Adele: las dos caras de una diva ¨²nica
La cantante triunfa en Barcelona con un concierto que mezcl¨® el arrabal con los palacios
Las cartas claras desde el mismo comienzo, que a nadie le quepa duda alguna, aquel era un concierto de solista. Y as¨ª comenz¨® a las 21:00h en punto, con una solista de la que de momento, mientras sonaba el inicio de Hello, s¨®lo se ve¨ªa un inmenso ojo, en realidad dos ya que el escenario converg¨ªa en v¨¦rtice en su parte m¨¢s cercana al p¨²blico. El ojo, los ojos estaban en el tel¨®n, y mientras todo el mundo esperaba que el tel¨®n se derrumbase, ella, la solista, apareci¨® sola como una vestal en traje de noche que con multitud de lentejuelas quisiese deslumbrar a los mism¨ªsimos dioses. Lo consigui¨® con los 16.000 mortales que aplaudieron al verla, ya seducidos por el imperceptible pero constante aumento del volumen de su voz, arropada por los m¨²sicos a¨²n ocultos tras el tel¨®n. Ella contra el mundo, ella con el mundo, ella en mitad del mundo. Comenzaba esta noche del martes el primero de los dos conciertos de Adele en Barcelona.
Sin concluir Hello, Adele se encamin¨® por la platea, con sillas esta vez, hacia el escenario, cuyo v¨¦rtice ocup¨® a¨²n con el tel¨®n en su lugar, aunque ya en la segunda canci¨®n, Hometown Glory, con motivos humanos en blanco y negro e im¨¢genes de Barcelona. Truco f¨¢cil de resultado seguro: salva de aplausos. Tercer tema,?One And Only, y el tel¨®n al fin mostr¨® tras Adele a un grupo apoyado por una secci¨®n de cuerda y metales, sonando arm¨®nicamente con los coros y ese chorro de voz del que la estrella parece abusar s¨®lo cuando lo exige el guion. Primer parlamento de Adele, bromas sobre Navidad y sobre lo bien que la gente se lo iba a pasar esa noche dichas en un acento cerrado, casi incomprensible, que evidenci¨® la enorme cantidad de compatriotas que Adele ten¨ªa en el Sant Jordi. Y lo mejor, una risa, la suya, nada educada, franca, muy de barrio, un contraste con el entorno parecido al del tatuaje de su mu?eca izquierda sobresaliendo bajo un vestido de noche.
Porque eso pareci¨® Adele, una hija de barrio puesta en un club elegante al que domina cuando canta y tambi¨¦n cuando muestra que su cuna no fue alta. Y la elegancia no era s¨®lo por el repertorio, r¨ªtmico en Rumour Has It y?Water Under The Bridge, en clave de medio tiempo poderoso con I Miss You, sino tambi¨¦n por la delicada escenificaci¨®n que jugaba con el tel¨®n, que de tanto en tanto bajaba dej¨¢ndola sola o con un reducido grupo de m¨²sicos, lo que ocurri¨® en Don¡¯t You Remember o Send My Love. En otras composiciones un juego de luces y sombras convert¨ªa a la banda en una recreaci¨®n fantasmag¨®rica y et¨¦rea que se intu¨ªa, no se llegaba a ver. Y entre pieza y pieza, como bolas extra, m¨¢s bromas de calibre tirando a grueso, rememorando fiestas, ingesta de sangr¨ªa y otras actitudes propias de una cohorte de hooligans en sus vacaciones en Lloret de Mar. Pero claro, ella no es Shane MacGowan, y la palabra borrachera pronunciada en un vestido de noche parece un t¨¦rmino menos ordinario. Si adem¨¢s en Million Years Ago y m¨¢s tarde en Make You Feel My Love, el Sant Jordi brillaba gracias a las linternas de centenares de m¨®viles, reflejo, en el fondo, de las lentejuelas del vestido de Adele, todo parec¨ªa encajar en este men¨² de callos con caviar, sangr¨ªa, gambas y Fanta Naranja. Porque hasta ella cant¨® ¡°ol¨¦, ol¨¦, ol¨¦¡± como si fuese una hincha del Legan¨¦s en pleno ¨¦xtasis.
Hubo m¨¢s detalles de esta esquizofrenia tan divertida. Sweetets Devotion la cant¨® en solitario en el escenario central, rodeada, como el mismo escenario, por una especie de tul vaporoso que ca¨ªa desde el cielo y que m¨¢s tarde permiti¨® recrear la lluvia, cayendo mansamente al ser evocada por Set Fire To The Rain. El concierto embocaba su parte final con el p¨²blico enredado en los pliegues del vestido de Adele, una artista cercana, normal como casi todos sus espectadores si exceptuamos su voz, pero que al mismo tiempo, quiz¨¢s por no llegar a crear un ambiente sostenido durante la actuaci¨®n, quiz¨¢s porque su potente voz lo tapa casi todo, incluso, paradoja, a ella misma, resulta una int¨¦rprete m¨¢s simp¨¢tica que emocionante. Pero nadie sali¨® triste tras Rolling Into The Deep. Fuera aguardaba un mundo un mundo en el que vulgaridad y distinci¨®n no caminan tan de la mano.
