sofa ¡°tiene raz¨®n y el mal es banal, eso es infinitamente peor que la posibilidad opuesta de que el mal sea sat¨¢nico¡±. Cuando Arendt escribi¨® el libro, a?ade el Nobel, ¡°se propuso mantener viva la paradoja de que si bien las acciones de Hitler y sus secuaces pueden superar nuestra capacidad de entendimiento, no hay en su concepci¨®n profundidad de pensamiento, ni grandeza de intenciones. Eichmann nunca fue consciente, en el pleno sentido filos¨®fico, de lo que estaba haciendo¡±.
¡ Y llega la fascinaci¨®n¡
Lo que s¨ª ha cambiado, insiste Amelia Valc¨¢rcel, es la metamorfosis que ha vivido el mal al haberse hecho m¨¢s atractivo a algunos ojos: ¡°Hay una tendencia hacia la fascinaci¨®n por ¨¦l. Esa cercan¨ªa aumenta desde el Romanticismo¡±. La literatura ampli¨® su espectro y le dio otra carta de naturaleza. Todo eso, seg¨²n Valc¨¢rcel, se afianza y diversifica en tiempos digitales que muestran un cat¨¢logo de maldades a un solo clic.
Crueldad, crimen, vileza, perfidia, da?o, perversidad, injusticia, insidia o infamia son algunas formas de maldad cuyos conceptos y coordenadas se han alterado o suavizado.
Son los ecos nacidos en 1667 con El para¨ªso perdido, de John Milton. Los de ¡°mal, se t¨² mi bien¡±. Ese libro es un punto de inflexi¨®n, analiza Rafael Argullol. El escritor y pensador recuerda que ¡°el mal siempre ha estado presente en la literatura, desde Gilgamesh, pero hay un momento en que los escritores lo empezaron a hacer m¨¢s visible¡±. La influencia de aquel para¨ªso se extender¨ªa por la Ilustraci¨®n, y ¡°con la llegada del Romanticismo aumentar¨ªa¡±. El ser humano mir¨® dentro de s¨ª, reconoci¨® luz y descubri¨® oscuridad. Fue el hallazgo de los grises. Semillas del cambio del canon est¨¦tico, ¨¦tico y moral al que contribuyeron autores como el Marqu¨¦s de Sade y Lord Byron. ¡°Los malos no solo eran seres encarnados de malignidad. Ten¨ªan motivos y causas. Surgieron personajes magn¨¦ticos¡±. El autor de La atracci¨®n del abismo cita como ejemplo El coraz¨®n de las tinieblas, de Joseph Conrad. All¨ª, Kurtz es la representaci¨®n de una persona que se pasa a las tinieblas, y Marlow, que va en su busca, sin darse cuenta, siente fascinaci¨®n por ¨¦l.
La imaginaci¨®n como salida
Si la moral y la ¨¦tica de los dioses griegos son m¨¢s flexibles seg¨²n sus intereses, el catolicismo predica el blanco y negro. As¨ª, Ca¨ªn es el primer malo sobre la faz de la Tierra, seg¨²n la Biblia. ?O fue Eva, tentada por la serpiente? El mal se esparce por la Tierra. Siglos despu¨¦s, san Juan narra en el Apocalipsis la llegada de un monstruo de siete cabezas que se encarnar¨¢ en un ni?o como el anticristo. Es la venganza por la batalla librada en el origen de los tiempos cuando el ¨¢ngel Luzbel se rebel¨® contra Dios, y, tras pelear con el arc¨¢ngel, Miguel cay¨® a los infiernos, desde entonces siembra el mal.
Hasta all¨¢ va Norman Mailer en la historia de Hitler. Un ¨¢ngel ca¨ªdo cuenta la historia de su libro, y de paso refleja las ra¨ªces de otros malos terrenales¡ Ner¨®n, Atila, Torquemada, Mar¨ªa I la Sanguinaria, Rasput¨ªn, Josef Stalin, Pol Pot, Idi Amin¡
Clara Us¨®n indag¨® en La hija del Este en un malo contempor¨¢neo: Ratko Mladic, acusado de cr¨ªmenes de guerra y genocidio por el asedio a Sarajevo, en la guerra de Bosnia, entre 1992 y 1996. Tras esa investigaci¨®n y haberlo llevado a la literatura, Us¨®n se pregunta: ¡°?Existe el Mal, as¨ª, con may¨²sculas, o solo hay actos malos o buenos, y su maldad o bondad vendr¨¢ determinada por la moral, la religi¨®n y la cultura predominantes? Es la vieja disputa entre Plat¨®n y Arist¨®teles, entre nominalistas y universalistas, para los cuales el mal, el bien, la libertad, la patria, la fe no son palabras abstractas, sino realidades. Quien est¨¢ dispuesto a morir por la patria o la fe est¨¢ dispuesto tambi¨¦n a matar por ellas: Mladic es un ejemplo. Y tambi¨¦n era un hombre honrado, un buen marido y un buen padre, un hombre muy religioso. Da que pensar¡±.
