Atropellados por el croma

La trilog¨ªa literaria Los juegos del hambre, convertida en tetralog¨ªa para el cine por la fuerza de la comercialidad y la mercadotecnia, ha acabado diluy¨¦ndose en la pantanosa ci¨¦naga de la serialidad mal entendida. Aquella que apuesta de tal manera por el territorio conocido, por el estiramiento, la falta de riesgo y el aplazamiento de los cl¨ªmax a base de subterfugios epis¨®dicos sin inter¨¦s, que lleva a sus productos directamente a la nada. Lo que comenz¨® siendo una interesante distop¨ªa juvenil sobre las relaciones de dominaci¨®n, el imperio de la propaganda y la lucha por la supervivencia, que aunaba espect¨¢culo y una cierta sensaci¨®n de trascendencia, se hunde en su ¨²ltimo cap¨ªtulo, Los juegos del hambre: Sinsajo, parte II, en un ladrillo con demasiada sistem¨¢tica y poca acci¨®n, con la complejidad en el pozo de la desesperanza y la planicie de su director, Francis Lawrence, reinando en la morosidad.

Podr¨ªa decirse que Sinsajo, parte II es una pel¨ªcula sobre el hecho de hacer planes, cuando lo que importa son las acciones. Personajes diciendo vamos a hacer esto o vamos a hacer lo otro cuando lo esencial es que lo hagan, no que lo digan. Dos horas y cuarto en las que Lawrence no es capaz de legar una sola imagen perdurable (qu¨¦ mal filmado y montado est¨¢ el cl¨ªmax de la flecha, sin tensi¨®n ni sorpresa en el tempo y la puesta en escena), y en la que una de las pocas secuencias de acci¨®n ejerce de paradigma de c¨®mo no deben utilizarse los avances digitales: la del asalto a la fortaleza, en la que los protagonistas no parecen escapar de un tsunami de petr¨®leo sino de un croma que amenaza con atropellarlos. A ellos y, de paso, al cine.