The Rolling Stones conquistan Bogot¨¢ desde las alturas
La banda brit¨¢nica pisa por primera vez Colombia y salda una deuda hist¨®rica con el p¨²blico
Era la primera vez y tambi¨¦n ha podido ser la ¨²ltima. The Rolling Stones ofrecieron la noche del jueves en Bogot¨¢ uno m¨¢s de los conciertos de su gira Am¨¦rica Latina Ol¨¦ Tour. Uno m¨¢s con todo lo que un recital implica para Mick Jagger y su banda. Dos horas de rock sin concesiones. Los m¨¢s de 43.000 asistentes lo vivieron como una ceremonia religiosa a la que deb¨ªan entregarse hasta los m¨¢s ateos. No import¨® la media hora de diluvio, ni el caos para entrar en el estadio de f¨²tbol El Camp¨ªn. Los brit¨¢nicos por fin saldaban su deuda y un aguacero m¨¢s no se lo iba a impedir a los colombianos.
El concierto comenz¨® con Jumping Jack Flash y termin¨® con Satisfaction. Las sorpresas no ven¨ªan con un setlist anunciado hasta la extenuaci¨®n en redes sociales y consultado con el mismo ¨¦nfasis por todos aquellos que miraban a Jagger a trav¨¦s de las pantallas de sus m¨®viles. Los nervios, las emociones y los imprevistos eran responsabilidad de los artistas. Se repart¨ªa entre el p¨²blico el miedo a los efectos que los 2.600 metros de Bogot¨¢ podr¨ªan tener sobre Sus Sat¨¢nicas Majestades. No les tembl¨® el pulm¨®n ni medio segundo. Durante dos horas el cantante (72 a?os) se contone¨®, corri¨® y cant¨® como si Los Andes solo fueran parte del paisaje. Keith Richards (72 a?os) y Ron Wood (68 a?os) respondieron con sus guitarras y alg¨²n que otro baile a lo largo de la pasarela que acerc¨® a los Stones y a su p¨²blico.
La infraestructura cumpli¨® con las expectativas. Los roqueros no necesitaron de ox¨ªgeno. Los colombianos gritaban y disparaban sus m¨®viles. Y encima sus ¨ªdolos les hablaban en castellano. The Rolling Stones cantaron temas para rolos (como se conoce a los bogotanos de origen), escucharon a Jagger relatar su semana en la ciudad -"Museo Botero, obleas, aguardiente y guayabo [resaca]"- y se rieron cuando la banda reconoci¨® que aunque era la primera vez que pisaban tierras colombianas llevaban muchos a?os contribuyendo a la econom¨ªa del pa¨ªs. Las risas se fueron contagiando a la espera de la respuesta m¨¢s sencilla. "Hablo de las ocho tazas de caf¨¦ que se toma Keith al d¨ªa", dijo Mick Jagger. Un estruendoso "ajam" acab¨® con la primera parte de la conversaci¨®n.
Entretanto, Its only rock and roll, Honky Tonk women, Dead flowers (elegida por el p¨²blico en Twitter) o Simpathy for the devil hac¨ªan de las suyas entre la gente. En el tumulto de las primeras filas no solo hab¨ªa espacio para los m¨®viles y las quejas -"Aqu¨ª la media estamos en el 1,55, bajen los celulares"-, tambi¨¦n para el cari?o. El p¨²blico era una representaci¨®n demogr¨¢fica de Colombia. Padres e hijas, parejas, grupos de amigos j¨®venes y mayores,... y todos, de manera intermitente, se miraban, se tocaban, se un¨ªan en abrazos como parte de esa liturgia religiosa.
Jagger no daba tregua, ni siquiera cuando anunci¨® que se sub¨ªa al escenario Juanes. La dopamina que sobrevolaba las cabezas se convirti¨® en un fuerte aplauso. Puede que el cantante de Medell¨ªn no sea el portavoz musical de unos cuantos, puede que otros en lugar de pensar en La camisa negra, la noche del jueves prefirieron acordarse del joven que antes de pasarse al pop se entreg¨® al metal con Ekhymosis. Hay tantas respuestas como almas llenaron El Camp¨ªn, pero por una noche aplaudieron que uno de sus vecinos pisara el mismo suelo que The Rolling Stones.
El reloj estaba a punto de gritar se acab¨® y el p¨²blico lo sab¨ªa, aun as¨ª el descanso antes de los bises se vivi¨® con euforia. La despedida comenz¨® con Can?t always get con la ayuda del coro de la Universidad Javeriana de Bogot¨¢. Entonces Jagger lanz¨® una pregunta: "?Est¨¢n preparados?". Todos sab¨ªan que el concierto acababa y estaban advertidos. Sonaron los primeros acordes de Satisfaction y la tarima comenz¨® a temblar con los saltos. Cuando se escuch¨® la ¨²ltima nota, ya sin bater¨ªa en los m¨®viles y sin voz en la garganta, El Camp¨ªn tard¨® m¨¢s de media hora en vaciarse. Por si acaso, parec¨ªan decir los m¨¢s de 43.000 rostros que fueron incapaces de devolverle el hasta pronto a los Stones. Mejor guardar la frase de Richards: "Es bueno estar en Bogot¨¢, en realidad es bueno estar en cualquier parte".
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