Llanto por Jim Harrison
El escritor, amigo del autor de 'Leyendas de pasi¨®n', destaca el car¨¢cter claro y aventurero del fallecido
Le conoc¨ª en San Francisco. A lo largo de una cena regada por una cantidad alarmante de vino de Borgo?a, el segu¨ªa l¨²cido, y me dio el visto bueno para dirigir un documental sobre ¨¦l y su amigo el poeta Gary Snyder. Un a?o despu¨¦s, cuando se estren¨® la pel¨ªcula en el Festival Lumi¨¨re, en Lyon, me confes¨® que aquella noche en California decidi¨® trabajar conmigo por una raz¨®n. Me hab¨ªa preguntado qu¨¦ era lo que m¨¢s me gustaba del poeta Federico Garc¨ªa Lorca, y le hab¨ªa respondido que la dureza, la mezcla de una sensibilidad ¨²nica combinada con una actitud realista y implacable con respecto a la vida. Le di la definici¨®n escueta del duende lorquiano: "Es, en suma, el esp¨ªritu de la tierra".
Ese era el esp¨ªritu que Jim Harrison llevaba dentro. Dijo una vez, "he aprendido que no puedo estar bien en mi propia piel, mi aut¨¦ntica casa, cuando estoy distra¨ªdo pensando en otro lugar. Tienes que encontrarte donde est¨¢s, donde est¨¢s ya, en el mundo que te rodea". Su lugares favoritos en este mundo eran, Michigan, Montana, Nueva M¨¦xico, Francia y Espa?a. Le encantaba la poes¨ªa de Antonio Machado, y hab¨ªa hecho peregrinajes a Colliure para visitar su tumba. Hace solo 10 d¨ªas hablaba con ilusi¨®n del viaje que ten¨ªa pendiente esta primavera a Par¨ªs y a Sevilla.
La muerte de Linda, su mujer, el a?o pasado le hundi¨®, pero segu¨ªa escribiendo. Dec¨ªa que ten¨ªa que escribir para mantener su apego a la realidad. Quer¨ªa con lealtad y pasi¨®n: a sus hijos, a sus perros, a sus amigos. Iba de duro, era resistente a todo, pero tras esa actitud autoprotectora hab¨ªa una sensibilidad profunda. Estaba orgulloso de haber podido mantener a su familia a base de su talento literario. Despreciaba a los escritores que buscaban cobijo dando clases de creative writing en las universidades.
Harrison naci¨® en Michigan en una familia de ra¨ªces escandinavas mezcladas con nativos americanos. Su conexi¨®n con los ind¨ªgenas de Estados Unidos fue constante, y est¨¢ reflejada en muchos de sus libros. El respeto que les ten¨ªa, desprovisto de toda sentimentalidad, era inmenso. Por otra parte, aunque sea m¨¢s conocido como novelista, la faceta de su obra que m¨¢s valoraba era la poes¨ªa. Como artista, la poes¨ªa es lo que m¨¢s le preocupaba. Viv¨ªa de la prosa, pero su coraz¨®n estaba ¨ªntimamente ligado a la poes¨ªa.
Tardar¨¢ mucho tiempo en nacer, si es que nace, un americano tan claro, tan aventurero. Era un tipo brusco, con su pitillo y su copa de vino, sus perros y rifles, su atuendo de cazador. Le gustaba cocinar y contar an¨¦cdotas divertid¨ªsimas, y perderse por el campo citando a Shakespeare y? Machado como la cosa m¨¢s natural del mundo, sin pretensi¨®n ninguna. La ¨²ltima vez que le vi fue hace un par de a?os, aqu¨ª, en Madrid. Le encantaba la ciudad. Cuando nos despedimos delante de su hotel, en frente del Museo del Prado, con ese olor a acacia flotando en el aire, me hizo prometer que leer¨ªa la obras completas de Ren¨¦ Char. No lo he hecho todav¨ªa, pero ma?ana empiezo.
John J. Healey es escritor. Su ¨²ltima novela, ¡®El samur¨¢i de Sevilla¡¯, se publica en Espa?a el 5 de abril.
Babelia
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