Lydie Salvayre: ¡°En Francia se censura todo lo que sea popular¡±
La autora relata la historia de su progenitora, exiliada republicana, en ¡®No llorar¡¯
Lydie Salvayre (Autainville, Francia, 1946) llevaba a?os intentando dar forma de novela a la historia vivida por su madre, quien fue una joven catalana tentada por la aventura libertaria en los a?os previos a la Guerra Civil, cuando se instal¨® con su hermano anarquista en Barcelona. All¨ª vivir¨ªa su primera historia de amor y particip¨® en la efervescencia revolucionaria antes de emigrar a Francia. Lo consigui¨® al leer Los grandes cementerios bajo la luna, donde el escritor cat¨®lico y mon¨¢rquico Georges Bernanos expresa su desaz¨®n respecto a las atrocidades cometidas por el bando nacional, al que en un principio dio apoyo y en cuyas tropas combat¨ªa su propio hijo. La condena le valdr¨ªa ser expulsado del partido ultraderechista Acci¨®n Francesa.
¡°Mi madre muri¨® hace siete a?os, pero nunca me acababa de decidir a contar su historia. La lectura de Bernanos me despert¨®. Fue como si me dieran un pu?etazo¡±, afirma Salvayre en su domicilio parisino, una casita de dos plantas pegada al cementerio de P¨¨re-Lachaise. Del enfrentamiento entre el relato de juventud de su madre y el remordimiento expresado por Bernanos, dos personajes en las ant¨ªpodas que acaban encontr¨¢ndose en un terreno com¨²n, surgi¨® No llorar (Anagrama), con la que el a?o pasado gan¨® el premio Goncourt, el m¨¢s importante de las letras francesas.
Es la ¨²ltima ganadora del Premio Goncourt con ¡®No llorar¡¯
En el libro, la autora reproduce el habla de su madre, una mezcla de espa?ol y franc¨¦s donde no faltan las incorrecciones y barbarismos, y que la autora vincula al fra?ol, lengua oficial de los cerca de 500.000 exiliados republicanos en el pa¨ªs vecino. Salvayre ha querido dignificarla. ¡°De peque?a me daba verg¨¹enza o¨ªr c¨®mo hablaba mi madre, pero ahora me apasiona. Al hacerme mayor entend¨ª que, en lugar de estropear el franc¨¦s, lo convert¨ªa en algo m¨¢s po¨¦tico y m¨¢s divertido¡±, expresa. ¡°Detr¨¢s de mi escritura tambi¨¦n se halla una cuesti¨®n pol¨ªtica. ?El franc¨¦s debe seguir siendo una lengua pura, o las palabras surgidas del exilio tienen derecho a introducirse en ella?¡±. No hace falta preguntarle por qu¨¦ opci¨®n se decanta la autora, consagrada al fin tras publicar veinte novelas respetadas por la cr¨ªtica y traducidas a una veintena de idiomas.
La autora habla igual que escribe: una palabra en espa?ol por cada cuatro en franc¨¦s. En la traducci¨®n al castellano, a cargo de Javier Albi?ana, los fragmentos en espa?ol han sido transcritos en negrita para que el lector espa?ol se haga una idea de esta lengua h¨ªbrida, inhabitual en la narrativa francesa, menos abierta al mestizaje que otras tradiciones literarias. Existen numerosos ejemplos de autores que se sirven del spanglish, como Sandra Cisneros o Junot D¨ªaz, sin contar con la literatura poscolonial de la esfera anglosajona, donde la lengua dominante suele aceptar pr¨¦stamos de la dominada. En franc¨¦s, en cambio, los casos no abundan. ¡°Es verdad. Francia es un pa¨ªs donde, a partir de la creaci¨®n de la Academia Francesa en el siglo XVII, se censura todo lo que sea popular, como si fuera una mancha que borrar¡±, afirma Salvayre. ¡°Frente a la rigidez de ese modelo, lo extranjero es percibido como una amenaza¡±.
La obra narra la vida de su madre, que se exili¨® a Francia por la Guerra Civil
Sin ir m¨¢s lejos, cuando gan¨® el Goncourt, el cr¨ªtico literario Bernand Pivot, presidente del jurado, le dedic¨® elogios pero apunt¨® que en el libro hab¨ªa ¡°demasiado espa?ol¡±. ¡°Todav¨ªa nos gobierna esa exigencia de hablar como es debido¡±, responde Salvayre. ¡°A m¨ª me han tildado mil veces de vulgar por introducir tacos en mis novelas¡±.
