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LIBROS

Caparr¨®s, mirar para contar

El escritor argentino publica ¡®Lacr¨®nica¡¯, una antolog¨ªa de sus mejores reportajes literarios realizadas a lo largo de 40 a?os

Cada vez que sale de viaje, Martin Caparr¨®s Rosenberg (Buenos Aires, 1957) guarda en una peque?a maleta cuatro camisetas negras, dos camisas negras, un pantal¨®n negro, dos pares de calzoncillos y calcetines, el neceser, un ordenador port¨¢til y un kindle. ¡°Fueron a?os redefiniendo el modelo, ?eh?, hasta conseguirlo. Gracias a esto, hace a?os que no despacho [facturo] ninguna valija en el aeropuerto. La que llevo pasa como equipaje de mano¡±, dice con cara de ?bingo! el escritor que con cada viaje que entrega una historia a los lectores. ¡°Visto siempre de negro porque as¨ª todo es mucho m¨¢s f¨¢cil. Porque no tengo que combinar ropa ni lavarla, necesariamente, todos los d¨ªas¡±, a?ade.

¡ª?De negro, incluso, en los calores infernales de ?frica?

¡ª?Viste? A veces me pregunto si no est¨¢ mal. Pero prefiero ir de negro a ?frica que llevar cosas que me hagan perder la eficiencia de este modelo viajero. Dentro de unos d¨ªas me voy a la Argentina. Entre otras personas, voy a ver a un gran amigo, mi primer compa?ero de colegio que cumple 60 a?os, y estaba pensando en llevarle una muy buena botella de vino. Pero para eso tendr¨ªa que despachar la maleta. Estoy dudoso: ?lo har¨¦, no lo har¨¦? ?Hace tanto que no lo hago!

El periodista que, contrario a Tom Wolfe, siempre viste negro y no factura su equipaje en las terminales a¨¦reas, acaba de publicar Lacr¨®nica (C¨ªrculo de Tiza), una antolog¨ªa que repasa sus m¨¢s de cuarenta a?os haciendo notas sobre los sitios, las situaciones y los personajes que ha mirado en medio mundo. Entre un reportaje y otro, Caparr¨®s ha incluido el relato (y la reflexi¨®n) de lo que hay detr¨¢s de su trabajo.

¡ª?Quer¨ªa hacer un corte de caja en la historia de su vida, a trav¨¦s de su vida profesional?

El autor argentino ¡ªla calva, el bigote de manubrio, el magisterio por defecto¡ª le da sorbos a una taza de caf¨¦ en medio de una tarde nublada, cruza la pierna derecha sobre la izquierda, carraspea y responde:

¡ªEs dif¨ªcil negarlo. Lo curioso es que no se me ocurri¨® a m¨ª. Fue una propuesta de la editorial y a m¨ª me gust¨® y por eso lo hice. Es algo as¨ª como el pr¨®logo de la fecha en que me convertir¨¦ en un se?or mayor. Bueno, ya tengo pensadas una serie de celebraciones para dentro de a?o y medio, cuando cumpla 60. Porque va a ser un momento que me va a impresionar mucho. B¨¢sicamente son dos cosas: un libro s¨®lo para los amigos y una reedici¨®n en Anagrama de La historia, que es mi novela que m¨¢s me importa y que hoy est¨¢ totalmente inasequible. Saldr¨¢ para mi cumplea?os, en mayo del 2017. Acabamos de firmarlo. Entonces, Lacr¨®nica no lo pens¨¦ como corte de caja, pero termina siendo eso. Hay momentos, en el libro, en los que me veo muy jovencito. Hoy comentaba con alguien la entrevista que le hago a [Juan] Rulfo, que est¨¢ ah¨ª reproducida. Y digo: ?c¨®mo puede ser que yo fuera tan maleducado para replicarle! Le pido que se defina en tres adjetivos, ¨¦l me dice ¡°pobre diablo¡± y yo le digo: ¡®no, ese es s¨®lo un adjetivo, yo le ped¨ª tres.¡¯ ?Deber¨ªa haberme dado un par de cachetazos! Pero bueno, en ese momento¡­ era un ni?ato.

