¡°Espa?a es un invento. Y Catalu?a tambi¨¦n¡±
En 'Dioses ¨²tiles', que llega hoy a las librer¨ªas, el escritor aborda el fen¨®meno de los nacionalismos desde la distancia acad¨¦mica y sin ceder a ning¨²n tipo de pasi¨®n
?Por qu¨¦ ha titulado Dioses ¨²tiles un libro sobre naciones y nacionalismo? ¡°Se explica en la cita que abre el libro¡±, responde Jos¨¦ ?lvarez Junco. ¡°Es de Edward Gibbon y dice que los dioses en la antigua Roma eran verdaderos para la plebe, falsos para el fil¨®sofo y ¨²tiles para el pol¨ªtico. ?Y qu¨¦ son las naciones sino dioses ¨²tiles? ?Existe Espa?a? La Real Academia de la Historia puede publicar El ser de Espa?a, pero ?qu¨¦ es eso? Espa?a es un invento, solo existe en la medida en que nos la creamos. Igual que Catalu?a¡±.
Catedr¨¢tico em¨¦rito de Historia del Pensamiento y los Movimientos Pol¨ªticos y Sociales de la Complutense, ?lvarez Junco (Viella, Lleida, 1942) fue entre 2004 y 2008 director del Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales y consejero nato del Estado. Con una ya antigua querencia cosmopolita (fue profesor en Oxford, la Sorbona, Tufts, Harvard) resulta l¨®gico que no sea demasiado amigo de los nacionalismos. En Dioses ¨²tiles (Galaxia Gutenberg), que llega hoy a las librer¨ªas, aborda el fen¨®meno desde la distancia acad¨¦mica y sin ceder a ning¨²n tipo de pasi¨®n. Primero, reconstruye las visiones cr¨ªticas que desde hace ya d¨¦cadas est¨¢n minando la salud de hierro del nacionalismo. Luego hace historia comparada: c¨®mo fueron surgiendo las grandes naciones europeas, qu¨¦ pas¨® con Espa?a y qu¨¦ sucedi¨® con las otras identidades en la pen¨ªnsula ib¨¦rica.
Junco ya hab¨ªa abordado la idea de Espa?a en el siglo XIX en Mater dolorosa (2001) y el asunto de las identidades en Las historias de Espa?a (2013), que elabor¨® con Gregorio de la Fuente, Carolyn Boyd y Edward Baker.
Pregunta. ?Por qu¨¦ relaciona la naci¨®n con la religi¨®n?
Respuesta. Porque la principal funci¨®n de una religi¨®n es la identitaria, y por eso es comparable con una naci¨®n. Te da una identidad, te dice qui¨¦n eres y te da autoestima.
P. Pero existen tambi¨¦n otras identidades colectivas. ?Por qu¨¦ tiene tanta fuerza la naci¨®n?
R. Tiene, a partir de las revoluciones democr¨¢tico-liberales, una importante peculiaridad y es que se convierte en el sujeto de la soberan¨ªa. Cuando Luis XVI, muy asombrado por lo que le estaban haciendo sus s¨²bditos, pregunta ¡°?qui¨¦n manda aqu¨ª? y afirma ¡°yo soy el soberano¡±, le contestan: ¡°No, perdone, el soberano somos nosotros: la naci¨®n¡±.
P. ?Cu¨¢l es la diferencia frente a lo que hab¨ªa antes?
R. El ser humano ha tenido gran afici¨®n por matarse y lo hizo por las religiones durante muchos a?os. Luego se impuso la naci¨®n, que fue una especie de pensamiento ¨²nico durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. Nadie (ni Stuart Mill, ni Tocqueville, ni Marx), dej¨® de creer en la naci¨®n. Y eso llev¨® a las barbaridades de las dos guerras mundiales, de los fascismos. Es en 1945 cuando surge la reflexi¨®n y la distancia: no est¨¢ tan claro que las naciones existan. Es una invenci¨®n moderna.
