Una proposici¨®n para acabar con el Premio Cervantes
A la vista del asunto de las pensiones relacionadas con los derechos de autor y la imposibilidad de desarrollar ning¨²n tipo de actividad art¨ªstica o intelectual, lo mejor ser¨ªa que se suprimieran todos los premios institucionales, entre ellos, el Princesa de Asturias, el Vel¨¢zquez o el Cervantes. Nos imaginamos en qu¨¦ grotesca acci¨®n se convertir¨ªan la entrega de los mismos. Por ejemplo, en la c¨¢tedra de la Universidad de Alcal¨¢, el premiado se transformar¨ªa en un acusado recriminado por el Ministro de Educaci¨®n y Cultura para la Hacienda quien le har¨ªa ver a las claras el delito que va a cometer haciendo compatible su exigua pensi¨®n con el cobro del importe de ese galard¨®n. No le arriendo la ganancia, pues en vez de acudir acompa?ado de su familia, el reo-premiado tendr¨ªa que hacerlo de su abogado y asesor fiscal por si la detenci¨®n se llevara a cabo nada m¨¢s acabar su discurso. En la loa amenazadora del ministro se har¨ªa referencia, adem¨¢s, a los ya antecedentes delictivos del propio autor que da nombre al premio y se ensalzar¨ªa a la novela picaresca como ejemplo de los males que acechan al gremio. S¨ª, ser¨¢ mejor que todos los premios institucionales se suspendan ante los males que pueden provocar a los elegidos.
Todo ciudadano tiene derecho a su pensi¨®n. Despu¨¦s de casi cuarenta a?os de cotizaci¨®n, seg¨²n su capacidad econ¨®mica, cualquier persona tiene derecho a recibir parte de lo que ha ahorrado para su vejez. Despu¨¦s de haber cumplido sesenta y cinco o setenta a?os ?cu¨¢ntos m¨¢s le pueden quedar de vida: 10, 15? El resto, al menos la mitad de su contribuci¨®n, nunca la cobrar¨¢. Por lo tanto, el Estado ya incauta una cantidad importante. Seguramente el ministro de Hacienda y la ministra de Trabajo, extraterrestres culturales, piensen que los derechos de autor manan como las cataratas del Ni¨¢gara y que, por ejemplo, las conferencias, cursos o art¨ªculos en publicaciones respetables nacionales o internacionales equivalen a los contratos de los jugadores de f¨²tbol. ?Qu¨¦ un creador publique y salga a la luz no hace m¨¢s que mancillar la imagen de su pa¨ªs!
?S¨ª, por supuesto! Habr¨¢ que suprimir todos los premios culturales trampa. Habr¨¢ que prohibir (ya se ha hecho con esta ley) que cualquier creador siga haciendo su trabajo a partir de la edad en que ejerza ese derecho, y dedicarse a vegetar esperando a la Parca a la que tantas veces ha citado. ?Qu¨¦ le importa al ministro de Hacienda y a la ministra de Trabajo la cultura espa?ola? ?Qu¨¦ le importa a un ministro que insult¨® al cine espa?ol diciendo que era malo o algo peor? ?Acaso alg¨²n ministro europeo expres¨® alguna vez un piropo semejante sobre su cultura? ?D¨®nde est¨¢ nuestro "flamante" ministro de Educaci¨®n y Cultura saliendo a defender a quienes representa, a quienes deber¨ªa representar y defender ante tama?a ignominia cuya sombra tambi¨¦n cae sobre ¨¦l?
La cultura conforma la identidad de un pa¨ªs, esto s¨ª que lo tienen claro los independentistas. Quienes atacan a aquellos que ayudan a configurar la identidad nacional est¨¢n poniendo en riesgo los propios pilares del Estado. La cultura ayuda a la buena educaci¨®n democr¨¢tica, uno de los grandes males que nos aquejan. Un pa¨ªs sin cultura no existe, un pa¨ªs sin cultura no vale la pena que exista. Espa?a, su respetada imagen en el mundo, la han dado siempre sus creadores. No me imagino a Bu?uel, Falla, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, T¨¤pies o, en el ¨¢mbito tambi¨¦n de nuestra lengua, a Borges u Octavio Paz teniendo que dejar de escribir, rodar, pintar o componer por este decreto de censura encubierto que ni siquiera el franquismo impuso como castigo a los ind¨®ciles intelectuales.
S¨ª, mejor ser¨¢ que se supriman todos los premios institucionales o que su entrega, en conjunto, se traslade a la sala del Museo del Prado donde est¨¢n los fusilamientos pintados por Goya. Quiz¨¢s entonces el Ministro de Educaci¨®n y Cultura para la Hacienda diga que a quien aquello pint¨® no le hizo falta cobrar ninguna pensi¨®n. No sabe este buen hombre que nuestro pintor regres¨® del exilio a su patria sin cabeza. ?Por algo ser¨ªa!
S¨ª, lo mejor ser¨¢ renunciar a los premios, renunciar a la pensi¨®n e incluso renunciar a un pa¨ªs que maltrata a sus ciudadanos, incluso a aquellos que contribuyen a su grandeza, con leyes injustas y demenciales que abochornan.
C¨¦sar Antonio Molina es escritor y exministro de Cultura.
Babelia
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