Mart¨ªn Caparr¨®s es hijo de dos psicoanalistas, Antonio Caparr¨®s y Martha Rosenberg, ¨¦l espa?ol exiliado en Argentina y ella hija de inmigrantes polacos jud¨ªos. Desde los cuatro a?os era un lector voraz de libros de aventuras. A diferencia de sus amigos, era un ni?o que no buscaba dibujitos sino una sucesi¨®n de palabras. Porque a ¨¦l le gustaba ¡ªsiempre y sobre todo¡ªleer. Le¨ªa hasta en la mesa mientras com¨ªa. So?aba con ser Sandok¨¢n, el protagonista de las novelas de Emilio Salgari y ten¨ªa un osito de peluche al que le puso Ya?ez, como el ¡°lugarteniente¡± de Sandok¨¢n. Luego, cuando empez¨® a escribir, principalmente poemas patrios para los actos del colegio, aspir¨® a ser Domingo F. Sarmiento, el rey de las letras argentinas del siglo XIX. Quiz¨¢ influido por las aventuras de estos personajes, tambi¨¦n deseaba con todas sus fuerzas que la vida le permitiera viajar mucho. Comenz¨® a hacerlo a los diez a?os, cuando se separaron sus padres.

Era un adolescente cuando, una noche, durante una cena en casa de su madre, un amigo de ella coment¨® que conoc¨ªa a un periodista que estaba armando un nuevo peri¨®dico. Era diciembre de 1973, el muchacho de 16 a?os fue a ofrecerse como fot¨®grafo (hab¨ªa trabajado durante cuatro d¨ªas haciendo retratos de beb¨¦s) y Miguel Bonasso, al frente del diario Noticias, lo contrat¨® como cadete (chico de los recados).

En la redacci¨®n de Noticias, el cadete ten¨ªa generales de la Primera Divisi¨®n de las letras: Rodolfo Walsh, Juan Gelman, Paco Urondo. A ellos, y a los dem¨¢s, les repart¨ªa con rapidez caf¨¦s, cocacolas y cables de agencia. Un d¨ªa caluroso, uno de los miembros del equipo le pregunt¨® si se atrever¨ªa a redactar una nota con los datos proporcionados por un teletipo que acababa de llegar acerca de un pie congelado, encontrado por un monta?ista austriaco, que hab¨ªa pertenecido al desaparecido escalador mexicano ?scar Arizpe. Mart¨ªn escribi¨® el texto, se titul¨® ¡°Un pie congelado 12 a?os atr¨¢s¡± y, con ese pie (izquierdo), comenz¨® su carrera como periodista, a pesar de la advertencia de su padre: ¡°si quieres hacer periodismo haz periodismo, yo no puedo impedirlo, pero trata de no ser un periodista.¡± Se lo dijo porque, para ¨¦l, un periodista era ¡°alguien que sabe un poquito de todo y nada realmente.¡±

¡°No le hice caso. Lo que pasa es que su advertencia no me pareci¨® disuasoria¡±, dice ahora el tambi¨¦n autor de Com¨ª (Anagrama). ¡°Esa fue la definici¨®n de periodista de un padre preocupado. Pero a m¨ª no me pareci¨® mal plan. En otro momento, qu¨¦ se yo, dicho por un historiador hubiera sido algo as¨ª como la definici¨®n del esp¨ªritu renacentista. Entonces a m¨ª no me pareci¨® mal y me sigue sin parecer.¡±

¡ª?C¨®mo era su padre?

¡ªMi padre era espa?ol. Naci¨® en Madrid, vivi¨® aqu¨ª hasta los 19 a?os, hasta que su familia se fue, formando parte de los perdedores de la guerra. Mi abuelo, que era un m¨¦dico republicano, estuvo preso y cuando lo soltaron agarr¨® a su familia y se fue. Mi padre siempre fue, en Argentina, un gallego, como le dicen all¨¢ a los espa?oles. Era un cl¨¢sico intelectual de izquierda de los 60. Era m¨¦dico, psicoanalista. Fue un militante de izquierda muy comprometido. Form¨® parte de ciertos proyectos para empezar la guerrilla en Argentina. Y, al mismo tiempo, al querer ser inteligent¨ªsimo y activ¨ªsimo, se tom¨® todas las anfetaminas del planeta. Y se jodi¨® la vida, se muri¨® muy joven. A los 58 a?os. La edad que yo tengo ahora. En casa ten¨ªa un laboratorio de fotos y nos encerr¨¢bamos ah¨ª a rebelar y a copiar. ?l hac¨ªa fotos raras, de documentos. Se hab¨ªa comprado una c¨¢mara peque?a y fotografiaba documentos y necesitaba tener un lugar d¨®nde rebelar. Eran momentos que ten¨ªan que ver con militancia pol¨ªtica y dem¨¢s. Pero, a partir de eso, le empez¨® a gustar hacer fotos en general. Nada: fotos de la calle, de mi hermano y yo, cualquier cosa. Y nos encerr¨¢bamos ah¨ª. Era una situaci¨®n muy ¨ªntima, porque en esa luz roja de los laboratorios oscuros y el encierro y los olores¡­ ¨¦ramos padre e hijo juntos con el mismo juguete.

¡ª?Y usted no le robaba anfetaminas?

