Ay, la tonter¨ªa
Solo recuerdo un gag que haya logrado transformar mi expresi¨®n de Buster Keaton
No he visto el primer Zoolander, titulada sabiamente en castellano como Un descerebrado de moda, pero deduzco que debo de ser el ¨²nico, ya que constato ante la segunda entrega que el careto de Ben Stiller, su director y protagonista, llena las portadas de revistas muy variadas y no solo cinematogr¨¢ficas. Expertos en previsiones de taquilla me aseguran que Zoolander va a vender infinitas entradas, lo que aumenta mi perplejidad. Y tambi¨¦n me informan en todas las rese?as que ojeo sobre el arranque de la saga que esta se ha convertido en una pel¨ªcula de culto. Y me empieza a fatigar excesivamente el distinguido apelativo que decide lo que pertenece al culto y al inculto. Digo yo que ese culto lo practicaran exclusivamente aquellos cultivados espectadores, cronistas y cr¨ªticos que recibieron la luz milagrosa pero que tambi¨¦n habr¨¢ mucho y embrutecido p¨²blico que no comprender¨¢ las sagradas razones por las que hay que rendir culto art¨ªstico a pel¨ªculas que les parecieron una tonter¨ªa, o una pesadez, o algo insufrible.
ZOOLANDER 2
Direcci¨®n: Ben Stiller.
Int¨¦rpretes: Ben Stiller, Owen
Wilson, Pen¨¦lope Cruz, Will Ferrel, Christine Taylor, Justin Bieber.
G¨¦nero: comedia. EE UU, 2016.
Duraci¨®n: 102 minutos.
Pero repito que llego virgen a las presuntamente gracios¨ªsimas aventuras de dos top models masculinos, uno de ellos que ha ejercido irresistible y duradera seducci¨®n gracias a su legendaria mirada de acero azul, a los que la frivolidad de los nuevos y pervertidos due?os de la moda releg¨® al fracaso y al olvido. Y tal vez la surrealista y feroz parodia de un universo tan sofisticado, gobernado por la apariencia y de problem¨¢tico acceso para aquellos que no sean very important person fuera inicialmente muy ingeniosa, genial divertida y loca, pero no comprendo donde puede residir el encanto de la muy esperada continuaci¨®n de la s¨¢tira.
Se supone que su objetivo es provocar la risa y la carcajada sin tregua del espectador. Y de acuerdo en que los motivos de jolgorio est¨¢n en funci¨®n del sentido del humor y de la naturaleza de cada receptor, que lo que algunos viven como un gozoso pasote con claves a otro solo le provoque estupor o bostezos. Y, lamentablemente, solo recuerdo un gag en esta pel¨ªcula que haya logrado transformar mi expresi¨®n de Buster Keaton. Es uno relacionado con la capacidad pectoral del personaje que interpreta Pen¨¦lope Cruz. Creo que sonre¨ª, pero ah¨ª se acab¨® mi diversi¨®n.
Y admito que se pueden hacer pel¨ªculas sobre la bober¨ªa y el disparate. A condici¨®n de hacerlo con gracia y talento. Mucha gente se lo reconoce a Ben Stiller. Yo no conecto con esa hilarante comicidad ni cuando act¨²a ni cuando su autor¨ªa es total. Cuesti¨®n de gustos.
Cuentan que parte del ¨¦xito de Zoolander radica en los generosos cameos de famosos. Imagino que funciona la f¨®rmula. Al menos en la saga torrentiana. Pero en mi caso el inter¨¦s o el morbo de ver al ?cantante? jovezno Justin Bieber, a los sastres (perd¨®n, dise?adores) Valentino y Tommy Hilfiger, a Kim Kardashian (no s¨¦ bien a qu¨¦ se dedica la citada), o a la papisa de la moda Anne Wintour, es inexistente. Culpa m¨ªa.
Babelia
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