¡°Me maravilla el milagro de la transformaci¨®n humana¡±
El escritor chileno, de 84 a?os, publica 'La ¨²ltima hermana'. ¡°No pienso terminar de escribir¡±, dice , ¡°soy viejo y tengo planes"
En ocasiones, algunos personajes llegan a la vida de la gente y se van para siempre. En otras, sin embargo, parecen resistirse a desaparecer y regresan una y otra vez. Fue lo que le sucedi¨® al escritor chileno Jorge Edwards (Santiago, 1931) con Mar¨ªa Edwards Mac-Clure, una pariente lejana que tuvo una vida notable. Supo de ella por primera vez en 1962, cuando se desempe?aba como diplom¨¢tico en Par¨ªs. Pero casi cuatro d¨¦cadas m¨¢s tarde, cuando ¨¦l mismo lleg¨® en 2010 como embajador a la capital francesa, su historia volvi¨® para transformarse en un libro. Es el origen de La ¨²ltima hermana, la m¨¢s reciente novela del Premio Cervantes 1999, publicada hace algunos d¨ªas en Santiago.
¡°Encontr¨¦ en ella un proceso mental y moral extraordinario¡±, relata Edwards, un gran conversador, una ma?ana soleada en su piso del centro de Santiago. Tiene una vista estupenda al cerro Santa Luc¨ªa, uno de los iconos de la ciudad, que se halla a pocos metros. Pasa en este lugar unos cuatro meses al a?o, porque el resto del tiempo reside en Madrid. Tanto en Chile como en Espa?a el autor produce mucho: ¡°No pienso terminar de escribir¡±, dice riendo. ¡°Soy viejo y tengo planes. Es bueno tener planes¡±.
Edwards nunca lleg¨® a conocer a la protagonista de su libro, ¡°una mujer chilena de alta sociedad, m¨¢s bien fr¨ªvola¡±, que lleg¨® a Par¨ªs en la d¨¦cada de los veinte junto a su marido, diplom¨¢tico, y su hija. ¡°Pero investigu¨¦ su vida todo lo que se pod¨ªa investigar¡±, relata. Supo, por ejemplo, que su matrimonio no termin¨® bien: el esposo se suicid¨® despu¨¦s de enamorarse de una actriz norteamericana. Mar¨ªa regres¨® a Chile, dej¨® a su ni?a con la familia y volvi¨® a Par¨ªs, ¡°donde se involucr¨® de lleno con los escritores, artistas y pintores franceses de la ¨¦poca¡±. Hasta que estall¨® la Segunda Guerra Mundial, la ciudad fue ocupada por los nazis y Mar¨ªa le confes¨® a una amiga jud¨ªa: ¡°No quiero estar jugando al bridge mientras la gente se mata¡±.
Madame Edwards, como la conoc¨ªan, se hizo entonces asistente social del Hospital Rothschild y su vida cambi¨® para siempre. Pese a que el recinto estaba intervenido por la Gestapo, durante todo 1942 se dedic¨® de lleno a rescatar a reci¨¦n nacidos jud¨ªos, cuyas madres eran trasladadas a Auschwitz tras parir. ¡°Inyectaba sedante a los ni?os, los escond¨ªa en un bolsillo grande que ten¨ªa en el interior de su capa y se desped¨ªa atentamente de los guardias. Le fascinaba el peligro¡±, relata Edwards, que entre 2010 y 2014 lleg¨® a conocer a dos de esos ni?os rescatados, actualmente de 73 a?os. Uno es un sastre y, el otro, primer viol¨ªn de una importante orquesta parisina. El narrador cuenta que en los cuatro a?os que se desempe?¨® como embajador en Francia escrib¨ªa de seis a nueve de la ma?ana. El resto del d¨ªa anotaba en papelitos cada nueva idea sobre Mar¨ªa.
¡°Me maravilla el milagro de la transformaci¨®n humana¡±, reflexiona. ¡°Una mujer que pertenec¨ªa al gran mundo de Par¨ªs, que tomaba gin con gin, de repente arriesga su existencia y se transforma en una hero¨ªna. Es un proceso misterioso que atribuyo, quiz¨¢s, a la compasi¨®n y al amor por la vida¡±.
