¡®Vigilia¡¯ de Rihm en Cuenca, la oportunidad del dolor
Hay pocas ocasiones en que un acontecimiento art¨ªstico pueda crear vibraciones de alto voltaje en sinton¨ªa con un momento hist¨®rico singular
Hay pocas ocasiones, de hecho son raras en una vida, en que un acontecimiento art¨ªstico pueda crear vibraciones de alto voltaje en sinton¨ªa con un momento hist¨®rico singular. Quiz¨¢ sucediera con el estreno del R¨¦quiem de Britten, por ejemplo. Escuchar la Vigilia, de Wolfgang Rihm en la Iglesia de San Pedro de Cuenca te acerca a uno de esos momentos. Una obra deudora de la tradici¨®n de los lamentos, tan perfecta como turbadora, y que comienza as¨ª, "Triste est¨¢ mi alma hasta la muerte" (Tristis est anima mea usque ad morten), dicho esto en el d¨ªa de la verg¨¹enza de Europa, en una de las jornadas m¨¢s negras de la historia reciente del continente, es frase que vibra en lo m¨¢s hondo. El ¨²ltimo Motete ahonda en la herida, ¡°Me has tirado en la fosa profunda, en las tinieblas, en el abismo¡± (Posuerunt me in lacu inferiori, in tenebris, et in umbra mortis). Todo esto, en fin, reenv¨ªa la imagen del Cristo doliente al pavoroso drama de los refugiados y realimenta el sentido hasta que masticamos esas frases desgastadas por siglos de ritual.
La Vigilia de Rihm es el segundo concierto de la Semana de M¨²sica Religiosa de Cuenca, dedicada este a?o a Alemania. Rihm (1952) es, quiz¨¢, el m¨¢s conocido y aclamado de los compositores alemanes actuales. Lejos quedan los debates est¨¦riles sobre la Nueva Simplicidad o el neorromanticismo alem¨¢n. Rihm trabaja la m¨²sica como una materia que va de lo d¨²ctil a lo tel¨²rico y que recuerda cada vez m¨¢s a su compatriota, el pintor Anselm Kiefer (que se ve estos d¨ªas en el Pompidou de Par¨ªs). Esa forma de concebir el hecho sonoro se percibe desde la propia concepci¨®n instrumental. En Vigilia, el reducido grupo de diez instrumentistas abandona pr¨¢cticamente el ¨¢mbito de los agudos, un tr¨ªo de cuerdas grave: viola, chelo y contrabajo, otro tr¨ªo de metales similar: dos trombones y una tuba, y una percusi¨®n en la que tambi¨¦n abundan los sonidos pesados en tambores y placas met¨¢licas. Su contrapeso es otro tr¨ªo: clarinete, trompa y ¨®rgano el¨¦ctrico situados en el balc¨®n del Coro, al otro extremo del grupo. Pero incluso los agudos de este otro tr¨ªo a¨¦reo tienen algo de descarnado. Cap¨ªtulo aparte es el grupo coral, una casi ins¨®lita formaci¨®n de una soprano, tres tenores, un bar¨ªtono y un bajo; es cierto que se trata de la formaci¨®n b¨¢sica de los formidables Singer Pur. Y para darles r¨¦plica, un extraordinario grupo, el Ensemble musikFabrik, de Colonia. Con esta doble formaci¨®n, rica en graves retumbantes, la recoleta Iglesia de San Pedro asum¨ªa la responsabilidad de conducir esas vibraciones hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de Europa para elevar el llanto por tanto dolor como nos atenaza. Ya s¨¦ que es casualidad la fecha de este concierto y el esc¨¢ndalo que nos conmueve, pero tambi¨¦n las casualidades hacen la historia.
Vigilia consta de siete sonatas instrumentales alternadas por otros tantos motetes vocales, y un Miserere final extenso (alrededor de la cuarta parte de toda la obra) en el que se funden voces e instrumentos. Y no hay mejor elogio que el de destacar que en ning¨²n momento pesa esta alternancia supuestamente mec¨¢nica.
La direcci¨®n de esta imponente obra ha corrido a cargo de Christian Eggen con tanta seguridad como templanza a la hora de concertar los dos bloques sonoros, tan dispares en su respuesta al control directorial. El mejor resumen del evento es que la asistencia, que llenaba la Iglesia, ha acogido esta obra ¡°contempor¨¢nea¡± como si fuera Mendelssohn, vamos avanzando en tolerar lo nuevo justo cuando nos hacemos insensibles a otras intolerancias. ?Pobre Europa rica!
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