Sinuh¨¦ el egipcio y las malas costumbres
No se trata en este caso de defender o atacar la lidia, que esa es otra cuesti¨®n. Se trata, sobre todo, de subrayar la esencia del lance
Mika Waltari escribi¨® en Sinuh¨¦ el egipcio este lema: ¡°As¨ª ha sido y ser¨¢ siempre¡±. Ese fatalismo es, muchas veces, el origen de las malas costumbres. Pasa ahora de nuevo. Los que defienden esa imagen en la que un padre torero lidia a una vaquilla ensangrentada portando en su mano a su hija, aluden a las viejas costumbres del toreo. Da la impresi¨®n, seg¨²n dicen los acostumbrados, que es habitual que los lidiadores, en su entreno, hagan este tipo de cosas. All¨¢ ellos. Habr¨ªa que preguntarse qu¨¦ har¨ªa la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico si viera c¨®mo un corredor de F¨®rmula 1 se prepara en los circuitos llevando de copiloto a un beb¨¦ de cinco meses.
No es una cuesti¨®n moral tan solo, aunque lo es en grado sumo, porque afecta a la mirada aterrada de los que no tenemos esas costumbres. El gesto y el atrevimiento de Fran Rivera son decisiones individuales del torero, pero nuestra capacidad de horror es igualmente libre. No se trata en este caso de defender o atacar la lidia, que esa es otra cuesti¨®n. Se trata, sobre todo, de subrayar la esencia del lance, es decir, lo que vemos en realidad: un hombre lleva a una ni?a en uno de sus brazos y debajo se ve la mancha de sangre que alguien ha causado en el animal con el que juega el torero. No es gratuito el gesto ni es objetable la oposici¨®n humana al mismo: la vida humana no debe ponerse en peligro nunca; horroriza, adem¨¢s, que sea jugando.
Se ha puesto de manifiesto la idea de que la vaquilla, el animal con el que juega el torero, resulta inofensiva. Inofensivos somos todos los animales, incluidos los animales racionales, hasta que el azar con el que jugamos se vuelve contra nosotros. Lo dec¨ªa Sinuh¨¦ el Egipcio: ¡°As¨ª ha sido y ser¨¢ siempre¡±. Y siempre ser¨¢ peligroso que una ni?a sobrevuele a un toro, aunque este sea una vaquilla; y eso siempre ser¨¢ una costumbre mala, aunque se haya hecho millones de veces porque parece que la tradici¨®n avala cualquier ocurrencia, aunque esta entra?e peligros.
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