A fines de 1942, ¡°la Gestapo descubri¨® lo que hac¨ªa y la tortur¨® ferozmente¡±. La noticia lleg¨® a o¨ªdos del almirante Wilhelm Canaris, jefe del espionaje militar del Ej¨¦rcito alem¨¢n, que en su juventud hab¨ªa estado en Chile. Edwards sospecha, aunque no lo sabe con certeza, que en Santiago hab¨ªa conocido a la influyente familia de Mar¨ªa. ¡°Respet¨¦ el fondo hist¨®rico, lo estudi¨¦ mucho, pero hay cosas que no se pueden saber. Y como soy novelista, lo que no s¨¦ lo invento¡±, dice el escritor. Como sea, Canaris solicit¨® a las autoridades alemanas que le entregaran a la mujer para interrogarla, aunque su objetivo era ponerla a salvo. Finalmente, el militar muri¨® en la horca por orden de Hitler, que siempre sospech¨® que era un traidor.
Canaris es uno de los hombres importantes en La ¨²ltima hermana. El segundo personaje masculino relevante es Ren¨¦ N¨²?ez, un espa?ol al que Mar¨ªa conoci¨® en Par¨ªs. ¡°Debe haber sido de izquierda, ten¨ªa madre jud¨ªa y, seg¨²n muchos testimonios, era bisexual¡±. Edwards explica que sostuvieron ¡°una relaci¨®n que no se sabe si es muy sexual, plat¨®nica o de amistad¡±. Se quer¨ªan tanto que viajaron juntos a Chile a comienzos de los sesenta, bastante empobrecidos, ¡°donde al parecer a N¨²?ez lo castraron durante una ri?a en el campo¡±. Unos a?os despu¨¦s, se quit¨® la vida tomando p¨ªldoras de estricnina. Mar¨ªa lo enterr¨® en el mausoleo de la familia de su primer marido, donde ella tambi¨¦n fue sepultada cuando muri¨® en 1972.
Con esta novela, Edwards regresa a un asunto que marca buena parte de su prol¨ªfica obra: el orden de las familias, como represi¨®n, frente al desorden y la disidencia. ¡°He escrito muchos libros inspirados libremente en personajes reales y, con La ¨²ltima hermana, pareciera que cierro un ciclo donde analizo la relaci¨®n de una persona frente a la rigidez del orden, el Estado, la Iglesia¡±, se?ala el escritor sobre su novela, que ahora llega a las librer¨ªas espa?olas bajo el sello de Acantilado.
El amor juvenil de Neruda
Pese a la diferencia de edad de casi 30 a?os, Edwards conoci¨® de cerca a Pablo Neruda, en diferentes etapas de su vida. La ¨²ltima vez que coincidieron fue en Par¨ªs en los setenta, poco antes del fallecimiento del Nobel. "Cuando me preguntan si lo mataron, siempre digo: 'Hubiese sido como matar a un muerto'. Neruda estaba gravemente enfermo y eso lo conoc¨ª de cerca". Su pr¨®xima novela, Joven Neruda, trata justamente sobre el poeta y un amor de juventud en Birmania: "Cuento la historia de Neruda con Josie Bliss, que conozco bastante bien". Edwards ha estudiado mucho el tema y dice que todo sucedi¨® en 1927.
Fue un amor tormentoso, que termin¨® cuando el poeta un cierto d¨ªa despert¨® y descubri¨® que la mujer, apasionada y celosa, lo intentaba asesinar con un cuchillo. ?l entonces zarp¨® en un barco y le escribi¨® un poema de despedida, Tango del viudo: "Oh Maligna, ya habr¨¢s hallado la carta, ya habr¨¢s llorado de furia, y habr¨¢s insultado el recuerdo de mi madre llam¨¢ndola perra podrida y madre de perros". Para Edwards, "es de los mejores poemas que Neruda escribi¨®".
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