P. ?Qu¨¦ diferencia hay entre Estado y naci¨®n?
R. El Estado es una estructura pol¨ªtico administrativa que controla un territorio y a sus habitantes y que da unas normas de convivencia y que tiene la capacidad coercitiva para hacerlas cumplir. La naci¨®n, en cambio, es un sujeto et¨¦reo que justifica la existencia del Estado. Es algo imaginario que est¨¢ en nuestras mentes, al que se supone que pertenecemos porque somos una comunidad cultural (compartimos una lengua com¨²n o lo que sea) y el hecho de pertenecer a ese sujeto imaginario permite que se legitime la existencia del Estado.
P. ?Se podr¨ªa hablar hoy del ocaso del Estado naci¨®n?
R. En Europa estamos haciendo un experimento muy interesante, el de crear una estructura supraestatal y supranacional. Y ya vemos las dificultades que atraviesa. En cuanto hay una crisis grave, como la de los refugiados de ahora, la gente vuelve a sus viejos nacionalismos. La f¨®rmula de la Uni¨®n Europea est¨¢ llena de elementos liberadores: no hay fronteras, hay una moneda com¨²n. Pero vivir en un espacio tan ajeno a los Estados naci¨®n puede tener problemas. Puede ser una estructura de los bur¨®cratas de Bruselas a la que no controlemos. La soluci¨®n pasar¨ªa por reforzar el Parlamento Europeo, que sea de verdad la expresi¨®n de la soberan¨ªa europea.
P. ?Qu¨¦ pasa con Espa?a?
R. Estamos en un momento muy complejo. El nacionalismo espa?ol tiene un pecado original que lo lastra: su conexi¨®n con el franquismo, que monopoliz¨® todos sus s¨ªmbolos. Mal asunto si eso no se revierte. Los otros nacionalismos les convienen mucho a las elites locales, especialmente a la catalana. El nacionalismo catal¨¢n es muy potente, m¨¢s que el vasco, y est¨¢ vinculado con una carga muy emotiva a la lengua. Pero ha hecho una apuesta demasiado potente y se la ha cre¨ªdo. Y no tiene futuro, Europa no va a permitir que se independice.
P. ?Y en el resto del mundo?
R. En la pol¨ªtica democr¨¢tica pueden ganar los demagogos. Y el mayor riesgo es que surjan otro tipo de populismos. Ah¨ª est¨¢ Trump en Estados Unidos. Eso no es fascismo ni es comunismo, pero en su discurso sigue siendo esencial la afirmaci¨®n identitaria.
Al margen de los parentescos, la lengua y la religi¨®n
Junto a los excesos de uniformizaci¨®n que reclam¨® el Estado naci¨®n a lo largo del siglo XIX estuvieron los viejos imperios (como el austroh¨²ngaro o el otomano) que consiguieron tolerar en su interior la pluralidad, ya fuera ¨¦tnica, religiosa o cultural. ¡°Ya no nos podemos agarrar a que formamos parte de una etnia¡±, comenta al respecto Jos¨¦ ?lvarez Junco y apunta: ¡°No vivimos en una ¨¦poca en la que un croata no se puede casar con una serbia¡±. ?Entonces? ?Qu¨¦ hacer ante el regreso de los discursos que reclaman un peso mayor de los elementos identitarios? ¡°La ¨²nica realidad hoy es que somos individuos¡±, explica. ¡°Y tenemos que renunciar a las identidades intermedias, como las naciones. No sirve decir que ¡®como mujer¡¯ o ¡®como homosexual¡¯ o ¡®como cat¨®lico¡¯ tengo estos y aquellos derechos. No; los tengo como ciudadano. Y por eso tenemos que partir de lo que se llama nacionalismo c¨ªvico o de lo que [J¨¹rgen] Habermas llam¨® patriotismo constitucional¡±. ?Y no surgir¨¢n nuevas distorsiones tambi¨¦n en esta f¨®rmula? ¡°Qui¨¦n sabe, pero lo importante es que se trata de una identidad a la que cualquiera se puede incorporar porque consiste tan solo en respetar las leyes: todos tenemos los mismos derechos y da igual tu lengua, tus parentescos, tu religi¨®n¡±.
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