R¨¦quiem sovi¨¦tico
La obra de Alexi¨¦vich es una revancha del periodismo para explicar lo que fue silenciado durante siete d¨¦cadas
Hay muchos periodistas en la n¨®mina del Nobel de Literatura, aunque ninguno hasta ahora galardonado estrictamente por su obra period¨ªstica. Formalmente, tampoco es el caso de Svetlana Alexi¨¦vich, distinguida por la Academia Sueca por ¡°su obra polif¨®nica, un monumento al sufrimiento y al coraje de nuestro tiempo¡±; aunque, si nos acercamos a sus narraciones, no encontramos ficci¨®n, poes¨ªa o literatura dram¨¢tica, los g¨¦neros usualmente valorados como literatura, sino unos relatos casi siempre en primera persona de millares de desconocidos ciudadanos rusos y de las antiguas rep¨²blicas sovi¨¦ticas, gente com¨²n que explica sus propias vidas, emociones, experiencias e ideas.
Los libros de Alexi¨¦vich tienen mucho de historia oral e incluso de antropolog¨ªa social, tambi¨¦n de memorialismo colectivo o coral, pero son ante todo fruto de un trabajo period¨ªstico. El buen periodista es aquel que sabe preguntar y, sobre todo, repreguntar, hasta extraer el m¨¢ximo grado de verdad de sus entrevistados. La Nobel bielorrusa, adem¨¢s de poseer el don de hacer hablar a la gente hasta confiarse a su interrogadora, tiene la virtud antiperiod¨ªstica de la paciencia. Su trabajo es persistente y lento. Charla con sus testigos durante meses en entrevistas sucesivas; repasa las transcripciones de las grabaciones una y otra vez, y deja, al final, que reposen durante a?os hasta componer, mediante un trabajo de montaje narrativo muy cuidado, esos libros polif¨®nicos sobre los grandes acontecimientos tr¨¢gicos del pasado sovi¨¦tico.
La obra de Alexi¨¦vich tambi¨¦n se distancia del periodismo en la medida en que adopta un tono filos¨®fico, incluso metaf¨ªsico, sobre todo en las escasas intervenciones que hace la autora con su voz y que se leen en peque?as introducciones, algunos cap¨ªtulos singulares o se cuelan en los t¨ªtulos de los cap¨ªtulos. Lo mismo sucede con los mon¨®logos de sus protagonistas, de los que se destilan de vez en cuando sentencias m¨¢s propias de libros sapienciales que de reportajes period¨ªsticos. Hay incluso en esta obra narrativa un aliento prof¨¦tico, de advertencia respecto a la naturaleza humana y a las pretensiones prometeicas; a los males que se derivan del culto al Estado y de la disoluci¨®n de la personalidad individual en el sujeto colectivo, o al descontrol de la t¨¦cnica y de la ciencia cuando caen en manos ineptas e irresponsables, sin aprecio alguno por la vida humana.
Los libros de los que dispone el lector espa?ol tratan sobre tres tragedias profundamente sovi¨¦ticas, como son la guerra contra Hitler vista por las mujeres (La guerra no tiene rostro de mujer), la cat¨¢strofe de la central nuclear (Voces de Chern¨®bil) y el hundimiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica misma (El fin del ¡®Homo sovieticus¡¯). Falta Los muchachos del zinc, libro que aqu¨ª no ha sido traducido, sobre la ¨²ltima guerra sovi¨¦tica, la de Afganist¨¢n (1979-1986), en la que murieron 50.000 j¨®venes sovi¨¦ticos y precedi¨® en poco tiempo al hundimiento del comunismo. Cada uno de ellos, como las propias historias individuales que los componen, puede leerse por separado, pero juntos conforman un gran friso narrativo, una narraci¨®n de narraciones que trata al final sobre una tragedia ¨²nica y es una especie de Las mil y una noches del horror y la mentira del sistema sovi¨¦tico.
La obra de Alexi¨¦vich da la raz¨®n a Vlad¨ªmir Putin sobre la envergadura de la cat¨¢strofe geopol¨ªtica y de la tragedia humana que ha representado la desaparici¨®n de la URSS. Con una salvedad notable: siendo un aut¨¦ntico r¨¦quiem narrativo por el imperio desaparecido, extiende el car¨¢cter tr¨¢gico y catastr¨®fico del acontecimiento a la historia sovi¨¦tica entera, al igual que extiende su denuncia del estalinismo al propio Putin y a los nost¨¢lgicos que pretenden resucitar los instintos sovi¨¦ticos a trav¨¦s de los ensue?os imperiales rusos.
La obra de Alexi¨¦vich es tambi¨¦n una revancha del periodismo, que busca las fuentes m¨¢s modestas y las experiencias m¨¢s sencillas para explicar lo que fue silenciado durante las siete d¨¦cadas sovi¨¦ticas. Algo hay de terapia personal y colectiva e incluso de penitencia personal por el consenso y la aquiescencia con el r¨¦gimen sovi¨¦tico, compartidos por casi todos, tambi¨¦n por la escritora en su juventud. Basta con leer los ¡®Apuntes de una c¨®mplice¡¯, con que abre el ¡®Homo sovieticus¡¯, y la ¡®Entrevista de la autora consigo misma sobre la historia omitida y sobre por qu¨¦ Chern¨®bil pone en tela de juicio nuestra visi¨®n del mundo¡¯, en Voces de Chern¨®bil. Esta no es una literatura amena ni de entretenimiento. Como las literaturas del Holocausto o del Gulag sovi¨¦tico, g¨¦neros bien caracter¨ªsticos del sangriento siglo XX, estas son narraciones estremecedoras, m¨¢s para el llanto que para la alegr¨ªa de la lectura, y todo lo contrario del periodismo ef¨ªmero y fr¨ªvolo. Estas narraciones verdaderas, que dan voz e identidad a millares de personas, pertenecen a una especie de periodismo prof¨¦tico y tr¨¢gico, que nos proporciona visiones del apocalipsis en pleno siglo XX e incluso nos advierte respecto al futuro a trav¨¦s de las estampas sovi¨¦ticas de la guerra o de la cat¨¢strofe.
La guerra no tiene rostro de mujer. Svetlana Alexi¨¦vich. Traducci¨®n de Yulia Doblovolskaia y Zahara Garc¨ªa Gonz¨¢lez. Debate. Barcelona, 2015. 368 p¨¢ginas. 21,90 euros.
El fin del ¡®Homo sovieticus¡¯. Svetlana Alexi¨¦vich. Traducci¨®n de Jorge Ferrer. Acantilado. Barcelona, 2015. 656 p¨¢ginas. 25 euros.
Voces de Chern¨®bil. Svetlana Alexi¨¦vich. Traducci¨®n de Ricardo San Vicente. Siglo XXI. Madrid, 2006. 300 p¨¢ginas. 15 euros.
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