¡ªNo. Le robaba tabaco, pero no anfetaminas. Ten¨ªa un extremo respeto por las drogas. Por lo que le pasaba a ¨¦l. ?l lo sab¨ªa perfectamente. Hizo la tesis doctoral, muy trabajada y muy sesuda, sobre el deterioro causado por anfetaminas. Y ¨¦l se dedic¨® a comprobarlo consigo mismo, me parece. Era un tipo inteligent¨ªsimo, todav¨ªa me sigo encontrando con gente que me dice: ¡®?pero tu padre era brillante!¡¯ y no s¨¦ qu¨¦. A m¨ª me hubiera gustado que fuera menos brillante y que hubiera vivido 20 a?os m¨¢s. Ten¨ªan una buena relaci¨®n con ¨¦l, s¨ª. Muy distinta a la que ten¨ªa con mi madre. Pero bien con los dos.

Despu¨¦s de escribir la nota del pie congelado, al hombre que ahora tiene la misma edad con la que muri¨® su padre, lo nombraron redactor de Informaciones Generales y Policiales del diario Noticias, una secci¨®n a cargo de Rodolfo Walsh, autor del c¨¦lebre Operaci¨®n Masacre.

¡ª?Ve¨ªa a Walsh como un gur¨²?

¡ªEn ese momento ¨¦l ten¨ªa 45 a?os. Para m¨ª, que ten¨ªa 16, era un viejo. Al mismo tiempo, era un tipo normal. Y tanto como ¨¦l me impresionaba Juan Gelman, que era mi poeta preferido. Lo le¨ªa compulsivamente y, cuando yo traba de escribir, me sal¨ªa en versos de Gelman. Y estaba Paco Urondo, que era otro poeta que yo respetaba mucho. Era un lugar donde hab¨ªa mucha gente que yo respetaba realmente. Era muy impresionante para un chico como yo estar ah¨ª. Y cuando ya empec¨¦ a escribir, no me lo pod¨ªa creer. Visto retrospectivamente, puede ser que no haya habido nada mejor que me pasara esos a?os. Y sin duda me cambi¨® la vida. Walsh era un tipo raro, muy osco, muy t¨ªmido, que pasaba el tiempo encerrado en su pecera. De vez en cuando sal¨ªa y derramaba unas gotas de sabidur¨ªa sobre nosotros. Yo compart¨ªa mesa con Patricia, su hija. ?l era el jefe de los cinco integrantes de la secci¨®n y padre de uno de ellos. Pero sal¨ªa poco. A veces te hac¨ªa alg¨²n comentario y, claro, a m¨ª me resultaba muy iluminador. Pero creo que aprend¨ª m¨¢s de ¨¦l ley¨¦ndolo que teni¨¦ndolo como jefe.

¡ªSiempre ha dicho, sin embargo, que su principal maestro ha sido Tomas Eloy Mart¨ªnez.

¡ªCon Tomas nos hicimos muy amigos, en los a?os noventa. Vivimos al mismo tiempo en Nueva York. Me traba bien y me respetaba y no me hac¨ªa sentir inferior. Sab¨ªa chismes de todo el mundo y le encantaba contarlos y lo hac¨ªa muy bien. Se pod¨ªa pasar hora y media al tel¨¦fono contando unos chismes incre¨ªbles. Era como una t¨ªa vieja que te cuenta maldades de la familia de una manera muy divertida. En este caso, del ambiente literario y period¨ªstico. Y compart¨ªamos la misma afici¨®n: escribir ficci¨®n y no ficci¨®n. Y mucha gente dec¨ªa lo mismo de nosotros: que ven¨ªamos del periodismo y hac¨ªamos ficci¨®n. Pero no. ?l en ese momento estaba casado con una jud¨ªa venezolana y yo ten¨ªa una novia que era jud¨ªa colombiana. Nos re¨ªamos. Le dec¨ªa: ¡®Tom¨¢s, Argentina est¨¢ llena de jud¨ªos, ?qu¨¦ necesidad hab¨ªa de buscar jud¨ªas donde no hay?¡¯ Ellas tambi¨¦n eran muy amigas entre s¨ª.

El hijo rebelde no le hab¨ªa hecho caso a su padre en aquello de ¡°no ser un periodista¡±, pero s¨ª en otra recomendaci¨®n: estudiar piscolog¨ªa. La complacencia dur¨® poco porque el joven terminar¨ªa cursando la carrera de Historia. En el exilio, eso s¨ª, pues su militancia pol¨ªtica era contraria a la dictadura en la que Argentina se sumi¨® en 1976 y tuvo que irse a Francia. Pero en Par¨ªs se permiti¨® afianzar su vocaci¨®n.

