La obsesi¨®n automovil¨ªstica de Neil Young
El m¨²sico saca la segunda parte de sus memorias 'Special Deluxe. Mi vida al volante'
En la primera entrega de su autobiograf¨ªa, Memorias de Neil Young. El sue?o de un hippie, Neil Percival Young (Toronto, 1945) se desviaba de la estructura convencional para ir sumando cap¨ªtulos que se le¨ªan como fragmentos de un desordenado diario personal. Un poco como hab¨ªa hecho Bob Dylan, con mayor gravedad literaria, en sus Cr¨®nicas. A cambio de contarnos lo que le ven¨ªa en gana, no lo que el admirador de su obra musical espera, intimamos con un hombre que ni se aven¨ªa a limitaciones, creativas o personales, ni se cre¨ªa excepcional. Tras la inicial decepci¨®n, se comprend¨ªa que estaba ofreciendo algo superior a un recuento pormenorizado. Te hac¨ªa c¨®mplice de esos momentos fugaces, verdaderos, que anidan en el inconsciente.
Un segundo volumen, Special Deluxe. Mi vida al volante (Malpaso), angosta la perspectiva centr¨¢ndose en su pasi¨®n por los autom¨®viles, natural en quien creci¨® en las vastas llanuras canadienses, pero solo gratificante si uno, adem¨¢s de seguidor del imprevisible cantautor y proteico guitarrista, es aficionado a las carrocer¨ªas y motores de ¨¦poca. ¡®¡¯Me he pasado la vida coleccionando coches y he tenido todo tipo de experiencias en cada uno de ellos¡¯¡¯, explica. ¡®¡¯Fueron una parte clave de mi vida. No coleccionaba coches perfectos, caros o raros. La mayor parte eran aut¨¦nticas cafeteras. Me gustaba el aspecto que ten¨ªan y me imaginaba su pasado y los lugares que habr¨ªan visitado. Me hablaban y les hablaba¡¯¡¯.
Como hilo del que ir tirando para evocar pasajes vitales o art¨ªsticos, la mitolog¨ªa de los grandes autos norteamericanos parece una prometedora excusa. Siempre que no se aparte la vista ante momentos cruciales al toparse con un modelo especialmente atractivo. As¨ª, el recuerdo del coche f¨²nebre Pontiac de 1953, con el que viaj¨® desde Canad¨¢ en busca del sue?o californiano inscrito en las canciones de Beach Boys o Byrds, suena coherente. Lo conduc¨ªa cuando se encontr¨® con Stephen Stills y formaron Buffalo Springfield. Tambi¨¦n que, con sus primeros ingresos, se instalase en Laurel Canyon y se regalase un Corvette de 1957. Sin embargo, asombra que, de la grabaci¨®n de un ¨¢lbum fundacional como Everybody Knows This Is Nowehere, solo anote la rotura de la tracci¨®n trasera de su Bentley Cup¨¦ de 1934, lamentando que, al decidir reformar todo el coche, lo ech¨® a perder.
M¨¢s que grandes momentos, Young describe an¨¦cdotas de ¨ªntima epifan¨ªa que poco a?aden a los libros publicados sobre su figura, el m¨¢s revelador Shakey (Contra) de Jimmy McDonough. Entre modesto y arbitrario, antes que desentra?ar su arte prefiere recordar el Willys Jeepster que ayud¨® al cortejo con quien ser¨ªa su esposa hasta el a?o pasado, Pegi, o la camioneta Jeep Overland que devino imprescindible al adquirir el rancho Broken Arrow. Cuando en 1974 finaliza la gira de Crosby Stills Nash & Young en el estadio de Wembley, lo celebra comprando una ranchera Rolls-Royce con la que viaja por Europa. Poco despu¨¦s, nos cuenta, compon¨ªa Like a Hurricane en un DeSoto Suburban, colocado de marihuana y coca¨ªna. El t¨ªtulo del libro lo inspira el Plymouth que conduc¨ªa mientras grababan Psychedelic Pill, ¨²ltimo ¨¢lbum con Crazy Horse.
El transporte es su tema favorito, obviamente, pero hay un problema: siempre fue un ecologista de ra¨ªz. En consecuencia, anota el precio de la gasolina ¡ªque empieza a siete c¨¦ntimos el litro¡ª y los kilos de di¨®xido de carbono emitidos a la atm¨®sfera en cada unos de sus viajes desde la infancia. Y dedica el largo ¨²ltimo cap¨ªtulo a sus aventuras con el coche el¨¦ctrico Lincvolt, un Lincoln Continental reconvertido, al que ¡®¡¯hab¨ªa dado unas palmaditas en el salpicadero y le hab¨ªa hablado durante varias horas antes de pedirle permiso para la conversi¨®n¡¯¡¯. En 2009, Young le dedic¨® todo un ¨¢lbum, Fork in the Road, recibido con indiferencia.
La debacle en las ventas de discos le obligaron a vender gran parte de su parque m¨®vil en 2010. ¡®¡¯Me qued¨¦ todos los coches con los que hab¨ªa tenido una conexi¨®n humana y duradera¡¯¡¯, concluye. ¡®¡¯Esos coches guardan algunos de mis recuerdos, sentimientos y pensamientos preferidos, momentos de gloria. Est¨¢n hechos de metal, pero albergan parte de mi alma¡¯¡¯.
Un alma que, pese a la aparente transparencia, mantiene su opacidad tras leer estas confesiones rumiadas sobre cuatro ruedas.
Babelia
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