Ni rockera ni adolescente
Previa al concierto. Que Adele no es una estrella de rock ni una adolescente burbujeante es una evidencia del tama?o de un cet¨¢ceo, pero para averiguarlo no es preciso ni tan solo escuchar una sola de sus canciones en el concierto.
16:40 de la tarde, las puertas de acceso y las del anillo exterior de seguridad est¨¢n cerradas. Faltan cuatro horas y media para el inicio del concierto, casi una hora para que se abran las puertas del primer control de seguridad y una y media para que ocurra lo mismo con los accesos al recinto. Nadie aguarda la apertura. Se escuchan de fondo martillazos que aseguran la estructura del escenario de Coldplay, cuya base y columnas de sustentaci¨®n ya est¨¢n instaladas en el contiguo Estadio Ol¨ªmpico, donde actuar¨¢n el jueves y viernes. Se escucha tambi¨¦n el clic de la c¨¢mara de un japon¨¦s que fotograf¨ªa las vac¨ªas astas de los m¨¢stiles hu¨¦rfanos de banderas en los que golpean las cuerdas de las que un d¨ªa ondear¨¢ alguna.
No se ve ni una camiseta de Adele y las prendas negras que se avizoran en peque?os grupos no corresponden a fans, ya se sabe que el negro es un color bastante Adele, sino a personal de acomodaci¨®n que aguarda a entrar a su puesto de trabajo. Tampoco hay pancarta alguna, ni carreras, ni expectaci¨®n. Solo alg¨²n turista despistado, en Barcelona los hay en los lugares m¨¢s ins¨®litos, pregunta por qu¨¦ hay tantas personas con chaleco amarillo y aspecto de trabajar en una empresa de seguridad. Nada que ver con un concierto de rock, es como la hora del t¨¦, pero sin t¨¦. Ah, y las cervezas brillan no ya literal, sino absolutamente por su ausencia.
Adele no es una estrella de rock y su p¨²blico, o al menos una parte sustancial del mismo, aspira y paga por la comodidad, de lo que se desprende que todas las entradas est¨¢n numeradas. No hay pues prisas por llegar al recinto, ni deseos de hacer colas presididas por el anticipo de pasi¨®n de lo que m¨¢s tarde se disfrutar¨¢, una vez sobrepasado el doble anillo de seguridad. Pero como siempre tiene que haber alguna excepci¨®n, un matrimonio de L¨¦rida aguarda impert¨¦rrito como cuidando a la decena de j¨®venes que les acompa?an en la cola. Preguntados por su extrema anticipaci¨®n responde ¨¦l: "Es que no tenemos otra cosa que hacer y hemos llegado muy pronto". Bien. Por no dejar el tema abandonado, a la siguiente pregunta responde de nuevo ¨¦l, con un moh¨ªn de emoci¨®n: "Las entradas de Adele me las regal¨® mi mujer al cumplir los 63 a?os, y aqu¨ª estamos".
Unos metros m¨¢s all¨¢ hay tres generaciones en la cola: abuela, hija y nietas. Por cuesti¨®n de jerarqu¨ªa la primera pregunta va dirigida a la matriarca, que al ser inquirida por Adele mira, y en sus ojos se puede leer "?pero qu¨¦ te has cre¨ªdo, que yo no puedo descubrir a una artista sin que me lo cuenten mis nietas? Su boca dice: "Descubr¨ª a Adele en la tele y me gusta mucho". Sus nietas, que estudian m¨²sica, aseguran que de Adele les gusta "porque no hace una m¨²sica que hagan muchos otros artistas, porque nada tiene que ver con el pop de cantantes como Miley Cyrus o Justin Bieber y porque es una persona muy sensata". ?Caray con las adolescentes! Una pareja de unos cuarenta a?os se marcha del lugar, "es que nuestra hija nos hab¨ªa metido el miedo en el cuerpo y hemos venido para ver si teniendo la entrada podremos venir m¨¢s tarde". La siguiente pregunta ser¨ªa si no piensan re?ir a su hija por miedosa, pero queda sin formularse. Curiosos los miedos del personal, ya no solo hace falta tener entrada sino que parece obligatorio llegar antes que los dem¨¢s.
A las 17:30 se abren las puertas del anillo de seguridad y una hora m¨¢s tarde las del recinto. Quienes acceden a la explanada del Sant Jordi a esperar su apertura ni tan siquiera hacen cola, ?para qu¨¦ si tienen entrada numerada? Entonces, ?por qu¨¦ han subido tan pronto a la monta?a ol¨ªmpica? Respuesta mayoritaria: para aparcar cerca. En los conciertos de rock es simplemente porque nada puede ser mejor para el fan rockero o adolescente que esperar a que se abran las puertas de donde ser¨¢ feliz horas m¨¢s tarde junto a su ¨ªdolo. Y all¨ª estar¨ªan aunque las entradas fuesen numeradas.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.