Cierto d¨ªa se sent¨® a escribir un relato sobre el 25 de mayo de 1973, el d¨ªa de la asunci¨®n de C¨¢mpora, un acontecimiento que ¨¦l hab¨ªa presenciado con emoci¨®n. Era un d¨ªa soleado de primavera y, con su relato bajo el brazo, sali¨® muy contento a por un s¨¢ndwich. Pidi¨® uno de at¨²n con ensalada y aceitunas que costaba cuatro francos. Pag¨® con un billete de 10, pero le dieron cambio de uno de 50. ?l no dijo nada, claro. Se sinti¨® muy afortunado y, mientras com¨ªa, reley¨® su historia. Y al llegar al punto final pens¨®, entusiasmado, que esas p¨¢ginas pod¨ªan convertirse en una novela. Cuando termin¨® la carrera de Historia vino a Espa?a, se sent¨® a escribir ¡°en serio¡± y el resultado fue su primera novela.

¡ªNo obstante, usted es m¨¢s reconocido como periodista y no como novelista.

¡ªBueno, soy m¨¢s conocido por mis cr¨®nicas porque nunca me han visto bailar tap [r¨ªe]. A veces me sorprende un poco porque yo hab¨ªa publicado cuatro novelas cuando escrib¨ª mi primera cr¨®nica. Siempre me pens¨¦ m¨¢s como un escritor de ficci¨®n que, en alg¨²n momento, empez¨® a escribir no ficci¨®n. Pero mucha gente tiene una idea contraria: el periodista que luego se puso a escribir novelas. Me da igual. Si hay alguna novela que valga la pena se leer¨¢ y si no, tampoco es decisivo este asunto. A m¨ª me importa mucho que se vuelva a editar La historia porque es un libro en el que trabaj¨¦ diez a?os y creo que es el mejor de mis esfuerzos. Es un foco o un centro del cual he venido abrevando todo este tiempo. Casi todas las formas que he escrito en los ¨²ltimos a?os aparecieron ah¨ª.

Mart¨ªn Caparr¨®s volvi¨® a Buenos Aires despu¨¦s de la dictadura convertido en ¡°un adulto de mundo.¡± Segu¨ªa escribiendo libros pero viv¨ªa, sobre todo, del periodismo. En 1991 hab¨ªa publicado tres novelas, acababa de ser padre y quer¨ªa convertirse en ¡°un hombre de bien.¡± Por eso fue a ver a Jorge Lanata, entonces director del peri¨®dico P¨¢gina/12. Le propuso ser el cr¨ªtico gastron¨®mico de P¨¢gina/30, la revista mensual del diario porte?o, o ser el editor de toda ella porque, seg¨²n ¨¦l, era una publicaci¨®n ¡°muy mala.¡± Lanata le dijo que ni una cosa ni la otra, que mejor se encargara de ¡°Territorios¡±, es decir, la secci¨®n de cr¨®nicas de viajes. Entonces, en Argentina (y en Am¨¦rica Latina), el periodismo narrativo no estaba ¡°de moda¡±, como hoy. Pero ¨¦l quer¨ªa que esas notas estuvieran bien contadas. As¨ª que para escribir ¡°como se debe¡± comenz¨® por leer buenos libros. De Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, Rodolfo Walsh, Truman Capote y Manuel Vicent. En ellos bas¨® su estilo para hacer no ficci¨®n y empez¨® sus andanzas por Tucum¨¢n, en la provincia argentina. Luego, dice, los viajes ¡°empezaron a hacerse m¨¢s groseros¡±: Hait¨ª. Per¨², Estados Unidos, Brasil, China, Bolivia¡­ No hab¨ªa Internet y, antes de emprender cualquier traves¨ªa, se documentaba en p¨ªrricas bibliotecas y archivos. Pero tambi¨¦n iba a un instituto americano a fotocopiar reportajes de National Geographic, Harper¡¯s y The New Yorker, que luego le¨ªa con devoci¨®n.

Cada mes, con cada nuevo destino, publicaba una historia en la revista: la deconstrucci¨®n de un sitio y su gente. Relatos verdaderos escritos con una sola prohibici¨®n: no aburrir al lector. Situaciones tan cotidianas como emblem¨¢ticas. Prosa con ritmo. La mirada aguda. Porque, a diferencia de ver, explica ¨¦l mismo en Lacr¨®nica, ¡°mirar es la b¨²squeda, la actitud consciente y voluntaria de tratar de aprehender lo que hay alrededor ¡ªy de aprender. (¡­) Mirar, escuchar: ponerse en modo esponja.¡± Esos ¡°Territorios¡± fueron reunidos despu¨¦s en un libro que contagiar¨ªa las ganas de hacer este tipo de trabajos a los colegas de profesi¨®n. Se llam¨® Larga distancia.

