Rescatar, imitar o reinventar
La pol¨¦mica sobre el castillo de Matrera reabre el debate sobre c¨®mo debe abordarse una restauraci¨®n
La mayor¨ªa de las catedrales son, adem¨¢s de una demostraci¨®n del poder de las religiones, un paradigma de c¨®mo la convivencia de estilos perpet¨²a los edificios. Al igual que las mejores ciudades son las levantadas a capas que se transforman con el tiempo, muchos monumentos arquitect¨®nicos se mantienen vivos a base de cambios. S¨®lo hay que pensar en la perenne lecci¨®n del Parten¨®n de Atenas, alterado por el paso de los siglos en aspecto y uso ¡ªperdi¨® su brillante cromatismo y pas¨® de ser templo a almac¨¦n de p¨®lvora¡ª, pero capaz de, como dice el arquitecto Eduardo Souto de Moura, ¡°construir un territorio¡±. Hoy el Parten¨®n es, adem¨¢s de un icono, un edificio sereno ?Aceptar¨ªamos devolverle los colores de su origen?
La reciente pol¨¦mica sobre el castillo de Matrera de Villamart¨ªn, en C¨¢diz, un bien de inter¨¦s cultural (BIC) original del siglo IX restaurado por el arquitecto Carlos Quevedo, ha reabierto el debate sobre la restauraci¨®n recurriendo al chiste f¨¢cil que cita el eccehomo de Borja ¡ªo de Cecilia Gim¨¦nez¡ª y obvia el sobresaliente trabajo de otros profesionales, como el desaparecido Jim¨¦nez Torrecillas, que reconstruy¨® la muralla nazar¨ª, en el Alto Albaic¨ªn, convirti¨¦ndola en una pieza de land art que preserva el paisaje.
Grosso modo, las restauraciones ¡ªcomo las rehabilitaciones y ampliaciones¡ª pueden clasificarse en tres tipos. Las mim¨¦ticas buscan recuperar lo que se perdi¨®. Casi todo el centro de M¨²nich fue restaurado as¨ª tras la II?Guerra Mundial. Son evocadoras y emplean materiales y tecnolog¨ªa nuevos para sumarse formalmente al edificio original. Un segundo grupo apuesta por la neutralidad en las intervenciones para reflejar el cambio de ¨¦poca y evitar desorientar al visitante. La tercera opci¨®n pasa por el contagio. Se estudia el edificio original y, como quien recompone un jarr¨®n chino, lo que se a?ade trata de ser invisible. Los mejores restauradores son rescatadores.
La arquitectura, como la m¨²sica, admite interpretaciones. Por eso, en la discutida restauraci¨®n de C¨¢diz, unos ven desprecio del valor paisaj¨ªstico de una ruina y otros la recuperaci¨®n de una volumetr¨ªa original. Ambos tienen raz¨®n. Pero el primer grupo suma la raz¨®n cultural a la legal. Quevedo, autor de la rehabilitaci¨®n, declar¨® que el criticado acabado recuperaba la textura original para ¡°contraponerla a los muros ahora descarnados¡±. En el ¡°ahora¡± podr¨ªa estar el desencuentro. Repito la pregunta: ?se imaginan el Parten¨®n coloreado por rigor? Que algo sea posible, o legal, no significa que sea necesario ni oportuno. El tiempo en la arquitectura es tan importante como el espacio.
El resultado de no admitir diversos grados de relaci¨®n con el pasado es el simulacro: la momificaci¨®n de las ciudades. Pero el riesgo de intervenir diferenciando requiere talento y humildad. Para diferenciar hay que estar muy seguro, es decir, es preciso dudar mucho. Las restauraciones sobresalientes hacen hablar a varias ¨¦pocas a la vez conect¨¢ndolas, no aisl¨¢ndolas. David Chipperfield lo logr¨® en Berl¨ªn en un ejercicio de respeto y arqueolog¨ªa que tard¨® 10 a?os en recuperar lo que quedaba del Neues Museum. Jos¨¦ Mar¨ªa S¨¢nchez Garc¨ªa entendi¨® que para restaurar el templo romano de Diana en M¨¦rida s¨®lo hab¨ªa que limpiar.
Trabajando en Irak, la arquitecta Victoria Garriga aprendi¨® a valorar la destrucci¨®n como parte del proceso constructivo. El reto est¨¢ en c¨®mo reconstruir y hasta d¨®nde hacerlo. No hay una receta universal, pero s¨ª una norma b¨¢sica: aunque la ley la ampare, una intervenci¨®n sobre lo que existe no puede dejarlo peor de lo que estaba.
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