Allen Toussaint: el ¨²ltimo concierto
El maestro de Nueva Orleans ha fallecido este martes en Madrid tras un concierto elegante
A estas alturas no vamos a descubrir a Allen Toussaint, fallecido anoche en Madrid, ni a reprocharle nada, ni siquiera la inenarrable colecci¨®n de lentejuelas (verdes en la americana, doradas para los pantalones) que adornaba la indumentaria con la que este lunes asom¨® por el Teatro Lara. Toussaint es, a sus casi 78 a?os, historia viva, leyenda inmarcesible y todas las f¨®rmulas solemnes que se les ocurran en torno a su papel en el mapa sonoro de Nueva Orleans, epicentro mel¨®mano como solo se conocen cuatro o cinco m¨¢s en toda la faz de la tierra. Otra cosa es que el abuelo espiritual de la Ciudad Creciente atraviese por el m¨¢s plet¨®rico de sus momentos, lo que parece circunstancia inevitable para un hombre con seis d¨¦cadas de trayectoria frente a los focos. Toussaint es hoy un m¨²sico poco sobrado de facultades vocales, pero a cambio conserva una vitalidad incontenible, fulminante, generosa como un manantial. Esa es la f¨®rmula actualmente en vigor: poco cuerpo, mucha alma.
Allen atesora tambi¨¦n dinamita crepitante en la punta de los dedos, esa capacidad para que el swing prenda al instante en cuanto rozan el teclado de su piano de cola. No ayuda, sin embargo, la sensaci¨®n de que su tr¨ªo de acompa?amiento era correoso pero no brillante, m¨¢s acad¨¦mico que emotivo. La estampa de ese bajista consultando partituras es impensable en una m¨²sica tan trepidante y carnal como la que se estila en las m¨¢rgenes del Misisipi. Y alg¨²n solo de guitarra parec¨ªa extra¨ªdo de un viejo manual sobre rock orientado para adultos.
Por todo ello el disfrute fue m¨¢s contenido que desbordante, con alg¨²n que otro pico de intensidad en la meseta de la veteran¨ªa. Sneakin¡¯ Sally through the alley son¨® tan directa y adictiva como suele suceder cuando el estribillo se coloca en el arranque mismo de la pieza, igual que Get out of my life woman propici¨® el primer t¨ªmido rugido de Toussaint y la m¨¢s p¨ªcara de sus sonrisas. Pero ni siquiera With you in mind, una de esas baladas incontestables, son¨® ardorosa, sino tan solo pl¨¢cida.
Es curioso que acaso el mejor momento de la velada llegara con una lectura instrumental de St. James infirmary en la que el bater¨ªa sustituye magistralmente las baquetas por golpes en los muslos o las palmas de las manos. Toussaint mostr¨® entonces su deliciosa habilidad con la digresi¨®n pian¨ªstica, esa capacidad suya para encadenar citas de melod¨ªas c¨¦lebres en cualquier g¨¦nero: minutos m¨¢s tarde lleg¨® incluso a intercalar en Southern nights unas notas de Caruso.
Alg¨²n rezagado no descubri¨® a Allen Toussaint hasta The river in reverse, su disco de 2006 junto a Elvis Costello, del que rescat¨® un momento sensacional: Who¡¯s gonna help a brother get further. Y, pese a todo, cundi¨® en ocasiones una extra?a sensaci¨®n de rutina, de que la noche transcurr¨ªa pl¨¢cida pero acabar¨ªamos meti¨¦ndonos en cama como si se tratara cualquier otra noche. Sin grandes sobresaltos ni misterios, sin un m¨ªnimo revuelo en los poros de la piel. La del maestro fue vitalidad a media voz, una sesi¨®n afectuosa que termin¨® con piropos varios (¡°me gustar¨ªa llevaros a todos a Nueva Orle¨¢ns¡±) y hasta un breve paseo por el patio de butacas para propiciar abrazos y alg¨²n selfi. Es decir, el equivalente a una cita agradable en la que se ech¨® de menos el ardor.
Al bueno de Toussaint le seguiremos aplaudiendo con ganas. Incluso el estilismo de lentejuelas. Siempre. Con una salvedad: las sandalias con calcetines blancos.
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