Lee el discurso ¨ªntegro de Fernando del Paso en la ceremonia del Cervantes
El escritor mexicano ha recibido hoy el premio de las letras espa?olas
Majestades, Se?or Presidente del Gobierno, Se?or Ministro de Educaci¨®n, Cultura y Deporte, Se?or Rector de la Universidad de Alcal¨¢, Se?ora Presidenta de la Comunidad de Madrid, Se?or Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, auton¨®micas, locales y acad¨¦micas, querida esposa¨Co¨ªslo-e hijos, queridos parientes y amigos que me acompa?an, queridos todos, Se?oras y Se?ores:
La del alba ser¨ªa, cuando timbr¨® el tel¨¦fono de mi casa y yo pens¨¦ que si no era una tragedia la que me iban a anunciar, ser¨ªa la malobra de un rufi¨¢n que deseaba perturbar mis buenas relaciones con Morfeo, o quiz¨¢s el mago Frest¨®n. Pero no fue as¨ª, por ventura: era mi hija Paulina quien desde Los Cabos, Baja California, me anunciaba haberse enterado que me hab¨ªan otorgado este premio, lo cual colmome de dicha pese a que desde ese instante las m¨²ltiples llamadas telef¨®nicas que recib¨ª por parte de amigos, parientes y periodistas, incluyendo los de Espa?a, para ratificar la gran nueva, no me dejaron volver a pegar el ojo. Yo, ni tardo ni perezoso acomet¨ª de inmediato la empresa de despertar a cuanto amigo y pariente tengo para informarles lo que me hab¨ªan comunicado.
En marzo del a?o pasado, cuando tuve el honor de recibir en la ciudad mexicana de M¨¦rida el Premio Jos¨¦ Emilio Pacheco a la Excelencia Literaria, hice un discurso que caus¨® cierto revuelo. S¨¦ muy bien que esas palabras despertaron una gran expectativa en lo que se refiere a las palabras que hoy pronuncio en Espa?a. Las cosas no han cambiado en M¨¦xico sino para empeorar, contin¨²an los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminaci¨®n, lo abusos de poder, la corrupci¨®n, la impunidad y el cinismo. Criticar a mi pa¨ªs en un pa¨ªs extranjero me da verg¨¹enza. Pues bien, me trago esa verg¨¹enza y aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobaci¨®n en el Estado de M¨¦xico de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la polic¨ªa a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones p¨²blicas a quienes atenten, seg¨²n su criterio, contra la seguridad, el orden p¨²blico, la integridad, la vida y los bienes, tanto p¨²blicos como de las personas. Subrayo: es a criterio de la autoridad, no necesariamente presente, que se permite tal medida extrema. Esto pareciera tan solo el principio de un estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso s¨ª que me dar¨ªa a¨²n m¨¢s verg¨¹enza.
Quiz¨¢ deb¨ª haber comenzado este discurso de otra forma y decirles que yo nac¨ª en el ¨¢mbito de la lengua castellana el 1? de abril de 1935 en la ciudad de M¨¦xico. ¡°Felicidades se?ora, es un ni?o¡±, dicen que dijo el m¨¦dico que estaba exhausto de maniobrar una y otra vez con los f¨®rceps, antes de ponerme no de patitas sino de orejitas en el mundo y qui¨¦n al ver por primera vez mis entonces diminutos ¨®rganos reproductores, coligi¨® con gran perspicacia que yo era un var¨®n, rollizo no, pero tampoco escu¨¢lido: yo no quer¨ªa nacer y a veces todav¨ªa pienso que no quiero nacer.
Me cuentan que llor¨¦ un poco y ?Oh, maravilla! llor¨¦ en castellano: y es que desde hace 81 a?os y 22 d¨ªas, cuando lloro, lloro en castellano; cuando me r¨ªo, incluso a carcajadas, me r¨ªo en castellano y cuando bostezo, toso y estornudo, bostezo, toso y estornudo en castellano. Eso no es todo: tambi¨¦n hablo, leo y escribo en castellano.