¡ª?C¨®mo se aprende a mirar?

¡ªNo s¨¦, no s¨¦ c¨®mo. S¨¦ que hago todo lo que puedo. Por un lado, soy muy curioso o voyeur. Y el periodismo me permite justificar mi voyerismo. Pero el resto, entender, estructurar, no existe sin la base de mirar. Mirar, escuchar, captar lo que hay alrededor. Lo que sabemos es no mirar. Es m¨¢s: est¨¢ hasta condenado socialmente cuando uno va por la calle y mira demasiado a alguien o a algo, siempre hay alguna reacci¨®n de incomodidad. Peor yo reivindico esta actitud del cazador, de aquel que sabe que si no est¨¢ atento y mira para todos lados, se le va la liebre y se va a quedar sin comer. Esa intensidad es lo que m¨¢s me gusta cuando tengo que escribir una cr¨®nica. Saber que en cualquier parte del material para el texto puede saltar la liebre. Todo esto, contra la forma demasiado relajada de estar en el mundo a la que nos hemos acostumbrado.

Todo lo que mira lo convierte en un texto. De largo aliento, por lo general. A pesar de la ¡°aduana¡± interpuesta por los editores (¡°periodistas promovidos a ese estatus brilloso¡±) que hoy tenemos que pasar los reporteros. ¡°Lo primero que hacen los editores es desconfiar de s¨ª mismos, de su oficio y su negocio: suponer que lo malo de la palabra impresa es la palabra y que est¨¦ impresa. La profesi¨®n est¨¢, ¨²ltimamente, dominada por editores que tiemblan ante la m¨¢s m¨ªnima acumulaci¨®n de letras. Editores que han imaginado una especie extraordinaria ¡ªel lector que no lee¡ª y trabajan afanosos para ella¡±, se?ala en Lacr¨®nica.

¡ªEn cada contrato de edici¨®n que firma hay una clausula que compromete al editor a mandarle una caja de ¡°buen vino¡± cuando salga el libro. ?Ya le mandaron una caja de ¡°buen vino¡± por este libro?

¡ªNo. Tienes raz¨®n. Estamos en problemas. Yo no pido, no me ocupo de mis contratos. Lo hacen mis agentes Mar¨ªa Lynch y Mercedes Casanovas. Y ellas lo incluyen en los contratos. Y¡­ no he recibido nada. Me has abierto los ojos. Preguntar¨¦. Bueno, tambi¨¦n es verdad que acaba de llegar el libro a mis manos. Yo estaba fuera, en Alemania porque sali¨® El Hambre en alem¨¢n. Sali¨® la semana pasada y apenas tengo el primer ejemplar en mis manos. Quiz¨¢ pronto me manden el vino.

¡ªHablando de El Hambre (¡°un relato que piensa, un ensayo que cuenta¡±), ?es verdad que usted quer¨ªa que se publicara primero en Internet, gratis, para que todo mundo tuviera acceso a ¨¦l, y luego en papel?

¡ªS¨ª. Pero me dijeron que no. Y a m¨ª me parece que fue un error. Me dio pena. Pero bueno, ahora, por suerte, ya est¨¢ en PDF en muchos sitios y parece que circula bien. Hay contratadas, adem¨¢s, unas 14 o 15 traducciones. Ya sali¨® en Italia, Holanda, Francia, Alemania, est¨¢ por salir la de Noruega. Pero faltan otras. Y la de China y Taiw¨¢n salen pronto. Eso me tiene contento.

¡ª?En estos cuarenta a?os que lleva reporteando, cu¨¢ndo desisti¨® de perseguir una historia porque se dio cuenta de que estaba equivocado?

¡ª[Piensa unos instantes] Es que se me ocurren ejemplos de historias que no consegu¨ª. Pero de historias que me parecieron in¨²tiles¡­ Bueno, por ejemplo, no s¨¦ si te sirva: hace unos d¨ªas me estaba acordando que hace a?os, en el 95 o 96, quer¨ªa entrevistar a Ra¨²l Alfons¨ªn, que hab¨ªa sido presidente de la Argentina hasta el 89. Lo fui a entrevistar, puse el grabador, y todo lo que dijo era un lugar com¨²n tras otro. Como decimos en Argentina: estaba totalmente caseteado. Yo lo ve¨ªa con desesperaci¨®n y trat¨¦ de azuzarlo un par de veces, pero no tuve ¨¦xito. Volv¨ª a la redacci¨®n y dije: ¡®no hay entrevista, lo siento.¡¯ Se pod¨ªa haber publicado alguna p¨¢gina con frases idiotas, pero no. Cuatro a?os despu¨¦s me encontr¨¦ a Alfons¨ªn en un acto y me dijo: ¡®me han dicho que usted dice que yo estoy caseteado. ?Tiene un rato?¡¯ S¨ª, doctor. ¡®Bueno, sent¨¦monos ahora, hagamos la entrevista y veamos si estoy caseteado.¡¯ O sea: le pic¨® la verg¨¹enza y me dio una entrevista buen¨ªsima. Porque trat¨®, justamente, de romper con todos los lugares comunes.

