Una educaci¨®n
La democracia solo ofrece promesas limitadas: no el para¨ªso terrenal, ni la gloria del Pueblo por fin liberado de sus enemigos
Cuatro mutaciones de las que he sido testigo a lo largo de mi vida han determinado mi conciencia pol¨ªtica. La primera, el cambio de una dictadura aislada internacionalmente a una democracia integrada en la Uni¨®n Europea; la segunda, el salto generacional de la clase trabajadora campesina a una clase media profesional e ilustrada; la tercera, el paso de las mujeres de la subordinaci¨®n a la plena visibilidad; y la cuarta, el contraste de las seguridades del Estado de bienestar europeo con el espect¨¢culo del crudo capitalismo americano. Una quinta mutaci¨®n acent¨²a los aprendizajes de las anteriores: igual que viv¨ª, con plena conciencia, el paso de la tiran¨ªa a la libertad, la irrupci¨®n de las mujeres en todas las esferas de la vida p¨²blica, la mejora de mis condiciones y mis expectativas personales, tambi¨¦n he asistido en los ¨²ltimos a?os a la amenaza del derrumbe de todo aquello que daba por supuesto, no ya el Estado de bienestar, sino todo el sistema econ¨®mico sobre el que se sostiene. La incredulidad hacia las predicciones de los expertos de cualquier signo espero no perderla ya nunca. Es saludable no olvidar que, a juzgar por el porcentaje de ¨¦xito de sus vaticinios, los economistas, polit¨®logos y soci¨®logos tienen una capacidad predictiva semejante a la de los sacerdotes romanos que escrutaban vuelos de p¨¢jaros o entra?as de animales reci¨¦n sacrificados.
Crecer en una zafia dictadura, que fue sanguinaria hasta sus ¨²ltimos d¨ªas, me cur¨® de cualquier tentaci¨®n de desde?ar la democracia o de aceptar la supresi¨®n de cualquiera de sus valores esenciales ¡ªla libertad de expresi¨®n, la igualdad ante la ley, el respeto a las minor¨ªas¡ª en nombre de una supuesta causa superior, por muy sonora o muy noble que se la presente. La dictadura, donde todo ten¨ªa que callarse, me ense?¨® el derecho y la responsabilidad c¨ªvica de no callarse nunca. Y no callarse significa unas veces llevar la contraria al poder establecido y otras enfrentarse con naturalidad y gallard¨ªa a las grandes unanimidades colectivas, a lo que parece respetable, a la opini¨®n de aquellos con los que ser¨ªa de esperar que uno estuviera de acuerdo. La ortodoxia antifranquista fue muchas veces tan irrespirable como la ortodoxia franquista, y dej¨® una herencia duradera de dogmatismos y reflejos defensivos y un d¨¦ficit de disposici¨®n para el debate y la disidencia que han marcado profundamente nuestro clima pol¨ªtico. A la hora de la verdad, el cierre de filas parece m¨¢s meritorio que la b¨²squeda de un acuerdo, aun al precio del sentido com¨²n y del bien com¨²n.
Los economistas, polit¨®logos y soci¨®logos tienen una capacidad predictiva semejante a la de los sacerdotes romanos que escrutaban vuelos de p¨¢jaros
Habiendo deseado la democracia cuando no exist¨ªa y vivido luego muchos a?os en ella, he aprendido su valor, pero tambi¨¦n su fragilidad, y sus l¨ªmites, que son en parte los de la misma condici¨®n humana. La democracia pierde una gran parte de su brillo, como casi todo, cuando se vuelve un h¨¢bito, de modo que en su mismo ¨¦xito est¨¢ contenido su peligro, porque la estabilidad, tan deseada cuando se carece de ella, conduce pronto al tedio. El romanticismo de la democracia relumbra sobre todo cuando se carece de ella, cuando se anhela su llegada o se sufre su p¨¦rdida. En la democracia ¡ªal menos mientras no tiene calificativos ni aditivos¡ª, la soberan¨ªa popular se ejerce a trav¨¦s de un sistema de contrapesos y controles, de separaci¨®n de poderes y vigilancias administrativas e informativas que rara vez dejan sitio a los grandes ¨ªmpetus salvadores, a las confortadoras simplicidades de la ¨¦pica. En las democracias, dec¨ªa Raymond Aron, rara vez se elige entre el Bien y el Mal, y casi siempre entre lo preferible y lo detestable. A diferencia de cualquier otro r¨¦gimen, la democracia solo ofrece promesas limitadas: no el para¨ªso terrenal, ni la gloria del Pueblo por fin liberado de sus enemigos, sino cambios graduales que pueden mejorar las vidas del mayor n¨²mero de personas posible, pero que son dif¨ªciles de mantener y muy f¨¢ciles de descuidar. Modestamente, paso a paso, sin grandes ¨¦nfasis, la democracia, en Europa, a partir del abismo de sangre, horror y desorden de 1945, ha logrado algo que en aquel "A?o Cero" parec¨ªa imposible: un acuerdo duradero entre aquellos mismos que llevaban medio siglo mat¨¢ndose entre s¨ª; una ciudadan¨ªa com¨²n por encima de las fronteras; un equilibrio entre la iniciativa privada y las libertades personales sostenidas en pol¨ªticas de educaci¨®n p¨²blica y sanidad universal.