Puede que la literatura no haga m¨¢s que reflejar la rigidez y la exigencia del modelo de integraci¨®n franc¨¦s, que requiere una asimilaci¨®n casi total. El propio nombre de la autora lo revela. Sus padres la llamaron Lidia. En el registro civil, su nombre es Lydie.
La autora tuvo, durante a?os, sentimientos encontrados respecto a esa herencia familiar. ¡°Hasta las adolescencia, las historias de la guerra me aburr¨ªan sobremanera¡±, reconoce. Salvayre creci¨® en Auterive, peque?a localidad cercana a Toulouse, junto a una comunidad de exiliados en la que ¡°se organizaban grandes comidas, se contaban chistes verdes y nadie se compraba muebles¡±, porque todo el mundo cre¨ªa que terminar¨ªa volviendo a la patria abandonada. Cuando lleg¨® al colegio, recuerda haber sido ridiculizada por hablar igual que sus padres y equivocarse sistem¨¢ticamente con el g¨¦nero de los art¨ªculos, ese tic del que todo expatriado nunca se desprende del todo. ¡°Pero ese sentimiento de verg¨¹enza fue un motor. Me afect¨® al orgullo y me impuls¨® a demostrar que pod¨ªa hablar y escribir tan bien como cualquiera¡±, afirma. A veces, ese absurdo sentimiento de inferioridad vuelve a aparecer. ¡°Lo detecto en las cenas burguesas, donde me veo paralizada por miedo a no tener las maneras adecuadas en la mesa o a decir algo que me deje en evidencia¡±, admite.
Su padre trabaj¨® de alba?il, fue un comunista estalinista
En Francia, su padre trabaj¨® de alba?il. Fue un comunista estalinista ¡°hasta el d¨ªa de su muerte¡±, que no dud¨® en abofetear a sus tres hijas si osaban criticar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Si Salvayre prescindi¨® de su apellido de soltera, Arjona, para escribir, fue como rebeli¨®n a ese padre autoritario. La protagonista del libro es, sin embargo, su madre. ¡°Quise dejar por escrito las historias que me contaba, m¨¢s te?idas de alegr¨ªa que de desgracia. Mi ¨²nico lamento es que no haya podido ver este ¨¦xito. Estar¨ªa muy orgullosa, pese a que la literatura le diera totalmente igual. Pero eso me gustaba: era lo opuesto a esos intelectuales de Saint-Germain para quien la literatura es el centro del universo¡±, sostiene. ¡°En cambio, mi madre siempre estuvo muy orgullosa de que fuera m¨¦dico¡±. Salvayre trabaj¨® durante d¨¦cadas como psiquiatra infantil y juvenil en la periferia de Par¨ªs, donde sus pacientes de origen magreb¨ª y turco hablaban una lengua bastarda emparentada con la de su familia.
Para Salvayre, el Goncourt no era un objetivo en s¨ª. ¡°Muchos de mis escritores favoritos no lo tienen, como Samuel Beckett o Claude Simon. Reconozco que no est¨¢ nada mal tenerlo, porque el n¨²mero de tus lectores aumenta incre¨ªblemente¡±, afirma. Tras obtener el premio, No llorar pas¨® de los 20.000 ejemplares vendidos a m¨¢s de 400.000. ¡°A la vez, cuando firmo libros, ahora veo en la cola a gente que no viene a comprar una novela, sino una marca. Es algo nuevo para m¨ª, y reconozco que me molesta¡±, concluye.
Ecos en el presente
Para Salvayre, su novela describe un mundo pasado que resuena en el presente. ¡°Ah¨ª siguen el nacionalismo abyecto, el fanatismo religioso, la cobard¨ªa de Europa y el drama del exilio¡±, dice la autora. ¡°Todos los exilios no son iguales, pero s¨ª expresan el mismo dolor¡±. A Salvayre tambi¨¦n sigue los ¨²ltimos movimientos en la pol¨ªtica espa?ola. ¡°M¨¢s all¨¢ de Podemos como partido, me interesa que surjan movimientos sin l¨ªder, manifestaciones formadas por personas de perfiles e intereses distintos¡±, afirma. ¡°No se trata de esperar una gran revoluci¨®n que no llegar¨¢, sino de actuar de manera concreta y efectiva. No s¨¦ qu¨¦ dar¨¢ de s¨ª, pero reconozco que me gusta. Reconozco en esos movimientos una forma de libertarismo¡±.
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