La genial excentricidad de Oleg Karavaichuk recala en Navarra
El pianista ruso centra un documental del festival Punto de Vista
Hay un m¨¦todo infalible que Oleg Karavaichuk aplica a menudo. Le sirve para su arte y para cuestiones m¨¢s triviales, como escoger una habitaci¨®n de hotel. El maestro ruso canta. Si el lugar le devuelve un eco satisfactorio, adelante. Si el sonido falla, empiezan los problemas. ¡°La ac¨²stica es una contemplaci¨®n mutua entre el cielo y la tierra¡±, explica. En el tren que le llev¨® a Pamplona, por ejemplo, hall¨® una sonoridad de su agrado. El teatro donde ayer ensayaba, en el Museo de la Universidad de Navarra, en cambio, no le convenc¨ªa nada: ¡°Suena como los restos de un pajarito¡±.
Karavaichuk (Kiev, 1927) es una prueba de que el genio y la excentricidad van de la mano, seg¨²n reza el t¨®pico. He aqu¨ª un pianista de 89 a?os, voz aguda e inseparable boina, que de repente arranca a cantar o imitar a golpes de ¡°?Bum! ?Bum!¡± la marcha de los soldados. He aqu¨ª, tambi¨¦n, el ¨²nico artista del planeta autorizado a tocar el piano que fue de los zares y que custodia el museo Hermitage de San Petersburgo. Un tipo que dej¨® plantados a la reina Sof¨ªa y los dem¨¢s asistentes a su concierto en Madrid: dos notas, el piano no le gustaba y adi¨®s.
Aquella era la primera vez ¡ªo segunda, seg¨²n su confusa leyenda¡ª que este monumento a la disonancia dejaba Rusia. Lo hizo para acercarse a las obras de El Bosco (uno de sus ¨ªdolos) con el director Andr¨¦s Duque: el cineasta le llev¨® al Prado en pleno rodaje de un documental que se proyecta estos d¨ªas en el festival navarro Punto de Vista. Oleg y las raras artes graba al maestro, sus r¨ªos de palabras y sus melod¨ªas inc¨®modas, poniendo al espectador ¡°ante una experiencia¡±, en palabras de Duque. Y otro momento peculiar fue ver al pianista intentando crear, junto con el core¨®grafo y bailar¨ªn Javier Mart¨ªn, un espect¨¢culo que planean para abril.
A la caza del genio
Duque descubri¨® a Karavaichuk gracias a la banda sonora de Dolgie provody (Largo adi¨®s). Investig¨® en Internet y se encontr¨® con v¨ªdeos de un tipo tocando el piano desde el suelo o con una bolsa en la cabeza. Una comisaria de arte de Mosc¨² le anim¨® entonces a ir hasta Rusia a la caza del genio.
Tras una larga b¨²squeda, Duque encontr¨® el maestro. Se dio la casualidad de que ese d¨ªa ambos llevaran ropa azul, lo que le gan¨® el primer visto bueno. Aunque en cuanto a la pel¨ªcula el ruso dijo "niet".
La puerta, sin embargo, estaba entreabierta. M¨¢s para un tipo ya curtido en la paciencia de filmar otro documental sobre el cineasta Iv¨¢n Zulueta. Primero intentaron rodar en Madrid una especie de paralelismo con el Bosco, sin ¨¦xito. Entonces, el director pudo filmar directamente "en los santuarios" del ermita?o ruso, incluido el Hermitage o Komarovo, el barrio de San Petersburgo donde vive y donde Stalin exili¨® a los artistas. De ah¨ª sali¨® Oleg y las raras artes, que de momento se podr¨¢ ver en salas de centros culturales de Madrid, Barcelona o Bilbao adem¨¢s de proyecciones en algunos museos.
?Cu¨¢nta paciencia se necesita con Karavaichuk? Core¨®grafo y director contestan lo mismo: ¡°Ni te imaginas¡±. Sin embargo, parece valer la pena. Tal vez sea porque, como sostiene el pianista, su m¨²sica no tiene ¡°principio ni fin¡±. Cuando empieza a tocar no improvisa, compone sin escribir. Lo mismo ocurri¨® con el documental: Duque estudiaba los momentos correctos para encender la c¨¢mara y dejaba que el genio se desplegara ante ella. Como cuando se queda dormido y su sonambulismo le lleva a tocar un piano imaginario. No extra?a, por tanto, el destino de una entrevista con ¨¦l: imposible prever el fin.
¡°No esperes pregunta y respuesta. Es pregunta y mon¨®logo¡±, advierte el traductor. Nunca se sabe. Una pregunta sobre sus sinfon¨ªas inc¨®modas le lleva a concluir que ¡°si Europa resiste es porque hay faldas¡±. ?Y qu¨¦ imagen quiere que tengan los espa?oles de ¨¦l? ¡°Mi sue?o antes de morir es proteger a Espa?a de su ca¨ªda, provocar una resistencia a su europeizaci¨®n. Para recuperar el siglo XIV. Los espa?oles sois tan ¨²nicos que me entran ganas de llorar¡±.
Desde luego irrepetible es tambi¨¦n ¨¦l. Con tan solo ocho a?os actu¨® ante Stalin, y justo su talento salv¨® a sus padres de la deportaci¨®n a los campos de trabajo forzado. Ni?o prodigio, autor de decenas de bandas sonoras para pel¨ªculas, el maestro fue sin embargo silenciado durante 40 a?os por el r¨¦gimen sovi¨¦tico, que vet¨® sus conciertos. Mientras, le acoplaron el apodo de compositor loco: ¡°A Gogol le llamaban loco. Y a Tolst¨®i. ?Qui¨¦n lo dice? Una buena arte se tarda cien a?os en entenderla. Me prohibieron actuar porque cuando lo hice el p¨²blico sinti¨® mi m¨²sica, casi entr¨® en coma¡±.
Hay m¨¢s asuntos que alteran la calma al maestro, como la utilidad como criterio principal y la relaci¨®n entre notas ¡°dominantes y t¨®nicas¡± que ha acabado con la m¨²sica: ¡°La cl¨¢sica ya est¨¢ muerta. Porque su fundamento es emplear el ritmo por algo pr¨¢ctico, es como la extracci¨®n del gas¡±. Sostiene que Europa ¡°est¨¢ muerta¡± debido a la obsesi¨®n por la concreci¨®n y el control. Sus ciudadanos son ¡°¨¢guilas en una jaula¡±.
?l est¨¢ saliendo de su prisi¨®n. Ahora comparte su mundo. De la vida privada, eso s¨ª, apenas habla. Salvo con Duque: le cont¨® que una vez apareci¨® una ¡°pretendiente¡± ucrania con un cr¨¢neo humano como regalo. Quer¨ªa casarse con ¨¦l, pero la rechaz¨®. No har¨ªa falta ni la prueba ac¨²stica: la historia ya sonaba bastante mal.
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