¡ª?Y algo que haya perseguido y no haya conseguido?

¡ªBueno, hace muchos a?os que me promet¨ª que voy a escribir un libro sobre Buenos Aires. Se llama Bue. En un momento iba a ser un libro multimedia y se me pas¨®. Porque un par de amigos que saben mucho de multimedia me humillaron demostr¨¢ndome que mi concepto de multimedia correspond¨ªa a 1994, m¨¢s o menos. As¨ª que desist¨ª de esa parte, pero aun as¨ª quiero hacer un libro. Pero no encuentro la manera. Tengo la sensaci¨®n de ya casi. Pero no. Mi objetivo es: alguna vez voy a saber lo suficiente para contar bien la manzana donde est¨¢ mi casa. Pero primero tengo que pasar por la ciudad. S¨ª, es raro. Tomo decisiones, trabajo durante 15 d¨ªas y no lo consigo.

Adem¨¢s de sus dos cicatrices en la cara, una por un accidente de coche (¡°me qued¨¦ dormido¡±) y otra que le hizo un borracho en un altercado en Par¨ªs, Mart¨ªn Caparr¨®s Rosenberg (¡°en Argentina nunca usamos segundo apellido y ya me acostumbr¨¦ y ahora lo veo y me parece un chiste. Cacof¨®nico, adem¨¢s: Caparr¨®s Rosenberg. No puedo con ¨¦l¡±), se caracteriza por su bigote.

¡ªPero se lo ha quitado dos veces. ¡°Por exigencias del guion¡±, ha dicho.

¡ªLa primera vez que particip¨¦ en una pel¨ªcula fue a principios de los 90, con un director argentino que se llama Pino Solanas, que hab¨ªa sido muy amigo de mi padre y m¨ªo despu¨¦s. La pel¨ªcula se llama El viaje. Yo iba a hacer de cura y est¨¢bamos por empezar a filmar mi parte, en Tierra del Fuego, en el fin del mundo, en un viejo presidio abandonado ambientado como colegio y se supon¨ªa que la acci¨®n transcurr¨ªa ah¨ª. Y el d¨ªa anterior a mi primer d¨ªa de rodaje alguien se dio cuenta de que los curas no tienen bigote. Y, s¨ª, no lo hab¨ªa pensado. Los curas pueden tener barba, pero no bigote. A?os despu¨¦s le pregunt¨¦ a un Obispo, con el que tengo confianza, por qu¨¦ era y me dijo que el bigote era cosa de coqueter¨ªa y que la Iglesia hab¨ªa siempre desaconsejado a sus miembros que llevaran bigote. La soluci¨®n hab¨ªa sido dejarme crecer la barba, pero no daba tiempo y me tuve que afeitar. Fue en una noche rar¨ªsima, de cervezas. En la habitaci¨®n de hotel de Fito Paez y otro actor, que tambi¨¦n estaban trabajando en la pel¨ªcula. Como a las tres o cuatro de la ma?ana, en el ba?o, ?zas! Me saqu¨¦ el bigote y no lo cre¨ªa. Y mi cara sin bigote me asust¨®. Bueno, trabaj¨¦ en la pel¨ªcula, hice de cura y tal y, durante un mes o dos, fui el hombre invisible. Me cruzaba con mis amigos en la calle y no me reconoc¨ªan. As¨ª supe que, cuando quisiera desaparecer, lo que ten¨ªa que hacer era afeitarme. Veinte a?os despu¨¦s, en 2011, me propusieron protagonizar una pel¨ªcula que era medio ficci¨®n, medio documental, sobre la muerte de un militante de izquierda [del Partido Obrero] que hab¨ªa matado la polic¨ªa en una manifestaci¨®n, que se llamaba Mariano Ferreyra. Yo ten¨ªa que ser el periodista que llevara adelante la investigaci¨®n. Eso se aprovechaba para dar material documental real sobre la historia. Y a m¨ª me interes¨® hacerlo porque fue un tema que conoc¨ª desde el principio. Pero ah¨ª fui yo el que pens¨¦ que, si aprecia tal cual, iba a parecer que yo, Mart¨ªn Caparr¨®s, era el que llevaba la investigaci¨®n. Y era injusto porque fue otro periodista el que lo hab¨ªa hecho. Y hago un personaje que no habr¨ªa podido hacer con bigote. Estuve un par de meses as¨ª y, bueno, no pas¨® nada. Esa hab¨ªa sido mi relaci¨®n profesional con el cine. Hasta ahora, que estoy escribiendo un guion. Con el director de El abrazo partido, Daniel Burman. Es como la parte m¨¢s juguetona de escribir, sin la parte m¨¢s tensa. Es como inventarse historias y divertirse con eso, pero despu¨¦s no hay que ponerlas en prosa, con ritmo, una construcci¨®n. Entonces, es puro juego. Es la primera vez que hago un guion de ficci¨®n. Nunca me hab¨ªa tocado.

