La ropa interior entra en el museo para reflejar la historia del cuerpo
La exposici¨®n ¡®Desvestidos¡¯ del Victoria and Albert recorre cuatro siglos de vida privada a trav¨¦s de 200 piezas, entre cors¨¦s, miri?aques, bragas, corpi?os o calzones
La sede londinense del Victoria & Albert ha decidido desvestirse y desvestirnos en una exposici¨®n consagrada a la historia de la ropa interior, a sus cambios e influencia en la industria de la moda y sobre todo a c¨®mo las prendas m¨¢s personales e ¨ªntimas del armario han venido reflejando diferentes percepciones del ideal del cuerpo a lo largo de las ¨¦pocas.
Y para ilustrarlo, sus salas desplegar¨¢n a partir del pr¨®ximo s¨¢bado una colecci¨®n que abarca desde la aparatosa corseter¨ªa del siglo XVIII hasta los dise?os para mujeres y hombres que exhiben los escaparates de hoy. En otras palabras, los calzoncillos o los sujetadores y bragas contempor¨¢neos entran por primera vez en el museo.
Miri?aques armados con aros met¨¢licos para dar vuelo a las faldas, corpi?os que aflojan sus hechuras con el paso de las d¨¦cadas y la relajaci¨®n de las costumbres, sostenes de algod¨®n c¨®modos y funcionales o calzoncillos concebidos para ser exhibidos en lugar de ocultarse bajo el pantal¨®n integran el variado recorrido por los dos centenares de piezas que trazan la evoluci¨®n en el dise?o de la ropa interior. Porque la historia de estas prendas, argumentan los responsables de la muestra Desvestidos (Undressed), es tambi¨¦n la de los cambios en las actitudes hacia el g¨¦nero, el sexo o el concepto de moralidad, unos cambios a los que este importante sector de la moda se ha ido adaptando de la mano de la innovaci¨®n y los avances tecnol¨®gicos.
En los r¨ªgidos tiempos victorianos la obsesi¨®n por la figura femenina ¡°reloj de arena¡± se traduce en un cors¨¦ cuya cintura mide tan s¨®lo 48 cent¨ªmetros, un constre?imiento que hoy se antojar¨ªa imposible cuando la media de las brit¨¢nicas est¨¢ en los 71 cent¨ªmetros.
Liberaci¨®n de ataduras
Desde el a?o 1750 en que arranca la exposici¨®n, el cuerpo ha ido liber¨¢ndose progresivamente de compresiones f¨ªsicas y sociales, aunque no tanto si nos atenemos al uso que las sucesivas generaciones, tanto de mujeres como de hombres, han dispensado a la ropa interior para moldear la anatom¨ªa seg¨²n la moda y el imaginario del momento.
En los a?os veinte del pasado siglo, el sujetador intenta disimular los pechos en consonancia con una est¨¦tica m¨¢s andr¨®gina en la que se impone el radical corte de las melenas de las mujeres. Una d¨¦cada despu¨¦s, la misma pieza busca en cambio ¡°separar y definir¡± los senos, mientras que en los cincuenta el prop¨®sito ser¨¢ realzar las ¡°seductoras curvas femeninas¡±, al estilo Marilyn Monroe, aunque sea a base de rellenos.
Hace ya seis lustros, los canones que intentaban liberar a la mujer de estereotipos sexuales se toparon con el invento del Wonderbra, el ¡°sujetador maravilloso¡± que realzaba y reivindicaba su poder¨ªo pectoral seguramente por encima de otros m¨¢s interesantes, y que tiene su antecedente en una pieza de encaje datada en 1910 y exhibida ahora por el Victoria & Albert. Despu¨¦s vinieron las bragas dise?adas para ¡°subir¡± las nalgas, que la pionera marca australiana aussieBum concibi¨® para los consumidores masculinos, tambi¨¦n subrayando con sus productos la prominencia de los atributos frontales y naturales del hombre.
Potencial consumidor
Aquellas campa?as publicitarias que desde principios del siglo XXI apuntaban directamente al potencial consumidor de la comunidad gay beben de otras promociones de anta?o destinadas tanto a los hombres homosexuales ¡ªentre las que destaca la de la firma brit¨¢nica Dean Rogers en los setenta¡ª como a los heterosexuales que se sonrojaban ante la mera menci¨®n p¨²blica de unos calzoncillos.
Mucho antes de que un maniqu¨ª, ataviado con una camiseta blanca y el slip subido m¨¢s all¨¢ de la cintura, se desplegar¨¢ en respetables establecimientos de los a?os cincuenta, el protagonista de una boda de 1842 encargaba a su sastre un cors¨¦ masculino para aguantar el tipo. Lo hizo amparado en la discreci¨®n y escondido del ojo p¨²blico, una diferencia fundamental con los tiempos actuales, en los que la deliberada exposici¨®n de ese tipo de ropa se contradice con la etiqueta de ¡°interior¡±.
Calvin Klein fue uno de los primeros que absorbi¨® esa tendencia de exhibir el calzoncillo por encima del vaquero (atribuida a la comunidad afroamericana de EE UU como homenaje a los presos privados del cintur¨®n que sujeta los pantalones), luego explotada hasta la saciedad por toda suerte de marcas que desde entonces nos han presentado los slips y los boxers con estampados atrevidos en los que fue pionero Paul Smith y que alentaron las firmas de celebridades como el ex futbolista David Beckham.
Lo que acaba revelando ese compendio de los ¨²ltimos tres siglos y medio es que, al margen de los dictados de cada ¨¦poca, incluso aquellas piezas que han conseguido ganar en cuanto a funcionalidad y comodidad no pueden renegar en nuestro tiempo de una vocaci¨®n de sensualidad. A las profesionales de hoy, por ejemplo, se nos cuenta que el sue?o de nuestras parejas aparece embutido en la misma lencer¨ªa que luce Kim Kardashian. Y otro tanto ocurre para los hombres, igualmente sexualizados en una era donde las piezas de lencer¨ªa han acabado siendo objeto de museo.
Las bombachas de la reina Victoria se suman a los fondos
Las bombachas de muselina que a principios del siglo XIX portara la madre de la reina Victoria -en vida duquesa de Kent- forman parte de una colecci¨®n de textiles de ropa interior que el Victoria & Albert pretende trasportar en el tiempo hasta las braguitas tanga hoy tan en boga. Seis decenas de las piezas que despliega la exposici¨®n Desvestidos, la mayor¨ªa contempor¨¢neas, se sumar¨¢n a los fondos permanentes de uno de los grandes museos de Londres para el escrutinio y estudio de futuras generaciones sobre nuestrs h¨¢bitos, tendencias y obesiones en cuanto a la moda, en palabras de la comisaria de la muestra Edwina Ehrman.
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