Pancho y Ramona, el Pr¨ªncipe Valiente, Lorenzo y Pepita, Tarz¨¢n y Mandrake, fueron mis primeros personajes favoritos, y yo no pod¨ªa esperar a que mi padre despertara para que me leyera las historietas dominicales a colores, de modo que me di priesa en aprender a leer en lapre-primariaen la que me inscribieron mis padres, dirigida por dos se?oritas que no eran monjas pero s¨ª muy cat¨®licas y tan malandrines que me daban con grandes br¨ªos y denuedo reglazos en la mano izquierda¨Cyosoy zurdo- cuando intentaba escribir con ella, sin obtener su objetivo: no soy ambidextro, soy ambisiniestro. M¨¢s tarde mi mano izquierda se dedic¨® a dibujar y fue as¨ª como se veng¨® de la derecha. Pero aprend¨ª a leer con los dos ojos, y con los dos ojos y entre los rugidos de los leones me las vi con don Quijote de La Mancha. En efecto, un hermano de mi padre que ten¨ªa una gran biblioteca virgen¨Cnadiela le¨ªa: compraba los libros pormetro-,me invit¨® a pasar quince d¨ªas en su casa, muy cercana al zool¨®gico, desde donde se escuchaban a distintas horas del d¨ªa los estent¨®reos rugidos de los leones y yo me dije: ?leoncitos a m¨ª? y me zambull¨ª en la literatura de los cl¨¢sicos castellanos: desde entonces estoy familiarizado con todos ellos: Tirso de Molina, Lope de Vega, Garcilaso, G¨®ngora, el Arcipreste de Hita, Quevedo, Baltasar Graci¨¢n y varios otros. Fue all¨ª tambi¨¦n, en la casa de mi t¨ªo donde me enfrent¨¦ con Don Quijote en desigual y descomunal batalla: ¨¦l, las m¨¢s de las veces jinete en Rocinante o a horcajadas en Clavile?o y yo, en miserable situaci¨®n pedestre. No obstante mi Se?or y Sancho Panza estaban ilustrados por Gustave Dor¨¦ y eso me sirvi¨® de b¨¢culo. Sal¨ª de su lectura muy enriquecido y muy contento de haber aprendido que la literatura y el humor pod¨ªan hacer buenas migas. De esto coleg¨ª que tambi¨¦n los discursos y el humor pod¨ªan llevarse.
De ah¨ª continu¨¦ leyendo, apasionado, a numerosos y muy buenos escritores espa?oles. Antonio Monta?a Nari?o, un escritor colombiano ya fallecido, entr¨® a la agencia de publicidad donde yo trabajaba y me present¨® a su amigo, elhispano-mexicanoJos¨¦ de la Colina. Pronto ellos se transformaron en mis primeros mentores literarios y me dieron a conocer a Benito P¨¦rez Gald¨®s, Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal, Ram¨®n G¨®mez de la Serna, Ram¨®n Mar¨ªa del Valle Incl¨¢n, Antonio y Manuel Machado, Rafael Alberti y otros autores que me hicieron enamorarme profundamente de la lengua. En aqu¨¦l entonces yo me regocijaba mucho leyendo a estilistas como Gabriel Mir¨®. Antonio y Jos¨¦ me dieron tambi¨¦n a conocer a Joyce, Faulkner, Dos Passos, Erskine Caldwell, Julien Green, Marcel Schwob y otros muchos grandes autores de las literaturas anglosajona y francesa.
Tambi¨¦n desde luego a excelentes escritores espa?oles como Rafael S¨¢nchez Ferlosio, Juan Jos¨¦ Armas Marcelo, Juan Mars¨¦, los hermanos Goytisolo, Fernando Savater, Camilo Jos¨¦ Cela, Javier Mar¨ªas, Arturo P¨¦rez- Reverte y a qui¨¦n deton¨® toda mi vocaci¨®n literaria: el poeta Miguel Hern¨¢ndez, autor de El rayo que no cesa.
Recuerdo que hace algunos a?os en una universidad francesa, cuando comenc¨¦ a dar una lista de los escritores que seg¨²n yo me hab¨ªan influido, una persona del p¨²blico se?al¨® que yo no hab¨ªa mencionado a ning¨²n escritor espa?ol y me dijo que c¨®mo era posible. Yo le contest¨¦: los espa?oles no me han influido, a los espa?oles los traigo en la sangre, y agregu¨¦ a la enumeraci¨®n aquellos latinoamericanos que son parte de mis lecturas m¨¢s importantes y por lo tanto de mi vida como Borges, Onetti, Carpentier, Lezama Lima, Cort¨¢zar, Asturias, Vargas Llosa, Garc¨ªa M¨¢rquez, Neruda, Huidobro, Gallegos, Guimar?es Rosa y C¨¦sar Vallejo y entre los mexicanos Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Mariano Azuela, Mart¨ªn Luis Guzm¨¢n, sin olvidar a Fern¨¢ndez de Lizardi y a nuestra amada monja Sor Juana In¨¦s de la Cruz.
