La mujer como sost¨¦n
Todos conocemos a una Fatima. Quiz¨¢ hasta limpie nuestra casa, o lleve y recoja a nuestros hijos del colegio, o se ocupe de lavar, esponja en mano, paciencia callada
Todos conocemos a una Fatima. Quiz¨¢ hasta limpie nuestra casa, o lleve y recoja a nuestros hijos del colegio, o se ocupe de lavar, esponja en mano, paciencia callada, a nuestros ancianos padres. O a los de nuestro amigo o vecino. Hay Fatimas en Francia, en Espa?a, en cualquier lugar del mundo occidental. La de la pel¨ªcula de Philippe Faucon es argelina, pero bien podr¨ªa ser boliviana o rusa. Hero¨ªnas de nuestro tiempo, inseparables del modo de vida de la burgues¨ªa europea acomodada; mujeres que, siempre se nos olvida, tienen su propia familia. Y ah¨ª es donde ahonda, con punzante sencillez, credibilidad absoluta, Fatima, sorprendente C¨¦sar a la mejor pel¨ªcula de 2015.
FATIMA
Direcci¨®n: Philippe Faucon.
Int¨¦rpretes: Soria Zeroual, Zita Hanrot, Mehdi Senoussi, Yolanda Mpele.
G¨¦nero: drama. Francia, 2015.
Duraci¨®n: 80 minutos.
Faucon, tambi¨¦n guionista, seis largometrajes en su mochila pero hasta ahora in¨¦dito en Espa?a, est¨¢ acostumbrado al complejo devenir de la inmigraci¨®n en Francia. En Samia (2000) ya se hab¨ªa ocupado de una chica emparedada entre las tradiciones y el rigor de su familia musulmana y la moderna vida marsellesa. En Fatima aquella chica, u otra parecida, elevada a la m¨¢xima potencia, es una de las dos hijas de nuestra criatura, la viva demostraci¨®n de que el capricho no es exclusivo de los ni?os ricos: "Deja de decir que todo va bien. Esto es un zulo y t¨² lo ¨²nico que haces es limpiar. ?Deja de flipar! Eres una in¨²til". La adolescencia. Faucon introduce adem¨¢s una doble intolerancia: la de ciertos franceses, mirando por encima del hombro a los inmigrantes y a sus hijos, y la de ciertos argelinos, que reniegan de los que se integran, en la vestimenta, en la actitud, en las creencias religiosas (o la falta de ellas), en los estudios.
Escueta, de apenas hora y cuarto, la pel¨ªcula de Faucon carece de alharacas formales. Ni siquiera se contagia del extendido m¨¦todo Dardenne con c¨¢mara nerviosa, seguimiento angustioso, urgencia cotidiana. Planos fijos no demasiado alargados en el tiempo en las conversaciones grupales; uso del tr¨ªpode y huida de la c¨¢mara al hombro, sobre todo en las secuencias de interior; objetivo en la respiraci¨®n y la mirada, en los susurros de cari?o y los gritos de rebeld¨ªa. Hasta conformar el viv¨ªsimo retrato de una mujer sost¨¦n, de su familia y de la de muchos otros.
Babelia
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