Entre las llamas de la rebeld¨ªa
No es responsable de su cuerpo ni de la belleza de su rostro, pero posee un tronco como el de las mujeres de Modigliani
Esta joven pol¨ªtica, Rita Maestre, de 28 a?os, no es responsable de su cuerpo ni de la belleza de su rostro, pero posee un tronco largo como el de las mujeres que pintaba Modigliani, que el 10 de marzo de 2011 exhibi¨® desnudo durante el asalto a la capilla de la Complutense mientras el cura Rafael, su compa?ero de clase, celebraba misa. Tal vez en el futuro, cuando la c¨®lera y los sue?os del 15-M, disueltos en la historia, se conviertan en nostalgia de una generaci¨®n, esa imagen provocativa quedar¨¢ como un icono de la lucha de unas feministas frente a la opresi¨®n religiosa. Para entonces habr¨¢ otro orden injusto y otros j¨®venes se rebelan contra el poder constituido.
El tiempo es un polvo dorado. Aquellos estudiantes airados, ¨¢cratas, trotskistas, mao¨ªstas, banderas rojas, comunistas, que en el Madrid convulso del final de los a?os sesenta del siglo pasado arrojaban tazas de retrete contra los caballos de la polic¨ªa desde las ventanas de la facultad de filosof¨ªa han acabado siendo caballeros respetables y algunos han llegado a subsecretarios; aquel rebelde iluminado que arranc¨® un crucifijo del aula y lo hizo volar hasta el descampado del paraninfo es hoy un ejecutivo de una multinacional de cacharros inform¨¢ticos. Las urnas dan el gobierno, pero el poder no se otorga hasta que el sistema no te haya domesticado.
Durante la dictadura el poder cre¨ªa que la protesta de los estudiantes iba a socavar sus cimientos asentados en una f¨¦rrea represi¨®n. En cambio, hoy en Espa?a hay libertad y democracia. No importa. La rebeld¨ªa juvenil es un fuego perenne que se alimenta de sus propias llamas y en ellas arde ahora Rita Maestre. El asalto a la capilla de la Complutense provoc¨® un acto religioso de desagravio para disolver los gritos sat¨¢nicos de reivindicaci¨®n feminista que unas chicas con el torso desnudo hab¨ªan dejado en el aire de la capilla cat¨®lica montada en un espacio p¨²blico. Rita Maestre fue llevada a los tribunales, pero su juicio y condena un d¨ªa quedar¨¢ difuminado tambi¨¦n en el rastro dorado que deja la historia y para entonces la coleta de Pablo Iglesias habr¨¢ adquirido un color gris perla o de ceniza, seg¨²n le vaya, y el joven ??igo Errej¨®n, por fin, parecer¨¢ todo un se?or con una curva feliz en la barriga. De momento, el lance sacr¨ªlego solo ha servido para que algunos pol¨ªticos y l¨ªderes de opini¨®n extremistas se relaman l¨²bricamente ante el tronco desnudo de esta joven rebelde. Unos la azotan y lapidan, aunque solo con insultos, otros sue?an lascivamente con que confiese su pecado. La belleza que te absuelve, puede ser a veces la mayor culpa en el auto de fe.
Viene de unos abuelos cat¨®licos que la llevaban a misa de la mano todos los domingos y de progenitores agn¨®sticos progresistas, la madre socialista empleada en Televisi¨®n Espa?ola, el padre funcionario de la Agencia Tributaria, reci¨¦n convertido a Podemos, una familia de clase media criada en el barrio de Ventas. Rita guarda en la memoria sus primeras l¨¢grimas de cuando ten¨ªa cuatro a?os. Alguien coment¨® en la mesa que hab¨ªa muerto Antonio, el hijo de Lola Flores, ahogado en la piscina. Es su primer recuerdo. No se explica todav¨ªa por qu¨¦ comenz¨® a llorar sin saber quien era ese chico, tal vez solo porque cre¨ªa que hab¨ªa tenido una muerte que no merec¨ªa. Luego se ve vestida de princesita en su primera comuni¨®n recibiendo la Sagrada Forma entre el Bracket de endodoncia en los dientes o ya adolescente, muy espigada, camino del Instituto Italiano, abrazada al cartapacio durante los a?os del bachillerato.
Rita Maestre trata de redimirse de su figura de ni?a pija con que suelen crucificarla. Para pagarse la carrera de Ciencias Pol¨ªticas tuvo que trabajar en m¨²ltiples oficios, de camarera en un bar de Lavapi¨¦s, de dependienta del Corte Ingl¨¦s, de empleada del metro donde, imbuida en un peto, ten¨ªa que pasar el d¨ªa contando los pasajeros que entraban y sal¨ªan de los vagones; de modelo de alta costura en Mil¨¢n, trabajo al que renunci¨® porque la obligaban a alimentarse solo de zanahorias y lechugas. Puede que esta experiencia laboral adquirida a salto de mata, contratada, mal pagada y despedida, le conceda cierta autoridad para hablar de la explotaci¨®n, de la precariedad y del paro. Rita Maestre pertenece a esa barra de j¨®venes pol¨ªticas, de derechas o de izquierdas, que conquistaron con esfuerzo su puesto en la sociedad, que se mueven sin complejos entre machos alfa, que odian ser juzgadas por su cuerpo y no por su talento, que se alistaron en diversas tribus urbanas y tomaron la libertad directamente del ¨¢rbol de para¨ªso.
En la facultad de Ciencias Pol¨ªticas, Rita Maestre ten¨ªa amigos que estaban buscando la forma de fraguar en un movimiento pol¨ªtico el cabreo extasiado de la sociedad. Era una de ellos, una activista, una rebelde. De aquellas aulas prendi¨® el primer fuego que calent¨® la olla de la Puerta del Sol en la acampada de 15-M. Ciertamente aquellos profesores universitarios se quer¨ªan. Rita era pareja de I?igo. Tania amaba a Pablo. Eran amores que se hac¨ªan y deshac¨ªan. Nada m¨¢s excitante que la pasi¨®n amorosa como impulso de la fuerza revolucionaria.?De ella nacieron los podemistas, de sonoridad extraterrestre, que parecen haber aterrizado en la pol¨ªtica dispuestos a que el sistema no los engulla. Rita Maestre es ahora voz del Ayuntamiento de Madrid, la que traduce al pueblo los or¨¢culos de Manuela Carmena, la diosa de la lluvia. Pero su rostro un d¨ªa tambi¨¦n ser¨¢ melancol¨ªa.
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