Doris Salcedo resucita a las v¨ªctimas de la traves¨ªa del Estrecho
La gran artista colombiana prepara una ambiciosa instalaci¨®n para el Museo Reina Sof¨ªa en la que homenajea a los ahogados que perecen tratando de llegar a Europa por mar
La palabra ausencia posee una poderosa e inquietante presencia en la obra de Doris Salcedo (Bogot¨¢, 1958). La puede perfilar mediante la elocuente l¨ªnea de un mueble desvencijado o a trav¨¦s del diminuto hueco sin rastro de tobillos que desprenden los zapatos de un muerto. Tambi¨¦n dentro de unos cajones entreabiertos, entre camisas planchadas y apiladas, a lo largo de perchas imaginarias donde cuelgan las prendas de quienes nunca regresar¨¢n.
El halo visible con el recuerdo transmutado en aire f¨ªsico se percibe dentro de su contundente trabajo de forma permanente. Lo intuimos en las sillas vac¨ªas que anta?o fueron ocupadas en cualquier comedor, en los harapos que deja tras de s¨ª la guerra, entre el polvo n¨®mada que levantan a su paso los refugiados¡
Vida y obra
Nacida en Bogot¨¢, en 1958, Doris Salcedo estudi¨® en la universidad de su ciudad natal y en Nueva York. Dirigi¨® una escuela de arte en Cal¨ª, antes de ser becada por la Fundaci¨®n Guggenheim, que catapult¨® su carrera. Cosech¨® un gran ¨¦xito con su grieta de la instalaci¨®n Shibboleth, en la Sala de Turbinas de la Tate Modern, en Londres, y ha expuesto en el MoMa y el Guggenheim de Nueva York o el Pompidou parisino.
O, ahora, entre los nombres esculpidos en agua que rellenan un tenebroso vac¨ªo l¨ªquido sobre las playas fronterizas de Canarias o Andaluc¨ªa. Con esa materia est¨¢ forjando Doris Salcedo su Palimpsesto, la obra que desde hace a?os prepara la creadora colombiana para el Museo Reina Sof¨ªa.
El suelo del Palacio de Cristal, en el Retiro madrile?o, espera ese relleno de arena que acabar¨¢ plagado de identidades olvidadas entre el 5 de octubre de 2017 y marzo de 2018. El anonimato de los ahogados a lo largo de todos estos a?os en medio del Estrecho, quedar¨¢ en parte conjurado por la artista latinoamericana m¨¢s reconocida hoy en todo el mundo.
Brotes de racismo
No existe olvido pertinaz que soporte la rabia de esta mujer. No lo ha logrado el silencio impuesto durante d¨¦cadas sobre las v¨ªctimas del conflicto que aflige pero no achanta hoy a su tierra colombiana, pero tampoco los desheredados de ?frica, ni los ca¨ªdos en el Holocausto, incapaces a¨²n de alertar con su sombra los brotes de racismo y rechazo que envenenan hoy Europa.
Aquella grieta con la que Salcedo rasg¨® el suelo de la sala de la turbina en la Tate Modern londinense ¡ªsu obra Shibboleth¡ª, ha resultado prof¨¦tica para el continente. Ese dichoso trozo del mundo que quiere cerrar David Cameron por el Atl¨¢ntico, alambicar el gobierno espa?ol por Ceuta y Melilla o fortificar a base de muros el derechista h¨²ngaro Victor Orban alrededor del Danubio, enciende su capacidad de denuncia.
Manuel Borja-Villel, director del Reina Sof¨ªa, espera paciente que Salcedo resuelva con un equipo de ingenieros y t¨¦cnicos en su estudio de Bogot¨¢ las dificultades de Palimpsesto. ¡°En un periodo que el mundo del arte exige a los creadores producir sin cesar, el trabajo de Doris se nos presenta como lento, a largo plazo. Eso es en s¨ª relevante y dificulta la absorci¨®n por un mercado cada d¨ªa m¨¢s voraz. Sus temas tienen que ver con el sufrimiento y la marginaci¨®n de los despose¨ªdos, de los que no tienen voz. Justamente ese ritmo provoca que su obra nunca caiga en lo anecd¨®tico, ni que, por tanto, se recree en el sufrimiento¡±, explica.
Su intenci¨®n es clara en esta nueva instalaci¨®n. Rellenar¨¢ con arena especial todo el suelo del Palacio de Cristal. De esa superficie, mediante un complejo m¨¦todo hidr¨¢ulico, se ir¨¢n escribiendo con agua sobre la gravilla los nombres de cientos de muertos en su intento de atravesar el mar.
?Despojos de pateras
Fantasmas ahogados, despojos de Ulises en pateras a la deriva, que huyen, con todo derecho, de la miseria. Quiz¨¢s les espere al otro lado un futuro para muchos de ellos. Eso, si no se lo tuerce la muerte. A todos dirige la mirada ahora, esa gran conciencia dotada de poder de resurrecci¨®n que Salcedo imprime a su obra.
Lo hace mediante un complicado entramado t¨¦cnico que expandir¨¢ en 212 paneles elevados a 18 cent¨ªmetros del suelo y cubrir¨¢n los casi 1.100 metros cuadrados del Palacio de Cristal. Los visitantes podr¨¢n caminar en medio de la instalaci¨®n, a lo largo de rampas. Palimpsesto fue un encargo surgido a ra¨ªz del Premio Vel¨¢zquez. Un reconocimiento que Salcedo obtuvo en 2010. ¡°Encargar por parte de nuestro museo una obra a quien lo gane no es una norma escrita. Pero nos pareci¨® oportuno hacerlo en su caso¡±, relata Borja-Villel.
Despu¨¦s de haber decorado el palacio de Justicia de Bogot¨¢ con sillas que se adher¨ªan a la pared como insectos gigantes salidos de una pesadilla; tras su grieta londinense, un encargo que le puso en la misma liga mundial de Olafur Eliasson o Anish Kapoor; despu¨¦s de sus pasos por Documenta (Kassel) o tras haber triunfado con una retrospectiva este a?o en el Guggenheim de Nueva York, Doris Salcedo anda estos meses volcada en la resoluci¨®n de su Palimpsesto. Y prefiere no hablar de la obra hasta que est¨¦ terminada.
De nuevo explora el car¨¢cter fantasmag¨®rico de la violencia, sin que se vea obligada a hacerla expl¨ªcita. Prefiere Salcedo el poder cham¨¢nico de la evocaci¨®n, dotar de aliento po¨¦tico el recuerdo de quienes en contra de su voluntad cayeron por el camino.
Mujer discreta, artista de un rigor obsesivo, esp¨ªritu nada complaciente con el abuso, implacable con quienes detentan el horror, la artista colombiana calcula en su nueva instalaci¨®n c¨®mo volver a atragantar todo argumento que minusvalore el concepto sagrado de vida. El Reina Sof¨ªa vuelve a acoger, como hizo en 1994 con su obra Cocido y crudo, el arte inc¨®modo y contundente de Salcedo.
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