Keith Richards, el testamento del pirata
Sin salirse de su mitolog¨ªa, el guitarrista de los Rolling Stones demuestra eficacia al enfrentarse con sus estilos favoritos. El suyo es un romanticismo como de ¡®femme fatale¡¯
No nos dejemos enga?ar: por mucho que despotrique contra su cantante, Keith Richards tiene asumido que su trabajo principal son los Rolling Stones; eso supone subordinar todos los proyectos particulares al calendario y las exigencias del grupo madre. Este ¨¢lbum, su tercero en solitario, parece haberse quedado en el congelador durante varios a?os, como revela la presencia del difunto Bobby Keys.
No pasa nada: Richards nunca ha sido hombre de seguir modas, as¨ª que no hay miedo de que sus ocurrencias hayan envejecido. Un doble mensaje transmite Crosseyed Heart. En lo positivo, que todav¨ªa es capaz de crear m¨²sica con eficiencia (algo que rara vez ocurre con los Stones). Imposibilitado de reunir a su banda paralela, los X-Pensive Winos, acept¨® la propuesta del baterista Steve Jordan: que entraran a grabar solitos y que luego a?adir¨ªan los adornos.
As¨ª se ha hecho: Keith canta, pero tambi¨¦n toca bajo, piano y todo tipo de guitarras. Al no poder recurrir a ese incierto M¨¦todo Richards de convocar a la inspiraci¨®n mediante jam sessions con colegas bien intoxicados, las canciones lucen como modestas ideas nacidas fuera del estudio, que han sido pulidas all¨ª con mimo: hay abundancia (13 temas propios m¨¢s dos pr¨¦stamos), brilla la variedad estil¨ªstica y rara vez superan los cuatro minutos.
Aqu¨ª tenemos los palos favoritos de Keith: el blues rural (la canci¨®n que da t¨ªtulo al disco), el reggae (una temblorosa versi¨®n de Gregory Isaacs), el country a lo Gram Parsons (¡®Robbed Blind¡¯), el arrollador rhythm and blues de principios de los cincuenta (¡®Blues In The Morning¡¯), las baladas rompecorazones (¡®Illusion¡¯, con Norah Jones), el soul (¡®Lover¡¯s Plea¡¯), el folk (una arrastrada lectura de ¡®Goodnight Irene¡¯, de Leadbelly), algo de pop (¡®Suspicious¡¯) y ¡ªno sufran¡ª dosis razonables de rock rollingstoniano, bien embridado.
Aparte de alguna impostaci¨®n, Richards saca provecho a sus cuerdas vocales, esas que suelen quebrarse en los directos. Iba a decir que ¡°canta con convicci¨®n¡±, pero eso se da por descontado¡ y resulta parte del problema. El hombre est¨¢ tan profundamente enamorado de su imagen de Gran Filibustero que termina reiterando unos t¨®picos que cre¨ªamos enterrados con su libro autobiogr¨¢fico.
Casi cuarenta a?os despu¨¦s de sortear su mayor problema con la justicia (la detenci¨®n en Toronto), en ¡®Nothing On Me¡¯ todav¨ªa cacarea que no pudieron encarcelarle, como si no supi¨¦ramos que Rolling Stones Inc. es una empresa casi tan protegida como J. P. Morgan & Co. Felizmente casado desde 1983, para el cancionero recurre autom¨¢ticamente a las mujeres enga?osas, esas que van a por su cartera. El suyo es un romanticismo al estilo del cine negro cl¨¢sico: sabe que ella es una femme fatale, pero prefiere no desengancharse.
Aunque forme parte del establishment, su tozuda perspectiva sigue siendo la del bandolero orgulloso de lograr el indulto. Le salva, quiz¨¢, su sentido del humor (¡®Ammesia¡¯ bromea con la famosa ca¨ªda del cocotero) y las invocaciones rituales a la Hermandad de los Forajidos, como cuando se ofrece a ayudar al amigo en horas bajas (¡®Trouble¡¯). Keith languidece en ese universo enrarecido de los multimillonarios, pero todav¨ªa conserva cierta nobleza na?ve y reconfortante.
Crosseyed Heart. Keith Richards. Mindless / Universal
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