Protesta que algo queda
?Puede una canci¨®n cambiar el mundo? Respuesta: no. ?Es l¨®gico valorar siempre al artista ¡°concienciado¡± por encima del cantante ¡°sin conciencia¡±? No. ?Es deseable mantener una actitud cr¨ªtica ante lo que te rodea y que eso se traslade a tus canciones? S¨ª.
Utilizar la may¨¦utica en un breve art¨ªculo period¨ªstico puede que no sea lo m¨¢s correcto porque nos vemos obligados, por falta de espacio, a dar respuestas monosil¨¢bicas a cuestiones que necesitar¨ªan largas matizaciones.
Las circunstancias hist¨®ricas y sociales de determinadas ¨¦pocas pasadas favorecieron que ciertos artistas y canciones funcionaran como bander¨ªn de enganche para actitudes que eran compartidas por un buen n¨²mero de j¨®venes occidentales y que sirvieron, sobre todo en los 60, para que se instalara una difusa conciencia global sobre cu¨¢l era el problema, aunque rara vez quedaba claro cu¨¢l era la soluci¨®n.
Ahora que todo se ha relativizado y que las nuevas generaciones nos sorprenden reivindicando a cantantes mimados por la dictadura, se hace necesario explicar que los que nacimos a principios de los 60, y por lo tanto ¨¦ramos adolescentes en la segunda mitad de los 70, ten¨ªamos en el rock una especie de biblia ap¨®crifa que nos suministraba munici¨®n ideol¨®gica para manejarnos en la vida. Muchas veces eran balas de fogueo disparadas con fabulosas armas de pl¨¢stico, pero nos ayudaban a defendernos mentalmente de las contradicciones, reales o imaginarias, del sistema.
Lo cierto es que cualquier hecho, por nimio que pueda parecer, nos obliga a tomar postura, aunque sea a t¨ªtulo personal y fuera de cualquier seguidismo partidario. Un suspiro de enamorado o un contrato de trabajo, el aleteo de una mariposa o las obras de una calle, una gota de lluvia en el cristal de la ventana o un tiro en la nuca del discrepante. Todo esto es trasladable a una canci¨®n. Que esa letra envuelta en una melod¨ªa ejerza alguna influencia en los oyentes depende de tantas cosas que ser¨ªa imposible enumerarlas aqu¨ª.
Y que seamos conscientes de que una canci¨®n no va a hacer caer los muros de Jeric¨® no significa que rechacemos el placer de darnos cabezazos contra ellos, que viene a ser igual que gritar en el desierto. Pero pongamos el arte por encima del panfleto rimado y la ¨¦tica del librepensador antes que la b¨²squeda del aplauso f¨¢cil.
Jos¨¦ Ignacio Lapido es m¨²sico.
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