Buscadores de la verdad. ?Qu¨¦ verdad?
El cine tiene t¨ªtulos memorables sobre el periodismo, su ¨¦tica y su af¨¢n de independencia. Tambi¨¦n relatos abanderados por c¨ªnicos y rufianes
Imagino en la ¨²ltima edici¨®n de los Oscar al hipersensible y m¨ªstico mundo interior del gran esteta I?¨¢rritu relami¨¦ndose de gusto anticipadamente ante la seguridad de que no solo iban a decretar que ¨¦l, Leonardo DiCaprio y Emmanuel Lubezki eran los mejores artistas del a?o, sino que consecuentemente El renacido, la espectacular criatura que hab¨ªan parido, recibir¨ªa el ansiado galard¨®n a la m¨¢s guapa del baile. Y debi¨® de darle un s¨ªncope al escuchar que el Oscar a la mejor pel¨ªcula era para Spotlight, cine sobre ese oficio en crisis y lleno de incertidumbre llamado periodismo, sospecho que con un presupuesto diez veces inferior a esa historia sobre el calvario y la incre¨ªble supervivencia del trampero, sin estrellas (Mark Ruffalo, Stanley Tucci y Michael Keaton son actores excelentes, pero su presencia no sirve para vender entradas), firmada por el nada consagrado Thomas McCarthy, se?or con viejas se?as de identidad en el cine independiente del bueno, autor de las notables V¨ªas cruzadas y The Visitor.
La tem¨¢tica de Spotlight da mucho miedo, la protagonizan periodistas de la vieja escuela (aunque solo hayan pasado 15 a?os de aquella investigaci¨®n tenebrosa de The Boston Globe), gente que sigue tomando notas con un bol¨ªgrafo en sus nada sofisticadas libretas, siguiendo la pista de m¨²ltiples violaciones y abusos de ni?os a cargo de curas que gozaban de impunidad, estaban protegidos por sus jefes, eran trasladados a nuevas parroquias o a otras ciudades, y gozaban en Boston del amparo del poder. Bueno, en Boston y en cualquier lugar del catolizado mundo. Yo creo que es una pel¨ªcula bien contada, eficaz, con una sorpresa en su desenlace que era necesaria y que revela la responsabilidad mayor o menor, la culpabilidad por omisi¨®n, comodidad o desgana de muchas personas en las corrupciones m¨¢s perversas.
A pesar del Oscar me cuentan que su taquilla ha sido discreta. No creo que haya calado en la consideraci¨®n del gran p¨²blico como una obra maestra, que no lo es, pero despierta entusiasmo entre la gente que se dedica al periodismo. Sobre todo, a los que llevan un tiempo razonable ejerciendo la profesi¨®n. Y entiendes esa fascinaci¨®n. Aunque la investigaci¨®n de The Boston Globe fuera enormemente trascendente, el director Thomas McCarthy no intenta dar dimensi¨®n ¨¦pica a sus h¨¦roes. Su trabajo forma parte de rituales cotidianos, de descubrimientos que se demoran o se retuercen, de paciencia, de suerte, de ganas de rendici¨®n, de subidones, del apoyo de los jefes para llegar a un final que a veces parece incierto, arriesgado, repleto de minas que pueden estallar poniendo en peligro el futuro del peri¨®dico y de sus carreras, de territorios habitados por escasas luces y m¨²ltiples sombras, de intereses muy poderosos para que el sistema no salga excesivamente da?ado si se cuenta la verdad. No hay di¨¢logos enf¨¢ticos, ni golpes de efecto, ni la intenci¨®n de sacrificar la realidad para hacer concesiones al espect¨¢culo. Todo suena a veraz.
En Spotlight no hay golpes de efecto, ni la intenci¨®n de sacrificar la realidad para hacer concesiones al espect¨¢culo. Suena a verdad
Y sirve para hacer memoria de las ocasiones m¨¢s memorables en las que el cine se ha ocupado del periodismo, de esas empresas que siempre se declaran independientes y con los sagrados objetivos de desvelar la verdad, plasmar la realidad, denunciar los desmanes, vigilar o incomodar a los tres poderes que figuran por delante del que posee el que al parecer es el cuarto, no seguir las consignas de los que dirigen el tinglado, en fin, esas cosas tan heroicas y aut¨¦nticas. Aunque esa actitud no ha sido la norma. Billy Wilder lanz¨® vitriolo en El gran carnaval sobre la obscena y asesina manipulaci¨®n de un trepa del periodismo para montar un circo y vender infinitos ejemplares a costa de la tragedia de un pobre hombre atrapado en una mina. Wilder tambi¨¦n hizo en Primera plana un formidable remake de Luna nueva, una historia de Ben Hecht que hab¨ªa adaptado al cine muchos a?os antes Howard Hawks, con tanta inteligencia como ritmo. Hay pocos canallas tan desvergonzados y pragm¨¢ticos en la historia del cine como ese sensacionalista director de peri¨®dico, interpretado inolvidablemente por Cary Grant y por Walter Mattau, capaz de cualquier villan¨ªa para retener a su reportero estrella y vender en primera plana y en exclusiva la ejecuci¨®n de un d¨¦bil mental presuntamente anarquista. Y es terrible el extremo al que pueden llegar las televisiones, ofreciendo un suicidio en directo, con tal de pillar m¨¢xima audiencia, en la l¨²cida y visionaria Network. O los chanchullos y los inventos de un periodista mentiroso sobre el mundo de la mendicidad con el apoyo de los nuevos jefes, que describe David Simon en la ¨²ltima temporada de la serie The Wire. Y Charles Foster Kane, ese ni?o multimillonario obsesionado con su recuerdo o su p¨¦rdida del enigma Rosebud, monta al hacerse mayor una cadena de peri¨®dicos dispuestos a luchar contra la injusticia. Le durar¨¢n poco esos nobles prop¨®sitos. Utilizar¨¢ la prensa para defender sus frecuentemente turbios intereses, vilipendiar con calumnias o medias verdades a sus rivales, intentar hacer carrera pol¨ªtica, manejar los hilos de la opini¨®n p¨²blica.
Pero tambi¨¦n han existido personajes dispuestos a jugarse todo en nombre de su profesionalidad, su sentido ¨¦tico, sus cr¨®nicas, indagaciones, reportajes, denuncias de la abyecci¨®n. Bogart desafiaba a los g¨¢nsteres y los desenmascaraba en El cuarto poder. Para eso era Bogart. Red?ford y Hoffman lograban la dimisi¨®n de Richard Nixon al demostrar su responsabilidad en el sucio Watergate en Todos los hombres del presidente. Y hay reporteros de guerra que se comprometen con las v¨ªctimas, ofrecen su testimonio del horror, hacen lo que pueden en las antiguas barbaries de Camboya e Indonesia. Ocurre en El a?o que vivimos peligrosamente y Los gritos del silencio. Era duro enfrentarse a la triunfante caza de brujas. Lo hace un periodista m¨ªtico de la televisi¨®n en blanco y negro en Buenas noches y buena suerte. Y los sabuesos que buscan al asesino en la serie Zodiac llegar¨¢n a viejos sin haberlo cazado. Y Pacino se largar¨¢ asqueado con los s¨®rdidos engranajes que manejan los due?os de la televisi¨®n en la que trabaja y la complicidad con ellos de sus jefes en esa obra maestra titulada El dilema. Su victoria ser¨¢ p¨ªrrica. La ¨¦tica, la independencia y la b¨²squeda de la verdad son t¨¦rminos huecos en muchas ocasiones. Y sus abanderados tan c¨ªnicos como rufianes.
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