El teatro de Mendoza
Jacinto Ant¨®n les contaba en su estupenda cr¨®nica de anteayer el morrocotudo mon¨®logo con el que Eduardo Mendoza demostr¨® en el Romea barcelon¨¦s su calidad como actor, apreciaci¨®n que suscribo. Parec¨ªa un senador por Louisiana posesionado por el feliz esp¨ªritu de Mark Twain: las charlas que daba Twain ante un auditorio rendido no deb¨ªan de ser muy distintas. Esa noche, Mendoza (que se defini¨® como ¡°hombre de teatro a tiempo parcial¡± habl¨® de muchas cosas, entre ellas que el gusto por el humor y el teatro le ven¨ªan, en buena medida, de su padre, un enamorado de la escena que devoraba funci¨®n tras funci¨®n, pero especialmente las de Mihura, Tono, Carlos Llopis o Paso, que el escritor conoci¨® de su mano.
Algo intu¨ª yo leyendo Una comedia ligera (1996), una de sus novelas que m¨¢s me gustan, cuyo protagonista, Carlos Prull¨¢s, parec¨ªa modelado sobre Llopis con el f¨ªsico y las maneras de Alberto Closas. Es una obviedad que el teatro (o el cine, o los libros) que amamos en la infancia nos marca de modo muy hondo, pero las constataciones siempre nos sorprenden. Releyendo Gloria (1998), para mi gusto la mejor comedia de Mendoza, se me asom¨® de nuevo Closas en el rol del taimado Caballero, con L¨®pez V¨¢zquez como su escudero Gabrielle, en un Marquina del universo paralelo, y pens¨¦ que el personaje de su protagonista le hubiera ido que ni pintado a Conchita Montes. Subrayo lo del universo paralelo, porque Mendoza, que es un se?or muy listo, muy le¨ªdo y muy vivido, no tiene la inocencia del teatro que vio de peque?o: hay una considerable malicia de construcci¨®n (y de intenci¨®n) y una visi¨®n del mundo mucho m¨¢s desencantada. Tiene esa nostalgia del boulevard que disfrut¨® entonces, pero sabe que no puede disfrazarse de vecino: su mirada nunca ser¨¢ la misma. Lo que no entiendo, dada su pasi¨®n y su talento, es que su obra dram¨¢tica nunca haya acabado de despegar, no s¨¦ si por timidez propia o por desidia de productores y programadores. Desidia extra?a, trat¨¢ndose de un novelista con su tir¨®n popular. Le han pedido traducciones (ahora mismo tiene dos en cartel en Barcelona, de Miller y Pinter), le han pedido adaptaciones, pero no le han pedido m¨¢s funciones. Restauraci¨® (1990) y Greus questions (2004) tuvieron buena respuesta de p¨²blico y cr¨ªtica, pero no salieron de Catalu?a. Gir¨® mucho la adaptaci¨®n de Sin noticias de Gurb (2008) que hizo la gran Rosa Novell, y aunque Gloria se public¨®, no lleg¨® a pisar escenario: estuvo a punto, pero, misteriosamente, se par¨®. Eso es lo m¨¢s raro de todo: se trata de un vodevil sofisticado, veloz, brillante, muy divertido y muy amargo, con esencias plenamente brit¨¢nicas (un buen chorro de Wilde y otro de Coward en la coctelera) y un trasluz de locura muy nuestro, muy jardielesco. Estoy seguro de que, con el director adecuado, conseguir¨ªa un p¨²blico amplio: se lo merece.
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