Buero Vallejo sale del purgatorio
El Ateneo de Madrid lanza el centenario del autor de ¡®Historia de una escalera¡¯
El entusiasmo con que el Ateneo de Madrid ha abierto las celebraciones del centenario de Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 29 de septiembre de 1916 - Madrid, 29 de abril de 2000) presagia la recuperaci¨®n de uno de los grandes dramaturgos del siglo pasado, comparable a Ram¨®n Mar¨ªa del Valle-Incl¨¢n y Federico Garc¨ªa Lorca. En Buero se cumpli¨® la idea del poeta de que el primer verso te lo dan los dioses, tal fue la perfecci¨®n y el ¨¦xito de su primer drama, Historia de una escalera, estrenada en 1949, apenas tres a?os despu¨¦s de que el autor se librara de los campos de concentraci¨®n y las c¨¢rceles de la dictadura, donde pas¨® siete a?os largos y super¨® de milagro una condena a muerte dictada en juicio sumar¨ªsimo por ¡°adhesi¨®n a la rebeli¨®n¡±. Siempre en combate con la censura, en las tres d¨¦cadas siguientes Buero construy¨® una obra dram¨¢tica ingente, cosech¨® todos los premios posibles (tambi¨¦n el Cervantes, adem¨¢s de su entrada en la Real Academia de la Lengua), triunf¨® fuera de Espa?a y acab¨® reconocido por los cr¨ªticos m¨¢s exigentes como un cl¨¢sico imprescindible.
Como ocurre con casi todos los grandes creadores, la muerte de Buero Vallejo, cumplidos los 83 a?os, condujo al dramaturgo a lo que en el argot literario se conoce como ¡®el Purgatorio de los escritores¡¯, una estancia intermedia entre el Cielo y el Infierno de los reconocimientos que solo unos pocos creadores logran superar. Rara vez se han representado sus obras en los ¨²ltimos a?os. De lo vivido y escuchado en el Ateneo, el centenario del nacimiento se aprovechar¨¢ para reponer algunas de las m¨¢s laureadas. Asisti¨® a este primer homenaje la viuda del dramaturgo, la actriz Victoria Rodr¨ªguez, y el hijo de ambos, Carlos.
Si cada ¨¦poca tiene su teatro, el de Buero Vallejo comenz¨® desde muy arriba en una Espa?a negra y acobardada, en la que, tambi¨¦n con mutilaciones de la censura, solo se representaban los cl¨¢sicos griegos o a autores cercanos a la est¨¦tica y el humor de La Codorniz. Historia de una escalera hab¨ªa ganado el premio Lope de Vega, que entre sus bases inclu¨ªa la exigencia de su montaje. No era la obra que prefer¨ªa el jurado, dividido entre nacionalcat¨®licos y falangistas. Cada grupo pujaba por un autor distinto, de su propia cuadra, as¨ª que, finalmente, se acord¨® salvar el empate premiando a un tercero en discordia, que, la verdad sea dicha, llegaba con una obra mejor que las dem¨¢s. Se llamaba Buero Vallejo, un perfecto desconocido.
Cuando pocos d¨ªas despu¨¦s se conocieron detalles de la biograf¨ªa del autor, es decir, que era un joven de poco m¨¢s de 30 a?os, expresidiario condenado a muerte por comunista, que hab¨ªa salido poco antes de la c¨¢rcel y estaba desterrado de Madrid a Carabanchel Bajo, ya era tarde para rectificar. No hubo cr¨ªtico que no quedara entusiasmado con el galard¨®n, de manera especial Alfredo Marquer¨ªe en el ABC de la ¨¦poca. Escribi¨® el 15 de octubre de 1949, al d¨ªa siguiente del estreno: ¡°Desde las primeras escenas, el p¨²blico tuvo la impresi¨®n de que se hallaba ante la obra de un autor aut¨¦nticamente nuevo, con una preparaci¨®n cultural y un sentido del teatro engarzados exactamente al momento que vivimos¡±.
Historia de una escalera¡¯ deb¨ªa salir de cartel en el Teatro Espa?ol dos semanas despu¨¦s para que entrara el Tenorio, obligado por la tradici¨®n con motivo de la festividad de Todos los Santos, pero fue tal el ¨¦xito de Buero, que aquel a?o no hubo Tenorio. La dramatizaci¨®n de lo que suced¨ªa en una escalera de viviendas humildes en la Espa?a del hambre y las cartillas de racionamiento, permaneci¨® en cartel seis meses seguidos en Madrid y no ha dejado de representarse desde entonces. La ya cl¨¢sica edici¨®n en libro por la colecci¨®n Austral tambi¨¦n sigue siendo libro de obligada lectura en las escuelas.