El periodista que ha recorrido medio mundo para contarlo (y El interior de su pa¨ªs), pero que todav¨ªa no ha logrado contar lo que se sucede en la manzana donde se encuentra su casa porte?a, y ha hecho cine, y le impresiona llegar a los 60 a?os de edad, tambi¨¦n imparte talleres de periodismo y dice que no quiere generalizar, ¡°pero muchos de los nuevos periodistas no leen. Y eso es lo que m¨¢s me sorprende. ?La materia prima de nuestros sue?os es la lectura! No se puede escribir sin leer y leer y leer. Sin embargo, hay muchos que lo intentan. Y, adem¨¢s, hay varios que tampoco se preocupan por viajar.¡±

¡ª?Siempre que usted viaja, escribe?

¡ªNo hago viajes por el gusto de hacerlos. El gusto de hacerlos consist¨ªa en escribir algo. Lo que s¨ª ten¨ªa era que convencer a gente de que val¨ªa la pena comprarme lo que yo ten¨ªa que escribir. Ponle por caso: se me ocurri¨® que deb¨ªa ir a Birmania porque me daba curiosidad ese nombre ex¨®tico. Pero nunca se me habr¨ªa ocurrido ir a Birmania para no escribir. Para m¨ª, ir a un lugar, incluye escribir sobre ese lugar. Ven¨ªa todo en el mismo combo. En esa ¨¦poca ten¨ªa un buen acuerdo con el diario Clar¨ªn, que era que ellos me compraban m¨¢s o menos caro lo que yo produc¨ªa, pero no me pagaban el viaje y yo ten¨ªa qu¨¦ ver qu¨¦ hac¨ªa para rentabilizar el viaje. Me las arreglaba: hac¨ªa dos reportajes en lugar de uno, viajaba muy barato. Siempre hab¨ªa que buscarse la vida. En Argentina nunca ha habido dinero para estas cosas. Yo escucho ahora a muchos periodistas espa?oles decir: ¡®no, porque ustedes, los periodistas latinoamericanos, qu¨¦ envidia, c¨®mo me gustar¨ªa poder hacer eso.¡¯ Pero vamos a ver: a m¨ª nunca nadie me pidi¨® que fuera a la India a reportear sobre tal cosa o tal otra. Nosotros hacemos esas cosas porque peleamos o lo hacemos fuera de nuestras horas de trabajo. Lo hacemos a fuerza de voluntad. No esperamos a que llegue un jefe y nos diga: ¡®ay, por qu¨¦ no te vas a Tumbuct¨² a pasearte tres semanas y me traes 40.000 caracteres para que se publiquen en ocho p¨¢ginas y, de paso, te traes un camello porque se ver¨ªa bien en la redacci¨®n.¡¯ Nunca fue as¨ª. Ni aqu¨ª ni all¨¢. La diferencia es: ?tienes las ganas de hacerlo o prefieres quejarte?

¡ª?No puede estar mucho tiempo en un mismo sitio?

¡ªAy, me gustar¨ªa, ?eh? Me lo vengo proponiendo ¨²ltimamente porque¡­ este a?o, por ejemplo, he estado s¨®lo un tercio del a?o en casa. Es poco. Quiero estar m¨¢s. El problema es que tambi¨¦n aprend¨ª a escribir en cualquier lado. Entonces ya ni siquiera tengo la excusa esta de ¡®quiero estar en casa para escribir¡¯ o ¡®necesito estar en casa para escribir¡¯ Me tomo el pelo y digo que mi hogar es la pantalla del ordenador. Adem¨¢s es cierto: abro el ordenador y digo: ¡®ya estoy en casa.¡¯ Pero aun as¨ª me gustar¨ªa estar un poco m¨¢s en casa. Me lo propongo y digo: ¡®diciembre, enero y febrero estoy en Madrid y no me muevo.¡¯ Pero ya tengo una propuesta para ir a ?frica en enero, una cosa en Noruega para febrero.

¡ª?No ser¨¢ que es usted mismo es el que busca eso?

