El reto de un nuevo mundo
Aunque el encargo de ilustrar una nueva edici¨®n de Harry Potter pueda parecer a ojos profanos lo m¨¢s parecido a ganar el gordo de la loter¨ªa dentro del mundo de la ilustraci¨®n, la realidad esconde una lectura mucho m¨¢s perversa. Lo que puede entenderse como la posibilidad de llegar a millones de lectores es tambi¨¦n un pedido envenenado con la m¨¢s mort¨ªfera de las toxinas: la entregada pasi¨®n del fandom. Jim Kay, elegido para dar forma gr¨¢fica a la nueva y exquisita edici¨®n de las aventuras del joven mago, ten¨ªa ante s¨ª el reto apasionante de un texto dado al virtuosismo gr¨¢fico m¨¢s elaborado y al delirio, capaz de mezclar desde referencias de costumbrismo casi dickensiano a la fantas¨ªa m¨¢s desatada.
Pero tambi¨¦n deb¨ªa lidiar con dos pesadas losadas: por un lado, la imagen persistente en las retinas de los lectores de las portadas de Cliff Wright, responsable de esa imagen de joven despierto de gafitas redondas que acompa?a inexorablemente cualquier intento de imaginar al personaje fuera de las p¨¢ginas escritas (para desesperaci¨®n, todo sea dicho, de los aficionados al c¨®mic, que siguen viendo en la imagen de Harry Potter un remedo de Timothy Hunter, el personaje protagonista de Los libros de la magia, una miniserie de Neil Gaiman y John Bolton creada casi un lustro antes de la aparici¨®n de la primera novela de Rowling). Por otro lado, la aplastante y omnipresente imaginer¨ªa derivada de las adaptaciones cinematogr¨¢ficas, que han fagocitado cualquier intento de generar una desviaci¨®n del canon de la gran pantalla.
La respuesta de Kay ante las dificultades ha sido, hay que reconocerlo, pragm¨¢tica. Sus trabajos previos revelan un dibujante que es capaz de mostrar desde la radicalidad de un Ralph Steadman hasta la relajante sencillez de Eric Ravilious, una plasticidad que le permite realizar un trabajo eficaz en el que opta por diluir toda personalidad propia: las nuevas ilustraciones de Harry Potter tienen ese punto de d¨¦j¨¤ vu que tranquilizar¨¢ al fandom m¨¢s conservador de las m¨ªsticas esencias con ecos del ya mencionado Wright, pero en el que se reconoce tambi¨¦n sin problemas la influencia de los dise?os cinematogr¨¢ficos, se supone que para acercar a los libros a aquellos que quieran hacer el poco habitual camino inverso de la pantalla al libro. E incluso, si se quiere, se puede descubrir hasta un puntito de John Bolton y Dave McKean en la ¨²nica rebeld¨ªa que parece permitirse el autor.
Con el poco espacio que le quedaba a Kay para la creatividad, poco m¨¢s se le pod¨ªa pedir.
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