La literatura tambi¨¦n se ha ocupado de malos ¡°corrientes¡±. Truman Capote lo hizo en A sangre fr¨ªa. Indag¨® en el atroz asesinato de la familia Clutter por parte de Perry Smith y Dick Hickock. Leila Guerriero ha rastreado la vida de varios criminales latinoamericanos al coordinar el libro de perfiles Los malos (Ediciones UDP), hecho bajo la pregunta ?de qu¨¦ est¨¢ hecho un malo? La periodista y escritora no piensa que ¡°el mal duerma agazapado en cada persona y sea una circunstancia determinada la que lo despierte. Creer eso ser¨ªa quitarle al malo toda responsabilidad sobre sus actos¡±. No duda en afirmar que hay una elecci¨®n personal, ¡°y en esa elecci¨®n pesan diversas cosas: una convicci¨®n, una manera de ver el mundo, una circunstancia. Los malos nos interpelan como sociedad: ?c¨®mo es posible que en nuestras sociedades hayan prosperado tipos de esa naturaleza? Por otra parte, aunque el mal es diverso, preferimos pensar en el mal como arquetipo. Esa idea nos resulta tranquilizadora: si existiera una f¨®rmula ¡ªsi, por ejemplo, tuvi¨¦ramos la certeza de que alguien que ha sufrido maltrato en la infancia resultar¨¢, sin dudas, un individuo malo¡ª podr¨ªamos detectarlo. Mi sensaci¨®n es que el mal est¨¢, muchas veces, en manos de gente perfectamente com¨²n¡±.
Maldades cotidianas
El inter¨¦s por conocer los entresijos del mal y sus formas y manifestaciones es tal, que la novela negra o policiaca vive un momento de esplendor. Acerca ese territorio a predios que recuerdan maldades m¨¢s comunes. La infamia es una de ellas. La conoce el poeta y narrador Francisco Ferrer Ler¨ªn. La novel¨® en Familias como la m¨ªa: ¡°La actividad principal del protagonista es considerada jur¨ªdicamente infamante, es la de esparcidor o expositor de cad¨¢veres en el monte, como suministro complementario de comida a las grandes aves necr¨®fagas y a otras especies amenazadas de extinci¨®n. Y as¨ª, la descripci¨®n en un libro de una actividad beneficiosa para el medio ambiente es catalogada como infamia de hecho¡±.
En un espacio m¨¢s corriente y del que todos han sido por lo menos testigos circula la calumnia. ¡°Seg¨²n Dante, en un profundo foso del infierno gime el calumniador¡±, recuerda Basilio Baltasar, autor de Pastoral iraqu¨ª y director de la Fundaci¨®n Santillana, organizadora de las Conversaciones de Formentor. Explica que ¡°el asesino posee frialdad o c¨®lera; el ladr¨®n, una cierta intrepidez; los glotones, avaros y ad¨²lteros calman su apetito con relativa modestia; pero el difamador necesita una gran imaginaci¨®n narrativa. Como encarnaci¨®n del mal, el calumniador no supera a los grandes criminales, pero la corrosi¨®n que produce es m¨¢s perfecta: incesante, despiadada, impune. En el teatro del mundo, las dotes esc¨¦nicas del difamador son muy influyentes¡±.
Como Yago, en Otelo, de William Shakespeare: ¡°Se?or, veo que sois juguete de la pasi¨®n, y ya me va pesando mi franqueza. ?Quer¨¦is pruebas?¡±. Y su destino ser¨¢ como las preguntas del mal que van al mar de las respuestas perdidas.
En la lista negra
La Biblia es un vergel de malos. El mundo se abre con el asesinato de Abel a manos de Ca¨ªn y se cierra con el anticristo liderando el Apocalipsis.
Shakespeare cre¨® grandes malos, desde el Yago que susurra su veneno calumniador a Otelo hasta Lady Macbeth, que desliza el suyo para ayudar a que su marido sea rey.
En el mundo fant¨¢stico reina Sauron, que desata sus fuerzas oscuras en la Tierra Media de El se?or de los anillos, de Tolkien. Magia negra es la que despliega Lord Voldemort en el colegio Hogwarts de Harry Potter, de Rowling.
Entre los malos incansables figuran el inspector Javert, que persigue a Jean Valjean, en Los miserables, de Victor Hugo, y un contempor¨¢neo como Anton Chigurh, el psic¨®pata asesino de No es pa¨ªs para viejos, de McCarthy.
Relaciones especiales con el mal son las de Kurtz en El coraz¨®n de las tinieblas, de Conrad, y la del m¨²sico Faustus y su pacto con el demonio en Doktor Faustus, de Thomas Mann.
Entre los malos m¨¢s populares est¨¢n el profesor Moriarty de la serie de Sherlok Holmes, de Conan Doyle; el tirano cerdo Napole¨®n de Rebeli¨®n en la granja, de George Orwell, y Mister Hyde, la personalidad criminal del Doctor Jekyll, de Stevenson.
Entre las bandas de violentos malvados porque s¨ª figuran los cuatro amigos, encabezados por Alex, de La naranja mec¨¢nica, de Anthony Burgess.
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