¡°Merkel ejerce de mam¨¢ de todos los alemanes¡±
El autor, referente intelectual de Europa, publica ¡®Tumulto¡¯, su primera novela autobiogr¨¢fica, un viaje esc¨¦ptico de Rusia a Cuba por la izquierda de los a?os 60 y 70
Quince minutos en coche separan el piso de Hans Magnus Enzensberger de la estaci¨®n de tren de M¨²nich, en la que el d¨ªa de la entrevista se agolpan miles de refugiados reci¨¦n llegados a Alemania. El polifac¨¦tico autor echa mano de una palabra italiana para disculparse por su rechazo a opinar sobre los temas que llenan los informativos. ¡°No soy un tuttologo. Soy demasiado lento como para ocuparme de la actualidad¡±, se justifica, con un deje de falsa modestia. Los peri¨®dicos que le rodean atestiguan su inter¨¦s por lo que pasa ahora mismo en el mundo.
Coordenadas
- Una certeza. "La ¨²nica es que no hay ninguna certeza. Solo tengo suposiciones. De eso estoy bastante seguro".
- Una voz. "Echo de menos una que sol¨ªa o¨ªr antes. Cuando hac¨ªa una llamada internacional siempre me encontraba con una operadora, que sol¨ªa ser una mujer muy amable. Ahora todo se ha automatizado. Echo de menos poder flirtear con la voz que me encontraba al otro lado del tel¨¦fono".
- Un libro. "?Qu¨¦ dif¨ªcil! Acabo de leer un poema de Lucrecio, 'De rerum natura' (Sobre la naturaleza) en una edici¨®n biling¨¹e alem¨¢n-lat¨ªn. Lo que m¨¢s me gusta es comprobar que Lucrecio no era solo un gran poeta. Con sus profundos conocimientos de la naturaleza, estaba entre los mejores cient¨ªficos de su ¨¦poca".
Pero Enzensberger prefiere estos d¨ªas echar la vista atr¨¢s. Su novela Tumulto, publicada en 2014 en Alemania con excelentes cr¨ªticas, aparece ahora traducida al espa?ol por Malpaso. Tras haber abordado en el ¨²ltimo medio siglo casi todos los g¨¦neros imaginables, este hombre de 85 a?os ha decidido ahora convertirse a s¨ª mismo en material literario.
Su primer texto autobiogr¨¢fico es un viaje a trav¨¦s del tiempo y del espacio en el que el joven Enzensberger se pasea sin mancharse demasiado por buena parte de los acontecimientos que definieron la segunda mitad del siglo XX. Ni la URSS de Kruschev ni la Cuba de los primeros a?os de la Revoluci¨®n escapan a su mirada fr¨ªa y desmitificadora, de la que ¨¦l mismo tampoco sale indemne. Los a?os le han dado la perspectiva para re¨ªrse de la etiqueta de ¡°gran intelectual del siglo XX¡± que la prensa alemana le suele colocar junto a otros popes como J¨¹rgen Habermas o Martin Walser. ¡°Todos estos se?ores viejos que llevamos d¨¦cadas en el mundo de la cultura resultamos un poco pesados a los dem¨¢s. ?Ortega y Gasset s¨ª que era alguien! Tengo la impresi¨®n de que hubo un momento en el que los cr¨ªticos quisieron deshacerse de nosotros. Pero al final vieron que no ten¨ªa sentido porque era una cuesti¨®n de tiempo. Solo ten¨ªan que esperar¡±, dice con una carcajada.
En calcetines y con ganas de hablar, Enzensberger recibe a EL PA?S en su piso muniqu¨¦s, en la ¨²nica entrevista que concede con motivo de este lanzamiento. A lo largo de dos horas intercambiar¨¢ recuerdos y cigarrillos. Y tratar¨¢ de responder a la pregunta que gravita sobre el libro: ?qu¨¦ me llev¨® a actuar como lo hice?
Pregunta. Hace poco usted atribu¨ªa al azar su primera incursi¨®n en el g¨¦nero autobiogr¨¢fico. Seg¨²n contaba, el encuentro casual de unos escritos de los a?os sesenta le habr¨ªa hecho volver sobre su pasado. Pero tras leer el libro, da la impresi¨®n de que el motivo es otro. Parece que buscaba un ajuste de cuentas con el joven Enzensberger.
