Farabeuf, 50 a?os de la novela de las mil heridas
El Colegio Nacional publica una edici¨®n conmemorativa de la obra clave de Salvador Elizondo que le dio la vuelta a la literatura mexicana
Salvador Elizondo (Distrito Federal, 1932 - 2006) era un hombre que coleccionaba tumbas vac¨ªas para regal¨¢rselas despu¨¦s a las viudas de sus amigos, ten¨ªa un zool¨®gico tropical en casa y fanfarroneaba de haber quemado su inmensa biblioteca.
Fabulador obstinado, insolente, pol¨ªglota, burgu¨¦s cult¨ªsimo, observador, mundano, gran esc¨¦ptico, ir¨®nico y burl¨®n, el escritor mexicano se esforz¨® por que su vida se pareciera todo lo posible a su literatura, y de ese empe?o naci¨® en 1965 su primera y mayor novela, Farabeuf o la cr¨®nica de un instante.
A los 31 a?os ya hab¨ªa regresado de estudiar en Europa y Estados Unidos, sab¨ªa chino mandar¨ªn, le¨ªa el Ulises de Joyce, a los simbolistas franceses y los cantos de Ezra Pound en sus idiomas originales y estaba embelesado por el nuevo cine franc¨¦s. Todas estas referencias son solo unas gotas del torrente desplegado por el texto. En la primera edici¨®n, encuadernada por su madre dentro de una caja color rojo-sangre, aparec¨ªa en la portada el car¨¢cter liu del alfabeto mandar¨ªn. En la escritura ideogr¨¢fica china este signo de cuatro trazos significa el n¨²mero seis, pero visualmente puede remitir tambi¨¦n a una figura humana crucificada, a la muerte y al amor, a un rito er¨®tico y religioso, a toda una cascada de significados esot¨¦ricos que van a su vez dotando de sentido al rompecabezas que Elizondo escribi¨® hace 50 a?os.
¡°Farabeuf nunca fue una novela. Es un objeto, un artefacto que a partir de la confrontaci¨®n de im¨¢genes y palabras busca el efecto po¨¦tico. Nuestra edici¨®n tambi¨¦n gira en torno a esa idea¡±, explica Alejandro Cruz Atienza, director editorial del Colegio Nacional, que acaba de publicar una primorosa edici¨®n conmemorativa.
Fiel al dise?o de la madre, dentro de una caja color sangre se presentan tres vol¨²menes que dialogan intencionadamente al modo dial¨¦ctico de juego de opuestos sobre el que est¨¢ construido el esqueleto de la obra. El primero ¨Ctesis¨C, de tapa dura y encuadernaci¨®n occidental, recoge la novela, un pr¨®logo del propio autor recuperado de una conferencia de 1992 y un ep¨ªlogo con escritos y testimonios de acad¨¦micos y escritores. El segundo ¨Cant¨ªtesis¨C es negro, con la costura exterior cosida manualmente al estilo oriental y contiene im¨¢genes cedidas por su primera esposa, Mich¨¨le Alban, del archivo bibliogr¨¢fico del que naci¨® la obra. Y el tercero ¨Cs¨ªntesis¨C es una l¨¢mina blanca desplegable que reproduce algunas hojas del manuscrito original escrito a mano por el autor.
El principio fue una foto. Un escritor espa?ol exiliado le ense?¨® a Elizondo un ejemplar de Lagrimas de Eros, el ensayo de George Bataille sobre las pasadizos subterr¨¢neos entre el erotismo y la muerte. En ese libro est¨¢ incluida una foto de 1902 de un Leng Tch`e, suplicio chino o muerte de los mil cortes.
La imagen muestra la escena final de la ejecuci¨®n p¨²blica a un magnicida. Atado a un poste, con la piel del pecho arrancada hasta dejar descubiertas las costillas y los pies amputados por sus verdugos, el condenado mira al horizonte con gesto extasiado en el momento justo antes de morir. A partir de esa imagen, de ese instante, Elizondo construye un haz de voces y de tramas que se van desdoblando geom¨¦tricamente como un caleidoscopio hecho con pedazos de la memoria.