Los maravillosos sonetos de Miguel Hern¨¢ndez me motivaron a escribir Sonetos de lo diario, publicados por Juan Jos¨¦ Arreola en ¡°Cuadernos del Unicornio¡± en 1958. Pero en realidad mi primera incursi¨®n en el mundo castellano tuvo lugar cuando era yo muy peque: ¡°Nano Papo quiee cuca pan quiqu¨ªa¡±, que mi madre interpretaba fielmente: ¡°Nano Papo¡± era: ¡°Fernando del Paso¡±, ¡°quiee cuca pan quiqu¨ªa¡± quer¨ªa decir ¡°quiere az¨²car pan y mantequilla¡±. Algunas t¨ªas malhumoradas, pronosticaron que yo no iba a dar pie con bola con el lenguaje. Se equivocaron de palmo a palmo. Poco despu¨¦s, al parecer insatisfecho con el eufemismo familiar que se le asignaba a los gl¨²teos, los llam¨¦ ¡°las guinguingas¡± y pronto este neologismo fue adoptado por toda la familia. La publicaci¨®n de los Sonetos me sirvi¨® para conocer a Arreola y a Juan Rulfo, quien sab¨ªa todo lo que hab¨ªa que saber sobre novela mexicana, espa?ola, rusa, inglesa, italiana, alemana, y, en fin, sobre novela mundial. Comenc¨¦ entonces a escribir Jos¨¦ Trigo, un libro reflejo de mi obsesi¨®n por el lenguaje, mi fascinaci¨®n por la mitolog¨ªa n¨¢huatl y que obedec¨ªa a tantos otros prop¨®sitos, que lo transformaron casi en un desprop¨®sito. Pero ah¨ª est¨¢, tan campante, a sus 50 a?os de edad: fue publicado en 1966. Segu¨ª despu¨¦s con Palinuro de M¨¦xico, una especie de autobiograf¨ªa inventada, una recreaci¨®n literaria de mi vida como ni?o y adolescente, conjugada en varios tiempos verbales: lo que fui, lo que yo cre¨ª que era, lo que no fui, lo que hubiera sido, lo que ser¨ªa, etc. Y despu¨¦s vino Noticias del Imperio, la novela sobre los emperadores Maximiliano y Carlota en la que me propuse darle a la documentaci¨®n el papel de la tortuga y a la imaginaci¨®n el de Aquiles. Desde muy peque el melodrama de estos dos personajes, el saber que hab¨ªamos tenido en M¨¦xico un emperador austriaco de largas barbas rubias al que fusilamos en la ciudad de Quer¨¦taro y una emperatriz belga que vivi¨®, loca, hasta 1927, cuando Lindbergh cruz¨® el Atl¨¢ntico en avi¨®n, me hab¨ªa fascinado. Por supuesto, en cuanto gan¨® Aquiles la novela qued¨® terminada. He escrito tambi¨¦n libros de poes¨ªa, libros para ni?os y dos obras de teatro. Una de ellas que he so?ado que alg¨²n d¨ªa se represente o se lleve a escena en este pa¨ªs: La muerte se va a Granada, sobre el asesinato de Federico Garc¨ªa Lorca.
Toda mi vida ha continuado la ri?a entre mi mano izquierda y mi mano derecha. Ninguna de las dos ha triunfado y esto ha significado para m¨ª un conflicto muy profundo. Sin embargo mi mano derecha se ha impuesto, no s¨¦ si soy escritor, pero s¨¦ que no soy pintor, nunca he dejado de escribir para dibujar y siempre he dejado de dibujar para escribir.
Sin embargo la lucha m¨¢s prolongada que he sostenido en la vida ha sido contra mi propia salud. Desde que era muy peque y me operaron de algo que se llama ¡°adenoides¡± hasta el momento actual, en que supero las secuelas, largas y dolorosas, de dos series de infartos al cerebro de car¨¢cter isqu¨¦mico, he estado cuando menos quince veces en el quir¨®fano: por una apendicitis, por dos hernias, dos tumores benignos, un desgarre en el coraz¨®n, un stent en la arteria femoral superficial de la pierna derecha, otro en la arteria coronaria izquierda, dos oclusiones intestinales y entre otras cosas dos operaciones de las que llaman ¡°a coraz¨®n abierto¡±. Adem¨¢s de recurrentes ataques de gota y una fractura del tobillo derecho. Tan mal he estado en los ¨²ltimos tiempos que cuando alguien me vio me dijo: ¡°pero hombre, ?as¨ª va usted a ir a Espa?a?¡± y yo le contest¨¦: ¡°yo a Espa?a voy as¨ª sea en camilla de propulsi¨®n a chorro o en avi¨®n de ruedas¡±.
