Cuando el marco es la pantalla
La exposici¨®n 'Duty-Free Art', de Hito Steyerl, forma parte de un ensayo cr¨ªtico y desacomplejado sobre la cultura de hoy que muestra un mundo de contradicciones
Quiz¨¢ la realidad no sea ya sino una ventana m¨¢s de nuestra habitaci¨®n conectada y la pregunta por la ficci¨®n un gesto nost¨¢lgico, de cuando las im¨¢genes con marco eran prerrogativa de unos pocos y, claramente, estaban significadas desde una perspectiva y poder delimitados. Habitamos un mundo de ¡°im¨¢genes sin carne¡±, que dir¨ªa Debray, pero coincido con Hito Steyerl en c¨®mo hoy resultan especialmente significativas las ¡°im¨¢genes pobres¡±.
Se refiere Steyerl a esas cotidianas, consideradas de poca calidad o baja resoluci¨®n, comprimidas para viajar r¨¢pido, populares, que pueden ser hechas por muchas personas y expresan, dice la artista, su f¨¢cil transferencia, apropiaci¨®n y reformateo, pero tambi¨¦n, las contradicciones de la muchedumbre, su condici¨®n afectiva, su narcisismo, su distracci¨®n, su paranoia, su deseo de autonom¨ªa, la capacidad de mostrar las heridas de sus ¡°colisiones con la pol¨ªtica y la violencia¡±.
Tanto su libro Los condenados a la pantalla como su exposici¨®n Duty-Free Art forman parte de un mismo ensayo cr¨ªtico y desacomplejado sobre la cultura contempor¨¢nea, donde hace convivir las contradicciones de un mundo mediado por pantallas; all¨ª donde las c¨¢maras igual operan como herramienta que como arma, articulando picos de intensidad reflexiva en los nodos: pol¨ªtica, arte, precariedad, guerra, crisis, feminismo y tecnolog¨ªa.
Descubr¨ª a esta singular creadora cuando terminaba mi ensayo Ojos y capital y no me sorprendi¨® que en un mundo global estuvi¨¦ramos mirando lo mismo, pero Steyerl con ese valor a?adido y envolvente de practicar lo que hace pensativo, me refiero a su obra visual, donde congrega y disuelve formatos (documental, cine, conferencia, videojuego, animaci¨®n, performance, instalaci¨®n). Lo hace invistiendo la ficci¨®n de veracidad (y viceversa) a trav¨¦s de una narrativa l¨ªquida y pixelada p¨¢tina de imagen amateur. El resultado, un trabajo cargado de ¨¦poca, metadiscursivo a ratos, reflexivo y necesariamente divergente, por momentos par¨®dico, atravesado por un feminismo que pulsiona desde la estructura; como en esa imagen (pobre) de su obra germinal November, donde tres chicas dicen pelear con las manos con los villanos, que ¡°siempre portan armas¡±. Y la artista (que pelea y habla) afirma: ¡°Los h¨¦roes son inocentes s¨®lo en la ficci¨®n¡±.
Cuando le¨ª su ensayo, estaba yo saliendo del museo (figurado), en crisis con la instituci¨®n, sin muchas ganas de volver al arte contempor¨¢neo acotado en salas y exposiciones, m¨¢s atra¨ªda por los libros y las im¨¢genes sin marco que habitamos y?producimos cotidianamente en las pantallas. Pero me parec¨ªa necesario ver c¨®mo la artista encajaba su cr¨ªtica a este mundo art¨ªstico desde dentro de este mundo. Y aunque creo que palpita esa incomodidad cr¨ªtica, Steyerl logra infiltrar su alteridad en el espacio aprovechando lo que todav¨ªa punza y privilegia al museo (para quien no lo conciba como mero lugar de paseo): su posibilidad de crear ¡°tiempo de mirada¡±, sin zapping, en una ¨¦poca de distracci¨®n generalizada.