¡°Buero Vallejo ha sido la conciencia viva de nuestro tiempo¡±, dijo ante un paraninfo a rebosar el vicepresidente del Ateneo, el fil¨®logo Antonio Chazarra, que hizo de maestro de ceremonias en una velada en la que se leyeron textos de Buero por boca de una veintena de representantes del mundo de la cultura y la pol¨ªtica. Pedro S¨¢nchez, el l¨ªder del PSOE, estaba anunciado el primero, pero no acudi¨®. En su lugar, abri¨® el turno el tambi¨¦n diputado socialista Rafael Simancas, que resumi¨® el discurso pronunciado por Buero cuando recibi¨® el Premio Cervantes, en 1986. ¡°Vivimos en tiempos tan dif¨ªciles que es peligroso hablar o guardar silencio¡±, dijo Buero ese d¨ªa, citando lo que en aquella ¨¦poca escribi¨® Juan Luis Vives a Erasmo.
Quien recibi¨® los aplausos y bravos m¨¢s sonados fue Mercedes Lezcano, actriz y directora de escena, que recit¨® un fragmento del discurso de Buero en la Real Academia Espa?ola el 21 de mayo de 1972, en el acto de su recepci¨®n como nuevo acad¨¦mico. Se titulaba Garc¨ªa Lorca ante el esperpento, y aquella tarde, Buero demostr¨® su dominio de la carpinter¨ªa teatral, situando en escena, con unas pocas acotaciones, a un Lorca, acad¨¦mico por supuesto, que tendr¨ªa en aquel momento unos 70 y pocos a?os, que habr¨ªa escrito otras muchas y grandes obras de teatro y de poes¨ªa, que conservaba su sonrisa serena y despierta, casi infantil, de andaluz travieso... De pronto, el dramaturgo rompe el encanto de los espectadores, ese d¨ªa sabios acad¨¦micos a los que no hab¨ªa que hablar con simbolismo ni disimulos para sortear el empecinamiento analfabeto y obseso de los censores. ¡°Lo que pudo y debi¨® ser no ser¨¢¡±, les dijo, con gravedad. ¡°El azar me perdon¨® la vida, pero de Lorca solo permanece la angustia de su ausencia¡±.
La lectura de Mercedes Lezcano tuvo especial emoci¨®n por el discurso sobre Lorca, pero tambi¨¦n porque la actriz y directora es la viuda de uno de los actores preferidos de Buero, el tambi¨¦n dramaturgo Adolfo Marsillach, que debut¨® en el Teatro Mar¨ªa Guerrero con actor principal de En la ardiente oscuridad. otra de las obras cumbres del dramaturgo centenario.
Maldito cobrador de la luz
Buero Vallejo inicia 'Historia de una escalera' en el momento en que un cobrador de la luz llama con los nudillos en las cuatro puertas de un relleno de escalera en una modesta casa de vecindad. "La luz. Dos sesenta". "La luz. Cuatro diez". "La luz. Tres veinte". La luz. Seis sesenta y cinco". Las mujeres que recogen los recibos, una tras otra, Generosa, Paca, Elvira, Do?a Asunci¨®n, est¨¢n desoladas. "?Dios m¨ªo! ?Cada vez m¨¢s caro! No s¨¦ c¨®mo vamos a vivir", increpa Generosa al cobrador. Paca es m¨¢s radical. "Menuda ladronera, la Compa?¨ªa! ?Les deber¨ªa dar verg¨¹enza chuparnos la sangre de esa manera! Esto se arreglar¨ªa como dice mi hijo Urbano: tirando a m¨¢s de cuatro por el hueco de la escalera. Se aprovechan de que una no es nadie, que si no¡" Y el cobrador: "Mire lo que dice, se?ora. No falte".
Buero escribe la obra en 1948, encerrado en la biblioteca del Ateneo, donde es socio desde un a?o antes mediante una petici¨®n escrita a mano en la que declara la profesi¨®n de Pintor, con may¨²scula. Pocos a?os antes, Camilo Jos¨¦ Cela, nacido tambi¨¦n en 1916 (otro gran centenario en marcha) ha publicado 'La familia de Pascual Duarte'; y el poeta D¨¢maso Alonso, el libro 'Hijos de la Ira'. Los tres ponen la primera piedra de una nueva literatura, en sus tres g¨¦neros esenciales. Cela y D¨¢maso son adictos al R¨¦gimen franquista, pero su realismo choca con los censores muy seriamente, hasta el punto de que a Cela lo retiran la segunda edici¨®n de la novela, que tiene que publicarse en Argentina. A los censores les disgusta de los tres autores el que sus personajes sean seres desarraigados, en conflicto, hostiles, cr¨ªticos, y que describan la vida misma, con sus tremendas apreturas en una posguerra inmisericorde con los vencidos.