¡ªNo, estas te juro que no. De todas formas estoy declinando algunas cosas para sentirme m¨¢s de acuerdo con mi propio discurso, para no sentirme tan falso. Lo que pasa es que digo: hace como un a?o que no voy a ?frica, me proponen ir a trabajar y es muy dif¨ªcil decir que no. No, yo no pido nada, justamente porque me dije: voy a estar tres meses aqu¨ª, quiero terminar un librito. Bueno, ya ver¨¦. Lo que pasa es que el tiempo del viaje me sigue resultando muy atractivo: la forma en que los viajes organizan y estiran el tiempo. La semana pasada estive en Alemania presentando El Hambre. Luego pens¨¦ que hab¨ªa estado en Italia, antes en Viena, en Berl¨ªn, en M¨²nich y ahora en Madrid. La ¨²nica desesperaci¨®n real que uno tiene es que el tiempo se le acaba. Quiz¨¢ eso sea lo que hace que yo intente estirarlo con los viajes.

¡ª?Y ahora que gan¨® la oposici¨®n en Argentina, no le gustar¨ªa volver a Buenos Aires?

¡ªMe da curiosidad. La curiosidad que no ten¨ªa hace un mes o dos, ahora la tengo. De todas maneras no s¨¦ si con esa curiosidad alcance. Hay muchas cosas que me interesa hacer fuera, que son las que estoy haciendo. No s¨¦ si estoy dispuesto a dejarlas todas para ir a ver qu¨¦ pasa con el nuevo gobierno. Tengo que ir ahora, dentro de 10 d¨ªas para una cosa que ya estaba prevista de antes: el guion de cine, con el director argentino Daniel Burman, tenemos que encontrarnos para trabajar durante una semana. Supongo que forzosamente tendr¨¦ que mirar qu¨¦ pasa. Pero este gobierno tampoco me despierta unas expectativas extraordinarias. Me da mucho gusto que se acabe esta situaci¨®n cerrada en que estaba la Argentina hasta ahora. Y, cuando las cosas se abren, pueden pasar cosas muy diversas.

¡ª?Vive en Espa?a como parte de un segundo exilio?

¡ªNo. Ahora es totalmente distinto. Por muchas razones. Primera y principal porque ahora yo puedo ir y venir de Buenos Aires cuantas veces quiera. Segundo: estamos en un mundo distinto en el que vine a Espa?a, entre otras cosas, a partir de la base de que puedo hacer mi trabajo en cualquier lado. Cosa que no suced¨ªa hace 40 a?os, cuando llegu¨¦ la primera vez. Ahora el lugar donde estas no es decisivo. De hecho, yo me acabo de mudar de Barcelona a Madrid y hago exactamente lo mismo que hac¨ªa hace seis meses, cuando viv¨ªa en Barcelona. Por otra parte, mi situaci¨®n es muy distinta. Estar aqu¨ª es una manera, no de no estar en la Argentina, sino de estar en todos lados.

¡ª?Hasta cu¨¢ndo seguir¨¢ yendo de un sitio a otro? Que ya va a cumplir 60, oiga.

¡ªNo tengo ni idea. Seguramente me voy a cansar en alg¨²n momento. Tal vez un d¨ªa diga: estar¨¦ un a?o en tal lugar y despu¨¦s volver¨¢ la movedera. O quiz¨¢ no. A veces le envidio a alguna gente el hecho de no tener que repensar su vida todo el tiempo. Mucha gente sabe en qu¨¦ lugar va a vivir, en qu¨¦ casa a vivir, con qui¨¦n va a vivir¡­ una cantidad de cosas como muy permanentes. Despu¨¦s todo puede cambiar, pero no quieren saber eso. Yo tengo el enorme privilegio, y la gran molestia, de estar pensando todo el tiempo d¨®nde voy a vivir, c¨®mo voy a vivir, qu¨¦ voy a hacer. Es genial, no lo cambio por nada. Pero al mismo tiempo se me va parte de la vida en eso.

¡ª?En sus viajes no le da por comprar libros y objetos, que luego abultan su equipaje?

¡ªNo. Nada. Prefiero ese tipo de limitaciones que andar complic¨¢ndome la vida. Mi biblioteca est¨¢ en una casa que alquil¨¦ en Buenos Aires. Aqu¨ª no tengo casi libros en papel. Ropa, la de siempre. Uso estos pantalones negros desde hace 20 a?os. Compro dos o tres al a?o. Y ya. No me interesan los objetos. Y eso me da mucho gusto: porque me parece que vivimos en un mundo sobrecargado de objetos innecesarios. Y no hay que contribuir a eso. Y hay que hacerlo sin dolor, no me sacrifico. Lo prefiero as¨ª.

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