En una escenograf¨ªa de sacos de arena y pantallas, no cabe advertir s¨®lo mera referencia al arte como campo de batalla, sino tambi¨¦n a un mundo demasiado vol¨¢til que precisa de contrapeso para no salir volando, arrastrados por el car¨¢cter l¨ªquido de la ¨¦poca, esa percepci¨®n de ca¨ªda libre sobre la que la artista construye su discurso. No est¨¢ claro cu¨¢nto pesan los datos, los algoritmos, las im¨¢genes que conforman la civilizaci¨®n contempor¨¢nea. Quiz¨¢ por ello, las salas expositivas tambi¨¦n se ven interpeladas a cada rato por sus textos y su voz (el peso de la palabra), como si ilustraran el momento en que, sugiere Steyerl, la vida real se disolvi¨® en el agujero negro de la acumulaci¨®n financiera, y sin suelo, en ese fluir neoliberal y digital, se nos reclamara ?qu¨¦ pasa con la subjetividad, con la capacidad de imaginar y crear?
Es desde esta sensibilidad que su abordaje de la relaci¨®n arte y pol¨ªtica no se limita al arte como pr¨¢ctica, sino como ¡°lugar de trabajo¡±. Quien visualice su obra habiendo le¨ªdo su ensayo, no podr¨¢ dejar de observar fuera de las pantallas: esas vigilantes de sala, esa limpiadora¡ Porque cuando los focos se apagan, el arte sigue vinculado a las personas que habitan/conforman sus espacios, pero tambi¨¦n a la riqueza acumulada por unos pocos, la especulaci¨®n y la guerra, la hipocres¨ªa frente a autocracias ¡°dignas de respeto¡±, los nuevos ricos y su reverso. Justo lo que tan precisamente ilustra la pensadora: el arte como laboratorio para ¡°muchos de los nuevos pobres¡±; proletarios de la cultura caracterizados por un ¡°trabajo de choque¡± (udarny trud), entusiasta y superproductivo, empujado al ¡°parloteo trivial¡± y la pose, ¡°vendedores de s¨ª itinerantes¡±. Trabajo alimentado de agotamiento y fechas l¨ªmite, de becarios de posgrado y otros vagabundos digitales, genios jovenzuelos de la tecnolog¨ªa y traductores supers¨®nicos, dispuestos a dar y hacer por algo de reconocimiento o visibilidad, casi siempre sin sueldo. Coincido en su percepci¨®n de c¨®mo, en esta parte del mundo, despu¨¦s del trabajo dom¨¦stico y de cuidados (esa multitud silenciada de trabajadoras afectivas controladas), el trabajo cultural contempor¨¢neo (que yo ampliar¨ªa a parte del acad¨¦mico) supone nuevas formas de explotaci¨®n y un alto ¨ªndice de trabajo no remunerado.
El tiempo en las pantallas no siempre se paga, pero las vidas y sus datos siempre se cuentan. Necesitan ser cuantificadas para ser operativas, pronosticadas, solapando la compleja acci¨®n de las pantallas como zona socializadora, de control y parque de atracciones. Steyerl apunta a miradas tan militaristas como pornogr¨¢ficas, que oscilan, desde la global y omnisciente de un sat¨¦lite-arriba a la microsc¨®pica y forense. Pero no perdamos de vista las que archivan y predicen patrones y tendencias de la multitud, o las que nos acostumbran sin pesta?ear ante una guerra o masacre all¨ª y, levemente (d¨ªas o parpadeos) si es aqu¨ª.
La obra de Steyerl parece congregar capas y ojos (un eco suena a Foucault: ¡°Detr¨¢s de todo ojo que ve hay un ojo m¨¢s tenue (¡) y detr¨¢s de ¨¦ste hay otro nuevo, luego otro m¨¢s, cada vez m¨¢s sutiles, y que pronto s¨®lo tienen ya como ¨²nica sustancia la pura transparencia de la mirada¡±), descubriendo en la hipervisibilidad del exceso y las miradas, la tentaci¨®n de convertirnos en cosa. Frente a ella, la posibilidad (cuando menos reflexiva) de desa?parecer. No se pierdan su tutorial para llegar a ser invisible: How Not to Be Seen: a Fucking Didactic Educational .mov File.
Duty-Free Art. Hito Steyerl. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa. Madrid. Hasta el 21 de marzo de 2016.
Los condenados de la pantalla. Hito Steyerl. Traducci¨®n de Marcelo Exp¨®sito. Pr¨®logo de Franco Berardi. Caja Negra. Per¨², 2015. 208 p¨¢ginas. 18 euros.
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