Exploradora por amor
La primera media hora es con mucho lo mejor de una pel¨ªcula que alterna lo rom¨¢ntico con lo m¨ªtico
Autora total en sus cinco primeras pel¨ªculas, que escribi¨® y dirigi¨®, Isabel Coixet inici¨® con la notable Elegy (2005) una nueva etapa creativa en la que se han ido alternando proyectos m¨¢s personales (s¨ª, todos lo son, pero unos m¨¢s que otros), como Mapa de los sonidos de Tokio, con productos en principio ajenos, perge?ados por otros desde la escritura, a los que pese a la desigualdad ha ido insuflando su cuidada est¨¦tica, su sello personal, a veces al borde del exceso, pero (casi) siempre elegante. Una segunda vertiente en la que hay que encuadrar Nadie quiere la noche, con irregular guion de Miguel Barros, el escritor de la estupenda Blackthorn, y que en su camino desde su estreno en el Festival de Berl¨ªn hasta los cines ha perdido casi 20 minutos gracias a un nuevo montaje. Un paso atr¨¢s, o quiz¨¢ a un lado, que evidencia que algo no iba del todo bien, pero que seguramente ha acabado conformando una obra m¨¢s alicatada y menos morosa.
NADIE QUIERE LA NOCHE
Direcci¨®n: Isabel Coixet.
Int¨¦rpretes: Juliette Binoche, Rinko Kikuchi, Gabriel Byrne, Matt Salinger.
G¨¦nero: drama. Espa?a, 2015.
Duraci¨®n: 103 minutos.
La primera media hora, tanto en el guion como en la presentaci¨®n de personajes, conflictos y dilemas, es con mucho lo mejor de una pel¨ªcula que alterna lo rom¨¢ntico con lo m¨ªtico, el descubrimiento universal con el ¨ªntimo y personal. La apasionante historia real de Josephine, esposa de Robert Peary, supuesto descubridor del Polo Norte, mujer dispuesta a la aventura para no perder un marido, exploradora por amor, despreciada en favor del mito, la celebridad, el ego¨ªsmo y puede que tambi¨¦n la impostura, est¨¢ narrada con convicci¨®n y br¨ªo (esos rojos del vestido de terciopelo y de la sangre del oso frente al blanco impoluto del paisaje). Sin embargo, su segunda mitad, la del trayecto hacia ninguna parte, la del descubrimiento de uno mismo m¨¢s que el del triunfo y el encuentro, cojea a cada paso y demuestra lo complicado que resulta a veces combinar el tiempo real con el tiempo cinematogr¨¢fico. Y su narraci¨®n a base de letreritos (primera, segunda, tercera... semana del invierno polar), parad¨®jicamente, nunca da sensaci¨®n de paso del tiempo, de cambio, de transcurso, de trayecto vital hasta el roce de la muerte.
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