Fulgurante ¨¦xito del tenor Juan Diego Fl¨®rez en el Teatro Real

Como en la famosa novela inacabada de Stefan Zweig, La embriaguez de la metamorfosis, la historia del tenor Juan Diego Fl¨®rez (Lima, Per¨², 1973) se asemeja a la oruga transformada en mariposa. De mediocre cantante pop que triunf¨® en un concurso local de 1989 al m¨¢s grande tenor belcantista internacional en menos de diez a?os. Un fen¨®meno vocal que sigue en la c¨²spide tras casi dos d¨¦cadas de imponente carrera. Un l¨ªrico-ligero con una prodigiosa combinaci¨®n de naturalidad y perfecci¨®n t¨¦cnica que ha hecho creer al p¨²blico que cantar las m¨¢s intrincadas arias oper¨ªsticas de Rossini, Bellini y Donizetti es algo sencillo.

Fl¨®rez volvi¨® a embriagar al p¨²blico del Teatro Real con un recital ascendente, bien dise?ado, con varios gui?os a Alfredo Kraus y h¨¢bilmente acompa?ado por el pianista norteamericano Vincenzo Scalera. La noche empez¨® marcada por el recuerdo de los terribles atentados de Par¨ªs con un minuto de silencio y la dedicatoria del tenor peruano de las tres bell¨ªsimas m¨¦lodies de Duparc que abr¨ªan el programa. Fl¨®rez las defendi¨® con toda su elocuencia musical, pero se resinti¨® su pronunciaci¨®n de los versos de Cazalis, L¡¯Isle y Baudelaire. Tampoco el estilo, fraseo y vocalidad en las dos arias de Mozart de Don Giovanni y Cos¨¬ fan tutte fueron ideales. En realidad, la fiesta no comenz¨® hasta que llegaron Rossini y Donizetti. Y aqu¨ª la belleza de su timbre, una t¨¦cnica inmaculada, su personal forma de integrar las agilidades o esa generosa propensi¨®n al agudo ganaron al p¨²blico ya fuera como Narciso en Il turco in Italia o Edgardo de Lucia de Lammermoor, un papel que cantar¨¢ por primera vez el mes que viene en el Liceu de Barcelona.

La segunda parte se abri¨® con un ramillete de arietas y canciones napolitanas bien conocidas que forman parte de su nuevo disco titulado Italia como Mattinata de Leoncavallo o Marechiare de Tosti. Pero nuevamente fue la ¨®pera lo que marc¨® la diferencia con una proverbial versi¨®n de la scena ed aria de Gennaro Partir degg¡¯io... T¡¯amo qual s¡¯ama de Lucrezia Borgia. Donizetti la a?adi¨® al comienzo del segundo acto para lucimiento del tenor ruso Nicola Ivanoff, Richard Bonynge la recuper¨® en los a?os sesenta, Alfredo Kraus la consolid¨® en el repertorio y ahora Fl¨®rez ha recogido su testigo. Fue quiz¨¢ lo mejor de la noche con una impresionante mezcla de seducci¨®n vocal, generosidad en el fiato y consistencia en el registro agudo.

Tampoco faltaron las propinas con los destellos de simpat¨ªa natural del tenor peruano. Empez¨® por todo lo alto con la cabaletta?Ah! mes amis...Por mon ?me de La fille du regiment de Donizetti y sus impresionantes nueve Do de pecho. Sigui¨® un gui?o a sus or¨ªgenes con el vals Jos¨¦ Antonio de la cantautora peruana Chabuca Granda que se acompa?¨® ¨¦l mismo con la guitarra. Atendi¨® la petici¨®n del p¨²blico de la romanza Una furtiva lacrima del L¡¯elisir donizettiano que cant¨® con exquisito legato. Luci¨® vis c¨®mica manzana en mano en Au Mont Ida, trois d¨¦esses de La belle H¨¦l¨¨ne de Offenbach. Y todo termin¨® con la famosa canzone?La donna ¨¨ mobile?de Rigoletto de Verdi, precisamente la pr¨®xima ¨®pera que subir¨¢ a las tablas del Teatro Real.