Goya ¡®retrata¡¯ en 70 obras maestras la National Gallery
El museo brit¨¢nico inaugura una exposici¨®n consagrada a los retratos realizados por el pintor
El Goya retratista, el pintor que sabe ahonadar en la psicolog¨ªa de sus modelos a la vez que nos regala una impagable cr¨®nica del tiempo que le toc¨® vivir, que no deja de experimentar y crecer hasta convertirse en uno de los m¨¢s grandes del g¨¦nero, protagoniza a partir de hoy una de las exposiciones de referencia en la nueva temporada muse¨ªstica londinense. Y adem¨¢s todo un b¨¢lsamo para la National Gallery que, rebasada ampliamente la barrera simb¨®lica de los cien d¨ªas de huelga de sus trabajadores todav¨ªa en curso, levanta cabeza de la mano de una muestra recibida en el Reino Unido con la categor¨ªa de estelar.
El nombre de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) no precisa de una presentaci¨®n previa ante el p¨²blico brit¨¢nico, pero suele ser principalmente asociado con sus pinturas negras o los grabados de Los Caprichos. La in¨¦dita monograf¨ªa consagrada a su colecci¨®n de retratos, que ha logrado reunir siete decenas de cuadros a base de pr¨¦stamos de colecciones p¨²blicas y privadas, esto es, m¨¢s del tercio de su producci¨®n, propone un recorrido a trav¨¦s del abanico de innovaciones t¨¦cnicas y estil¨ªsticas volcadas en un lienzo que ejerci¨® de testigo de la Espa?a dieciochoesca. Desde los primeros encargos en la corte de Carlos III y la de su sucesor, pasando por los dif¨ªciles periodos de la guerra, la invasi¨®n francesa y la reinstauraci¨®n del d¨¦spota Fernando VII, para concluir en el autoexilio de Burdeos.
El artista autorretratado a los 34 a?os en el arranque de la exposici¨®n es el Goya que pronto ver¨¢ abiertas las puertas de palacio gracias al aval del conde de Floridabanca, jefe del gobierno de Carlos III, y acabar¨¢ convirtiendose no s¨®lo en el pintor de c¨¢mara del rey y de su sucesor sino tambien en el de los pr¨®ceres de su ¨¦poca. De arist¨®cratas, pol¨ªticos, intelectales y militares, de destacadas figuras liberales o de d¨¦spotas. Es especialmente en los retratos de la realeza donde consigue combinar el refinamiento t¨¦cnico con una profunda observaci¨®n de sus modelos, la sutileza de un gesto o la iron¨ªa que denota el Carlos III retratado con vestido de caza. Lo m¨¢s granado de la aristocracia espa?ola desfil¨® tambi¨¦n frente a su atril y patrocin¨® su arte, como la estampa familiar de los duques de Osuna ¨Cdonde Goya se revela excelso en el retrato de los ni?os-, el propio Floridablanca o el retrato de Don Valent¨ªn Bellv¨ªs de Moncada y Pizarro, nunca visto antes en p¨²blico.
La sede de la plaza de Trafalgar exhibe hasta el 10 de enero varias pinturas que rara vez han sido expuestas, entre ellas el reci¨¦n restaurado cuadro de Francisco de Saavedra en su estreno p¨²blico despu¨¦s de cincuenta a?os y que acompa?a en la muestra al de su colega Gaspar Melchor de Jovellanos. Ambos retratos dejan translucir la empat¨ªa de Goya hacia los valedores de una Espa?a ilustrada con la que se identificaba. O, en el caso de la duquesa de Alba, la conocida devoci¨®n del pintor hacia la arist¨®crata que protagoniza el cartel de la exposici¨®n con una obra prestada por la Hispanic Society de Nueva York en su ¨²nica segunda salida de Estados Unidos, y que recala por primera vez en suelo brit¨¢nico. Ataviada de negro con mantilla de encaje y pa?uelo de brillante rojo al cinto, el retrato sugerir¨ªa un cierto distanciamento si no fuera por un detalle c¨®mplice y revelador: la duquesa apunta con el ¨ªndice a la arena, donde aparecen grabadas dos palabras: ¡°S¨®lo Goya¡±.
Cuando Goya ejecut¨® aquel cuadro, hac¨ªa casi una d¨¦cada que las secuelas de la enfermedad le hab¨ªan dejado sordo de por vida, una circunstancia que lo sumi¨® en un proceso de introversi¨®n y en el que la pintura de convirti¨® en un modo de comunicaci¨®n con el mundo. El enfoque innovador en la obra de un artista que ha cambiado nuestra nuestra mirada hacia la pintura tiene tambi¨¦n su reflejo en la impresionante colecci¨®n de retratos donde se incluye el del mism¨ªsimo duque de Wellington, que pos¨® para Goya en Madrid una vez expulsados los franceses de territorio espa?ol, y por supuesto el de Fernando VII. El cuadro de ese rey que se profesaba con el pintor una antipat¨ªa m¨²tua, tocado con el manto rojo de armi?o y la vara de un mando que cuestiona ese rid¨ªculo ce?o del labio inferior, procede del Museo del Padro, una instituci¨®n con importante peso en la muestra gracias a la cesi¨®n de diez obras. El nuevo responsable de la National Gallery, Gabriele Finaldi, quiso agradecer ayer, en la presentaci¨®n de Goya: The Portraits (Goya: Los Retratos), ese gesto del museo espa?ol en el que ejerci¨® de director adjunto durante m¨¢s de una decada.
El despliegue nos muestra, en su recta final, a un Goya m¨¢s personal y alejado de la formalidad de los encargos de los ilustres, con los retratos de sus amigos y familia, el de su esposa Josefa, su hijo Javier o su nieto Mariano en el ¨²ltimo trabajo que pint¨® pocos meses antes de su muerte en Burdeos. El artista envejecido y enfermo se muestra tambi¨¦n a s¨ª mismo en pleno delirio mientras el Doctor Arrieta intenta administrarle un medicamento. Ten¨ªa 74 a?os en este ¨²ltimo autorretrato de la media docena expuestos y que hilvanan casi medio siglo de singladura. Una producci¨®n reci¨¦n desembarcada en la National Gallery, de la mano de la primera muestra que busca relatar exclusivamente la historia de su genio como retratista y que ya ha sido bautizada en el Reino Unido, al menos seg¨²n la cr¨ªtica anticipada del Daily Telegraph, como ¡°la exposici¨®n de la d¨¦cada¡±.
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