Respuesta. La capacidad de olvidar es fundamental. Y yo soy muy bueno para eso, porque siempre prefiero ocuparme de lo que hago en cada momento. Encuentro sospechoso cuando alguien escribe sus memorias, que siempre est¨¢n llenas de trampas. Pero al encontrar mi manuscrito me llev¨¦ una sorpresa. No todo eran tonter¨ªas. A m¨ª mismo me interesaba. Luego me pregunt¨¦ qu¨¦ hacer con ese material. Necesitaba encontrar un m¨¦todo, y no caer en una historia en la que todos ¨¦ramos muy guapos, muy j¨®venes y conoc¨ªamos a gente muy importante. Para evitar esto se me ocurri¨® iniciar un di¨¢logo entre el joven del relato y un se?or mayor que resulta que soy yo. Muchas veces no est¨¢n de acuerdo y discuten.
P. ?Sinti¨® la necesidad de justificarse ante s¨ª mismo?
¡°Alemania, como cualquier otra potencia, no puede ser armada¡±
R. No, porque aquellos sucesos me resultan muy lejanos. Me asombra no solo lo que hac¨ªa yo mismo, sino tambi¨¦n comprobar c¨®mo tantas cosas se vinieron abajo en tan pocos a?os. Por ejemplo, c¨®mo una sociedad tan jer¨¢rquica y basada en la autoridad como la alemana se modific¨® completamente en muy poco tiempo. Este cambio no se puede reducir a unos cuantos estudiantes o a los seguidores del Che Guevara.
P. Pese a recordar su juventud, en el libro no se aprecia asomo de nostalgia. ?No echa de menos esos a?os?
R. No, no. No creo que estos movimientos de izquierdas fueran un gran fracaso. Pero para mucha gente tuvieron un coste muy alto. Algunos lo perdieron todo. Tambi¨¦n me interes¨® ver c¨®mo el joven Enzensberger toma parte del zeitgeist [esp¨ªritu de la ¨¦poca] y al mismo tiempo act¨²a como un observador externo, casi como un etn¨®logo. Adem¨¢s, veo en todo esto una comicidad involuntaria. ?Por qu¨¦ pas¨¦ un a?o entero en Cuba? Quer¨ªa ver si el socialismo estaba condenado a estropearse o pod¨ªa haber una excepci¨®n. ?Pero para eso era necesario malgastar todo un a?o? [Risas].
P. Muchos militantes izquierdistas le reprochaban entonces ser demasiado distante. Usted trat¨® con los fundadores del grupo terrorista RAF, pero jam¨¢s particip¨® de sus actividades. Visto con perspectiva, parece un motivo de alegr¨ªa.
R. No soy el tipo de persona que quiere ejercer el poder. Me interesa m¨¢s la capacidad de influir. Se puede tener influencia sin poder, algo que despierta las sospechas de que uno pueda acabar siendo un intrigante.
P. Pero usted nunca estaba donde la lucha. Siempre estaba fuera, alejado de las barricadas.
R. Es algo que tiene que ver con mi car¨¢cter. En mi adolescencia fui expulsado de las juventudes hitlerianas. No por resistencia pol¨ªtica, sino simplemente porque no me gustaban. No soportaba la disciplina del Tercer Reich. Hay otro factor que explica mi tendencia a no involucrarme. Ten¨ªa muy claro que Berl¨ªn no era el centro del mundo. No se puede conocer China a trav¨¦s de los libros. Hay que ir all¨ª. Pas¨¦ largas temporadas en Cuba, EE UU, Rusia... Y todo ello te empuja a una situaci¨®n un tanto absurda, de estar un d¨ªa en un sitio y el siguiente en otro. Una locura.
P. De ah¨ª el t¨ªtulo de la obra: Tumulto. Da la impresi¨®n de que todo era ca¨®tico en ese tiempo. Todo parece fruto del azar.
R. ?Seguramente era mi caos personal! Yo no quer¨ªa escribir todo esto. Me parec¨ªa muy ¨ªntimo hablar de cuestiones personales. Pero me di cuenta de que no pod¨ªa evitarlo. No se habr¨ªa entendido si no por qu¨¦ la misma mujer me acompa?aba por todos esos pa¨ªses.