Crecer en una zafia dictadura, que fue sanguinaria hasta sus ¨²ltimos d¨ªas, me cur¨® de cualquier tentaci¨®n de desde?ar la democracia
Que ese modelo est¨¦ ahora averiado y en peligro no rebaja el valor de todo lo que se ha logrado: m¨¢s bien es un motivo para defenderlo y mejorarlo. Al menos tres generaciones llevan benefici¨¢ndose de ¨¦l: la nuestra, desde el principio de la juventud; la de nuestros padres, en la edad madura y la vejez; la de nuestros hijos, que por primera vez se ven en un doble peligro: el de perder ese modelo de libertad pol¨ªtica y progreso social, y el de desde?arlo.
El desd¨¦n puede ser comprensible, ante tanta corrupci¨®n, insuficiencia, injusticia. Pero apreciar lo bueno que a pesar de todo se sigue teniendo no implica conformidad, sino plena conciencia del valor de las cosas y exigencia de sostenerlas y mejorarlas. La democracia, la socialdemocracia, carecen del romanticismo de lo claro y tajante y, a diferencia de los sistemas autoritarios o mesi¨¢nicos, no hacen grandes inversiones en propaganda. La democracia y la socialdemocracia suelen tener muchos beneficiarios, pero muy pocos defensores, y algunos de sus m¨¢s eficaces enemigos son los que m¨¢s provecho han sabido sacar de ellas, al amparo de sus libertades y sus garant¨ªas. Sus banderas solo despiertan entusiasmo cuando son banderas derrotadas. Sus h¨¦roes siempre son retrospectivos. Si la Rep¨²blica de Weimar o la II?Rep¨²blica espa?ola hubieran contado con la gratitud y el apoyo de tan solo una parte de quienes m¨¢s motivos ten¨ªan para defenderlas, el triunfo de Hitler y luego el de Franco habr¨ªan sido mucho m¨¢s dif¨ªciles. En un raro momento de sinceridad pol¨ªtica, Jean-Paul Sartre, que tan poca simpat¨ªa manifest¨® siempre por el sistema democr¨¢tico que garantizaba y amparaba su libertad intelectual, escribi¨® que solo cuando se encontraron bajo la ocupaci¨®n nazi descubrieron ¨¦l y sus amigos los muchos m¨¦ritos de la III?Rep¨²blica.
La ortodoxia antifranquista fue muchas veces tan irrespirable como la ortodoxia franquista, y dej¨® una herencia duradera de dogmatismos
La democracia es m¨¢s fuerte de lo que parece contra sus enemigos exteriores ¡ªel terrorismo, la agresi¨®n militar¡ª. Las democracias no pierden guerras, a diferencia de las dictaduras, y no hay organizaci¨®n terrorista que las ponga de verdad en peligro. Si se destruye es desde dentro: cuando en nombre de la seguridad recortan las libertades y se infaman con la tortura; cuando la desigualdad extremada hace imposible el ejercicio de la ciudadan¨ªa y la riqueza desp¨®tica compra las elecciones y corrompe la Administraci¨®n y la pol¨ªtica; y cuando el origen y el dinero determinan de manera absoluta la calidad de la educaci¨®n y la salud cerrando a la mayor¨ªa la perspectiva del progreso y, por tanto, cualquier esperanza efectiva de igualdad. Que no haya formas imparciales de reconocimiento del m¨¦rito es una desgracia, pero mayor desgracia a¨²n es que el m¨¦rito ni siquiera tenga la oportunidad de revelarse.
Dec¨ªa Karl Marx, cosa que sorprender¨¢ a los expertos en teor¨ªa educativa, que la ignorancia nunca ha liberado a nadie. Si he aprendido algo a lo largo de todos estos a?os es que la mezcla de la injusticia y de la ignorancia favorece la infelicidad de las personas y la ruina de la democracia.
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