¡°?De qui¨¦n es ese cuerpo que hubi¨¦ramos amado infinitamente?¡±, escribi¨® en el dorso de la fotograf¨ªa del suplicio chino. La pregunta aparece tambi¨¦n en el texto de la novela e instala la narraci¨®n en un bucle temporal. ¡°Es la descripci¨®n de un instante que recomienza sin cesar y que jam¨¢s acaba de pasar, un acontecimiento que nunca acontece del todo¡±, explica Octavio Paz en un texto de 1968 recogido en el ep¨ªlogo.
En esa captura circular del tiempo narrativo, Elizondo es capaz de condensar un ritual er¨®tico entre el doctor H. L. Farabeuf y una enfermera/monja, una historia de amor en la playa, una operaci¨®n de cirug¨ªa, una ceremonia adivinatoria y hasta una conspiraci¨®n pol¨ªtico-religiosa para instaurar una Iglesia Cat¨®lica China comprometida secretamente con Roma.
¡°Es una rareza que escapa del canon de la literatura mexicana del XX. No se trata de una cr¨®nica urbana, ni de realismo m¨¢gico. Sus referentes son el cine europeo y la cultura oriental. Fue poco le¨ªda al principio, pero siempre tuvo el prestigio de ser una obra experimental. Ocupa un lugar at¨ªpico pero cada vez tiene m¨¢s fuerza¡±, se?ala el editor del Colegio Nacional, el ?club de los grandes nombres de la cultura mexicana, donde Elizondo tuvo su silla desde 1981.
Farabeuf es una obra compleja de la que cuelgan etiquetas como novela de culto o novela para escritores. Inspirada por la t¨¦cnica del montaje cinematogr¨¢fico y la cadencia l¨ªrica y repetitiva de la prosa nouveau roman, plantea un juego especulativo sin fin. Al lector se le insiste y una y otra vez: ¡°?Recuerdas?¡±
Inspirada por la t¨¦cnica del montaje cinematogr¨¢fico y la cadencia l¨ªrica de la prosa nouveau roman, plantea un juego especulativo sin fin
Emiliano Monge, uno de los j¨®venes talentos de las letras mexicanas, reconoce en su comentario que apenas logr¨® pasar de las primeras p¨¢ginas cuando descubri¨® con 14 a?os el libro en la biblioteca de su padre. Tras muchas lecturas, subrayados y anotaciones fren¨¦ticas en los m¨¢rgenes de las hojas, esta es su conclusi¨®n: ¡°Es un texto que requiere ser le¨ªdo con libertad est¨¦tica absoluta y sin ning¨²n tipo de prejuicio moral¡±.
El propio Elizondo se quejaba de que su criatura ten¨ªa m¨¢s interpretaciones acad¨¦micas que lectores. Con los a?os ha ido ganando peso y hoy es considerada sin discusi¨®n una obra cl¨¢sica de la literatura mexicana y texto obligado en la carrera de Letras Hisp¨¢nicas de la UNAM, donde el autor de Farabeuf lleg¨® a ser catedr¨¢tico.
Durante los actos de homenaje tras su muerte en 2006, Jos¨¦ Emilio Pacheco record¨® el primer encuentro al filo de los sesenta con aquel joven escritor de su misma generaci¨®n, reci¨¦n regresado de estudiar en Par¨ªs: ¡°Por su aspecto y su vestuario parec¨ªa un personaje de las pel¨ªculas de la nouvelle vague. Pose¨ªa objetos inalcanzables para m¨ª como un auto deportivo MG o una pluma Montblanc. Viv¨ªa en Coyoac¨¢n y no en barrio de clase media o menos que media. Encarnaba el esp¨ªritu de los nuevos tiempos que estaban justo por comenzar¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.