El hombre del traje blanco
Poco espacio para cernir los ecos de este libro. Que, sin embargo, es un texto breve: no llega a las doscientas p¨¢ginas. De la mano de Federico (Arpa), el debut narrativo de Llu¨ªs Pasqual, es la cr¨®nica de un viaje, la navegaci¨®n, dice su autor, ¡°por uno de los r¨ªos que atraviesan mi vida, que han sido y son mi vida¡±. A los doce a?os se zambulle en su poes¨ªa, a los catorce en su teatro. Fue para ¨¦l, cuenta (y muy bien contado), ¡°el descubrimiento del autor y de la literatura: por un lado, la compa?¨ªa espiritual; por otro, la capacidad de aventura que encierra un libro¡±. Y la sensaci¨®n de una singular proximidad, que ven¨ªa de lejos: ¡°con cincuenta y tres a?os de diferencia nacimos el mismo d¨ªa, un cinco de junio¡±.
En su adolescencia, Pasqual sigue la Yerma de Lorca, alzada por Nuria Espert, V¨ªctor Garc¨ªa y Fabi¨¤ Puigserver, de ciudad en ciudad, como un peregrino. Luego, ya convertido en director, montar¨¢ Di¨¢logo del amargo, aquellas ¡°ocho p¨¢ginas con la temperatura po¨¦tica de una tragedia¡±. Y vendr¨¢n Los caminos de Federico, y estrenar¨¢ los aldabonazos de Comedia sin t¨ªtulo y El p¨²blico, y Haciendo Lorca, y La oscura ra¨ªz, y C¨®mo canta una ciudad de noviembre a noviembre, y La casa de Bernarda Alba: de todos esos espect¨¢culos el libro es indispensable cuaderno de bit¨¢cora.
Cito, entre muchas, esta precisa ense?anza teatral: ¡°Ante un texto de Lorca, un actor deber¨ªa desconfiar cuando nota que posee una emoci¨®n y puede mantenerla m¨¢s de tres l¨ªneas¡±.
Hay en estas p¨¢ginas un torrente de historias. Me vuelve ahora el precioso episodio del viejo conserje de la Biblioteca Nacional de Bogot¨¢, donde Pasqual va a dar unas charlas sobre el poeta, que le confunde con Lorca y le abraza emocionado (¡°?Don Federico! ?Qu¨¦ alegr¨ªa, despu¨¦s de tantos a?os de leer sus poes¨ªas! ?Cuando se lo cuente a mi familia!¡±), y ¨¦l no se atreve a decirle la verdad, y los tres d¨ªas siguientes entra a escondidas para que no le vea y le llame Don Federico en presencia de alguien. Otras son confidencias muy ¨ªntimas, que Pasqual nos cuenta a media voz pero con un valor muy lorquiano, y es maravillosa la forma de ir pasando, sin mudar el tono, de lo privado a lo p¨²blico, del teatro a la vida.
Aqu¨ª desfilan el dolor, el misterio, la risa (aquella ¡°tremenda risa morena¡±, como dec¨ªa Aleixandre) y, sobre todo, la luz del Hombre del Traje Blanco brotando en el pasillo oscuro. Un ser de luz, dice Pasqual, ¡°los que se van antes de tiempo pero dejan estela; los que irradian y permanecen, los que nos hablan a trav¨¦s del tiempo¡±. Un ¨¢ngel con medio cuerpo herido y en la sombra, buscando las cosas esenciales ¡°entre los juncos y la baja tarde¡±; mostrando los caminos del teatro y la poes¨ªa. Un gu¨ªa. Un hermano.
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