¡°Olvidar es fundamental. Las memorias son siempre sospechosas¡±
P. ?No fue hasta cierto punto una liberaci¨®n?
R. Simplemente no me gustan esas cosas. Hoy las revistas est¨¢n llenas de historias personales en las que la gente se fotograf¨ªa con su mujer y los ni?os en el sal¨®n de su casa. A m¨ª, en cambio, me interesan m¨¢s las otras personas. Prefiero escribir sobre Durruti [el anarquista espa?ol al que dedic¨® su obra El corto verano de la anarqu¨ªa] que sobre mi novia.
P. Todo el libro tiene un tono vital. Pero en las ¨²ltimas p¨¢ginas, la historia da un vuelco brutal. Parece una especie de aviso.
R. [Muestra la dedicatoria: ¡°A los desaparecidos¡±]. Tuve suerte. Sal¨ª de todo esto. No me puedo quejar. Pero, ?qu¨¦ pas¨® con los dem¨¢s, aquellos que pagaron un precio muy alto por esas aventuras? Con esas ¨²ltimas p¨¢ginas no trat¨¦ de hacer un balance final. No es posible. Eso solo llegar¨¢ con la muerte.
P. Habla del equipaje que todos llevamos por nuestra nacionalidad. Y menciona pa¨ªses como Rusia, en los que esa mochila es especialmente pesada. Pero la de los alemanes tampoco es muy ligera. Antes del verano, con motivo de la crisis griega, muchos criticaron a su pa¨ªs por su intransigencia y una supuesta voluntad hegem¨®nica. ?Le parece justo?
R. ?Justo? ?Desde cu¨¢ndo la pol¨ªtica tiene algo que ver con la justicia? [Risas] Coja el ejemplo de EE UU. Se les reprocha ser imperialistas, invasores, etc. Pero si deciden no intervenir en conflictos como los de Ruanda, Somalia o ahora el Estado Isl¨¢mico, tambi¨¦n son criticados. Est¨¢n en una posici¨®n en la que se da por hecho que no van a ser amados. Es l¨®gico. Y en cierta medida eso funciona tambi¨¦n para una potencia mediana como Alemania. Teniendo en cuenta nuestra historia, es una paradoja que ahora Alemania ejerza una hegemon¨ªa involuntaria. Pero no es algo excepcional. ?C¨®mo de querida era Espa?a cuando era un imperio? No especialmente.
P. Usted narra en su libro un encuentro con el entonces l¨ªder de la URSS, Nikita Kruschev. La descripci¨®n que hace del jefe m¨¢ximo sovi¨¦tico ¡ª¡°Su fuerza es la de un ser humano que quiere sobrevivir. No cabe duda de su perspicacia y capacidad de aguante. Tiene mayor destreza para dominar situaciones que para generarlas¡±¡ª recuerda en algunos aspectos al car¨¢cter de la canciller Angela Merkel. ?Hasta qu¨¦ punto le pudo influir el haber crecido en la Alemania comunista?
¡°Los nazis me expulsaron porque no soportaba la disciplina¡±
R. [Risas] Entiendo la analog¨ªa, pero no la comparto. Merkel tiene algo que era imposible encontrar en esos hombres de los partidos comunistas. A su manera, es una pol¨ªtica que se mueve por patriotismo. Le importa lo que vaya a pasar con este pa¨ªs, y por eso la gente conf¨ªa en ella. Le da un plus de credibilidad. Y tambi¨¦n tiene otra ventaja respecto a Kruschev: ejerce como si fuera la mam¨¢ de todos los alemanes.
P. La crisis migratoria ha mostrado dos caras del pa¨ªs. Muchos ciudadanos se est¨¢n volcando con los refugiados; y al tiempo hay cada vez m¨¢s ataques a centros de acogida. ?Ve en ellos, como dijo el presidente Joachim Gauck, el regreso de una ¡°Alemania oscura¡±?
R. Los nazis que hay hoy en d¨ªa en Alemania son ignorantes absolutos de lo que fue el nazismo. En ese sentido, son falsos nazis. Y esa ¡°Alemania oscura¡± de la que habl¨® Gauck no vuelve ahora, sino que siempre ha estado ah¨ª. Tambi¨¦n durante la RDA. Los informes de la Stasi muestran, por ejemplo, que ya entonces hab¨ªa grupos contra determinados colectivos, como los vietnamitas.
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