Los personajes de la plaza del Mercado
El Bosco vivi¨® en el mismo centro de ¡¯s-Hertogenbosch, donde ve¨ªa a los mendigos, lisiados, cargadores, m¨²sicos, acr¨®batas, ladrones o charlatanes que luego pintaba
La vida de Jheronimus van Aken est¨¢ ligada a ¡¯s-Hertogenbosch (Bolduque, en castellano), la ciudad que lo vio nacer, donde muri¨® y donde, seg¨²n todo parece indicar, pas¨® gran parte de su vida, si no pr¨¢cticamente toda. Situada al norte del ducado de Brabante, era una de sus cuatro ciudades m¨¢s importantes, m¨¢s peque?a que Bruselas y Amberes, pero mayor que Lovaina. En la ¨¦poca en la que vivi¨® el Bosco era una ciudad pr¨®spera. Su actividad econ¨®mica, vinculada al comercio y la industria ¡ªparticularmente la metal¨²rgica, con sus famosos cuchillos, conocidos en Espa?a como "bolduques"¡ª, se vio favorecida por su emplazamiento geogr¨¢fico. Gracias a peque?os r¨ªos como el Dommel, el Dieze y el Aa, a la cercan¨ªa de otros m¨¢s grandes como el Mosa y el Rin, as¨ª como a una importante red de caminos, estaba bien conectada con los grandes centros comerciales y adquiri¨® una posici¨®n fuerte en los intercambios entre el norte y el sur.
La ciudad: de lo cotidiano a los grandes acontecimientos
El centro de la actividad econ¨®mica de la ciudad era la plaza del Mercado, donde se encontraban las casas del pan, de los pa?os y de la carne. En ella se celebraban ferias anuales en las que se vend¨ªan mercanc¨ªas tra¨ªdas de muy diversos lugares, algunos muy lejanos. El m¨¢s importante era el de junio, despu¨¦s de la procesi¨®n de la Virgen, que ten¨ªa lugar el domingo siguiente a San Juan. Tambi¨¦n exist¨ªan mercados semanales los jueves, y lugares donde se pod¨ªa comprar cada d¨ªa, dentro y fuera de la plaza, como el mercado del pescado, al comienzo de la Orthenstraat, en el que hab¨ªa una gran gr¨²a de madera con la que se descargaban los productos desde los barcos.
Desde el a?o 1462 en que su padre compr¨® su casa en la plaza del Mercado, el Bosco vivi¨® en esta misma plaza hasta su muerte en 1516. Como se ha rese?ado en distintas ocasiones, durante los 54 a?os en los que residi¨® en ella ¡ªprimero con sus padres y luego con su mujer¡ª los acontecimientos de los que fue testigo tuvieron un papel fundamental en su mundo visual, y m¨¢s si se tiene en cuenta que cuando se mud¨® all¨ª ten¨ªa como m¨¢ximo doce a?os. Probablemente uno de los que m¨¢s le afect¨® fue el pavoroso incendio que se declar¨® en la ciudad en el verano de 1463. Aunque su casa no se quem¨® (si bien por estudios recientes parece que el fuego afect¨® al tejado), no cabe la menor duda de que el Bosco guard¨® en su retina el recuerdo de este tr¨¢gico suceso, como se constata en ese gusto por los incendios que se aprecia en algunas de sus obras, y de forma obligada en las que tratan temas de demonios y del Infierno, como la tabla central del Tr¨ªptico de san Antonio de Lisboa o la tabla derecha del Jard¨ªn de las delicias.
El Bosco fue un espectador privilegiado de los acontecimientos que tuvieron lugar en la plaza del Mercado de ¡¯s-Hertogenbosch
Sin necesidad de salir de su casa, o fuera de ella si as¨ª lo prefer¨ªa, el Bosco fue un espectador privilegiado, cuando no un participante m¨¢s, de los acontecimientos que tuvieron lugar en la plaza del Mercado de ¡¯s-Hertogenbosch, de lo cotidiano a lo festivo, del fervor de las procesiones al gozo de determinadas celebraciones. Lo cotidiano de ese gran teatro del mundo que era la plaza del Mercado pod¨ªa ser desde el uso de la fuente para coger agua hasta la compra y venta de los m¨¢s variados productos. Punto de encuentro obligado en el que conflu¨ªan todas las clases sociales, en los d¨ªas de mercado lo habitual era ir a comprar o a vender, pero tambi¨¦n hab¨ªa quien acud¨ªa a tocar m¨²sica o a mendigar, a robar o a estafar. Sin duda, desde ni?o el Bosco pudo ver all¨ª a mendigos y lisiados despertando la caridad de las gentes ¡ªtan presentes en sus obras y dibujos¡ª, a personas que trabajaban cargando sacos o en otros menesteres, y tambi¨¦n a m¨²sicos y acr¨®batas, as¨ª como a ladrones y charlatanes dispuestos a estafar o a embaucar. Varios de estos personajes ser¨ªan objeto de su atenci¨®n en obras como el Carro de heno y la Extracci¨®n de la piedra de la locura del Museo del Prado, as¨ª como en el Prestidigitador de Saint Germain- in-Laye.
La plaza tambi¨¦n fue escenario de todo tipo de fiestas, religiosas y profanas. Entre las primeras cabe destacar la procesi¨®n en honor de la imagen de la Dulce Santa Mar¨ªa (Onze Lieve Vrouwe) que, desde el a?o 1381 en que tuvo lugar un milagro ante ella, fue objeto de veneraci¨®n por parte de multitud de peregrinos que acud¨ªan a su capilla en la iglesia de San Juan. En esa procesi¨®n solemne todas las clases sociales desfilaban por orden de rango a trav¨¦s de la ciudad y al son de la m¨²sica. Tambi¨¦n desfilaban las diferentes cofrad¨ªas con sus santos y sus miembros vestidos con sus mejores galas, entre ellas la de Nuestra Se?ora, cuya imagen se sacaba de su capilla en la iglesia de San Juan para incorporarla al cortejo. Dentro de la procesi¨®n, los Compa?eros de la Pasi¨®n representaban a personajes como los tres Reyes Magos o los pastores.
Car¨¢cter muy distinto ten¨ªa la fiesta que se celebraba durante el Carnaval (y que a¨²n sigue celebr¨¢ndose por todo lo alto en ¡¯s-Hertogenbosch). El martes de Carnaval, en la sala del Ayuntamiento, ten¨ªan lugar combates de gallos ante el regocijo de quienes los presenciaban. Algunos de estos gallos llegaban a mezclarse con los espectadores y el resultado final eran varias ventanas y puertas rotas que deb¨ªan repararse, seg¨²n se recoge en las cuentas del municipio. Adem¨¢s, durante el martes de Carnaval, los que participaban en la fiesta no dudaban en ridiculizar a los ciudadanos m¨¢s respetables. No faltaban los personajes disfrazados, la m¨²sica, la danza y la bebida. Podemos hacernos una idea de este ambiente por el cuadro de la Batalla entre Carnaval y Cuaresma de un seguidor del Bosco, del que se conservan varios ejemplares, uno de ellos en grisalla.
Pilar Silva es la comisaria de la exposici¨®n El Bosco. La exposici¨®n del V Centenario.
Babelia
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