Y todos en la calle...
A pesar de mis limitaciones sigo con inter¨¦s 'La gran apuesta' y acabo enter¨¢ndome de lo esencial. Y provoca mucho miedo
Alguno de los protagonistas de este retrato del gangsterismo econ¨®mico que estall¨® en el infausto a?o 2007 y que prolonga sus brutales efectos al aqu¨ª, all¨ª, ahora y en el futuro, se afirma en algo tan obvio y elemental que podr¨ªa entender hasta un beb¨¦: ¡°Esta crisis solo la pagar¨¢n los pobres y la clase media. Como siempre¡±. Normal. Hasta los disminuidos ps¨ªquicos saben que los creadores de la crisis, las agencias de calificaci¨®n, los banqueros, los muy ricos, adem¨¢s de no pisar esos lugares tan poco civilizados llamados c¨¢rceles, de disfrutar de ama?ada impunidad, aumentaron considerablemente sus incontables fortunas. Los grandes robos, como siempre, est¨¢n legalizados. Y los d¨¦biles, los hijos de los d¨¦biles, incluso sus nietos, seguir¨¢n pagando a perpetuidad la factura que les impusieron los grandes canallas, la rapi?a de los pobladores menos legendarios de la historia universal de la infamia.
La gran apuesta, como antes el tenebroso documental Inside job y la l¨²cida Margin call, habla de las ra¨ªces de la hecatombe, de la metodolog¨ªa delincuente de los que jugaron con el dinero ajeno, de su complicidad con otros poderes para crear esa torre que pod¨ªa derrumbarse en cualquier momento.
Al parecer, lo que cuentan el libro de Michael Lewis y su adaptaci¨®n al cine, realizada por el director Adam McKay, es dolorosamente cierto. Nos muestra a varios hombres especializados en fondos de inversiones que descubren aterrados como la pir¨¢mide econ¨®mica ha sido construida con cimientos falsos, con un material basado en la nada, y el caos universal que provocar¨¢ el derrumbe del mercado de inversi¨®n dedicado a las hipotecas, la burbuja inmobiliaria, las trampas con las que se ha montado el repugnante negocio. Y a partir de su estupefacci¨®n ante las dimensiones monstruosas del gran timo, y sabiendo que no pueden vencer al sistema, intentar¨¢n sacar provecho de ¨¦l, jugar fuerte despu¨¦s de conocer las claves de lo que est¨¢ ocurriendo.
Tengo un problema con esta inteligente y acerada pel¨ªcula. Y es que me pierdo continuamente ante la catarata de t¨¦rminos y conceptos econ¨®micos. Aunque desde hace poco tiempo leo con inter¨¦s a Krugman, se?or que hace comprensible para los profanos un mundo y unos tecnicismos que antes nos resultaban indescifrables, sigo sin enterarme o me hago una vaga idea de las cosas que hablan los personajes de la pel¨ªcula. S¨¦ lo que suponen los bonos-basura y los fondos buitres, pero poco m¨¢s. Me ocurri¨® lo mismo con Steve Jobs. Me abrumaba el continuo protagonismo de las nuevas tecnolog¨ªas, me resultaba todo marciano. La culpa es m¨ªa y no de la pel¨ªcula. Alguien que no tiene ordenador, ni Internet, ni los diversos inventos tecnol¨®gicos con los que funciona el mundo actual, lo normal es que no comprenda nada viendo la obra de alguien al parecer tan genial como visionario que ejerci¨® de Crist¨®bal Col¨®n en la nueva era.
A pesar de mis limitaciones sigo con notable inter¨¦s La gran apuesta y acabo enter¨¢ndome de lo esencial. Y lo esencial provoca mucho miedo. Su lenguaje visual tiene vocaci¨®n de estilo, los actores son muy convincentes, te los crees. Normalmente me molesta que los personajes miren al espectador y hablen con ¨¦l. Incluido el impresionante Kevin Spacey en House of cards. Aqu¨ª tambi¨¦n, pero es una pel¨ªcula que, adem¨¢s de funcionar, resulta necesaria.
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