?Dije antes que "todav¨ªa pienso que no quiero nacer"? ?Pamplinas! Fue una bravuconada. La vida ha sido bastante cuata conmigo. Quise escribir y escrib¨ª. Nunca escrib¨ª para ganar premios, pero ya ven ustedes, aqu¨ª estoy. Quise casarme con Socorro y me cas¨¦ con ella. Quisimos tener hijos y tuvimos hijos. Quisimos tener nietos y tuvimos nietos. Y desde hace unos dos a?os tenemos una bisnieta: Cora Kate McDougal del Paso. Espero que alg¨²n d¨ªa sus padres le recuerden que su bisabuelo le dese¨® que ella agradezca haber venido al mundo a compartir la vida con todos nosotros, aunque no s¨¦ en que lengua lo har¨¢, puesto que naci¨® en la tierra de James Joyce, Irlanda, y parece destinada a vivir en ese pa¨ªs. Tambi¨¦n desde aqu¨ª le mando mil besos a nuestra otra casi bisnieta, Ximena, a quien le digo casi bisnieta porque es la nieta de un casi nuestro hijo, Arturo. Hay m¨¢s, les voy a contar una historia. Ser¨¦ breve, es la misma historia que cont¨¦ en la Caja de las Letras: Hace mucho tiempo el joven poeta mexicano tabasque?o, Jos¨¦ Carlos Becerra, obtuvo una beca Guggenheim y con ella se fue a Londres con el prop¨®sito de comprar un autom¨®vil con el cual recorrer toda Europa. Una madrugada, camino a Br¨ªndisi, en Italia, no se sabe qu¨¦ sucedi¨®: tal vez se qued¨® dormido al volante, el caso es que se desbarranc¨® y se mat¨®. Yo llegu¨¦ tambi¨¦n con mi beca Guggenheim a Londres pocos meses despu¨¦s y me aloj¨¦ en la casa del mismo amigo mutuo, Alberto D¨ªaz Lastra, en donde ¨¦l se hab¨ªa alojado. All¨ª, Jos¨¦ Carlos olvid¨® una camisa que yo hered¨¦. Desde entonces, cada vez que yo sent¨ªa pereza de escribir, des¨¢nimo o escepticismo, me pon¨ªa la camisa y comenzaba a trabajar. Consider¨¦ que yo ten¨ªa un deber hacia aquellos artistas, hombres y mujeres, cuya muerte prematura les impidi¨® decir lo que ten¨ªan que decir. Por eso esa camisa tiene tanta importancia en mi vida. Depositarla en la Caja de las Letras no significa que no vuelva yo a escribir: la magnificencia e importancia del Premio de Literatura Espa?ola Cervantes, me obliga moralmente a hacerlo y as¨ª lo har¨¦: me pondr¨¦ la camisa, as¨ª sea metaf¨®ricamente, una y otra vez, hasta que se acabe (no la camisa sino mi vida).
Pero no vine aqu¨ª para contar mi vida y mis obras, ni para comentar mis penas. Tampoco a hablar de las guinguingas de nadie, ni siquiera de las de Don Quijote, aturdidas y compungidas como debieron estar, tras tantas tan tremendas tundas que le propinaron durante su azarosa profesi¨®n caballeril. Vine y estoy aqu¨ª hoy, 23 de abril de 2016, en el que se conmemora el aniversario n¨²mero 400 de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, discurso en ristre y con los colores de Espa?a en el pecho, muy cerca del coraz¨®n, para agradecer: a sus majestades los Reyes de Espa?a Felipe VI y do?a Letizia, por su muy generosa hospitalidad; por su hospitalidad tambi¨¦n a la ciudad de Alcal¨¢ de Henares, a su Alcalde, y al Rector de esta Universidad; al Ministerio de Educaci¨®n, Cultura y Deporte as¨ª como al Instituto Cervantes; al jurado del Premio Cervantes por su decisi¨®n, riesgosa dir¨ªa yo, en la medida en que juzg¨® como tal a mi literatura. Agradezco tambi¨¦n a mis amigos y familiares presentes, a o¨ªslo Socorro y a mis hijos: Fernando que descanse en paz, a Alejandro, Adriana y Paulina el gran apoyo que me han dado toda la vida. Socorro: perd¨®name si alguna vez te hice da?o: te pido perd¨®n en p¨²blico. Asimismo y profundamente a la Providencia, a la casualidad o a la causalidad el haberme hecho s¨²bdito de la lengua castellana, a mi pa¨ªs M¨¦xico y a mis padres por haberme dado este lenguaje y sobre todo, gracias a ti, Espa?a, mil gracias.
Por cierto, tambi¨¦n sue?o en espa?ol.
Vale.
Fernando del Paso
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.