Buero nunca cont¨® sus trifulcas con los censores, salvo que en cierta ocasi¨®n el r¨¦gimen intent¨® comprarlo de un modo expl¨ªcito, si introduc¨ªa en su obra ¡°temas de corte religioso¡±. Tendr¨ªa a su servicio todo el aparato de proyecci¨®n y de propaganda exterior del Estado si se plegaba, le dijeron. En cambio, Cela y D¨¢maso se regocijaron, famosos ya, por tanto intocables, de sus peleas con la censura. ¡°Madrid es una ciudad de m¨¢s de un mill¨®n de cad¨¢veres (seg¨²n las ¨²ltimas estad¨ªsticas)¡±, escribe D¨¢maso en el primer verso de ¡®Insomnio¡¯. Al censor le molestaba incluso el t¨ªtulo de la obra, la palabra ira, tan guerracivilesca. Pero estaba dispuesto a aceptarla si se omit¨ªa que Madrid fuese, toda la ciudad, un cementerio. D¨¢maso Alonso, que ten¨ªa entonces 48 a?os y el colmillo retorcido por anteriores experiencias, no estaba dispuesto a ceder. ¡°?C¨®mo titular un libro ¡®Hijos de la ira¡¯ si se censuraba todo asomo de ira?¡±. Pactaron, posibilistas, aceptar el primer verso si quedaba claro que en Madrid (¡°por qu¨¦ se pudren m¨¢s de un mill¨®n de cad¨¢veres en esta ciudad de Madrid¡±), no pasaba nada distinto que en otras grandes ciudades. Soluci¨®n: a?adir este octavo verso: ¡°Por qu¨¦ mil millones de cad¨¢veres se pudren lentamente en el mundo¡±.
A Buero lo trataron peor, y a¨²n as¨ª tambi¨¦n fue tachado de posibilista. Sus incondicionales, que fueron legi¨®n, tuvieron la certeza de que hab¨ªa luchado a brazo partido contra la censura y que por eso, muchas veces, su lenguaje era cr¨ªptico, con sobreentendidos, pero muy valiente. Lo demostraron con la intensidad y la duraci¨®n de los aplausos, que comenzaron antes de que acabara la ¨²ltima escena de 'Historia de una escalera', forzando a los actores a repetirla ¨ªntegra.
Acostumbrado a dramas que hablaban de personajes importantes y tragedias de relumbr¨®n, Buero ofrec¨ªa un universo sobre cuestiones candentes de la realidad, aunque los sistemas totalitarios de los que hablaba tuvieran residencia en Par¨ªs, o el dictador que temblaba por haber hecho colgar a un general rebelde se llamase Fernando VII. Todo eso hizo de Buero el m¨¢s posibilista de los dramaturgos cr¨ªticos, pero tambi¨¦n el m¨¢s estrenado. No siempre lo dejaron. En 1964 la censura prohibi¨® 'La doble historia del doctor Valmy', un alegato contra la tortura. Al r¨¦gimen le salio el tiro por la culata: la prohibici¨®n suscit¨® tanta curiosidad en el extranjero, que la obra, no la mejor del autor, fue muy representada fuera. Se estren¨® en Espa?a en 1976, "cuando el dictador Franco tuvo a bien dejarnos en paz", ironiz¨® Chazarra.
Sobre el posibilismo de Buero, como si se hubiera domesticado ante la dictadura, hubo muchos debates, que amargaron al autor, el m¨¢s agrio con el tambi¨¦n dramaturgo Alfonso Sastre, un ¡®imposibilista¡¯. Hubo quien, incluso, le acus¨® de haberse quedado en Espa?a. No se qued¨®. Lo quedaron. Ten¨ªa menos de 20 a?os cuando Franco orden¨® fusilar al padre, Francisco Buero, un militar gaditano que ense?aba C¨¢lculo en la Academia de Ingenieros. Buero, entonces, se alista en el ej¨¦rcito en defensa de Rep¨²blica. En 1939 es detenido y condenado a muerte, iniciando un peregrinaje por campos de concentraci¨®n y c¨¢rceles. En la de Conde de Toreno, en Madrid, fue donde dibuj¨® el famoso retrato de Miguel Hern¨¢ndez. La noticia de su libertad condicional la recibi¨® en el penal de Oca?a, en 1946.
Al margen de las pol¨¦micas, acudir a una de sus representaciones era, en ocasiones, como ir a una manifestaci¨®n contra el R¨¦gimen. "La gente iba a ver el teatro de Buero para descubrir sus s¨ªmbolos, para ver qu¨¦ dec¨ªa entre l¨ªneas. Y dec¨ªa cosas, muy gordas, y otras que estaban y no todo el mundo sab¨ªa descubrir. Abri¨® la ventana del teatro espa?ol y hizo ver a los que estaban ciegos por culpa del franquismo", dijo Adolfo Marsillach comentando el estreno de 'El tragaluz', un grave y hondo drama sobre el olvido, sobre la desmemoria, cuya lectura sigue teniendo vigencia tr¨¢gica.
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