Los gozos y las sombras de Michel Houellebecq
El pol¨¦mico escritor se reinventa como artista contempor¨¢neo en una exposici¨®n en Par¨ªs, que refleja sus obsesiones y su desencanto vital
Para Michel Houellebecq, existen otras vidas creativas m¨¢s all¨¢ de la escritura. El autor lleva dos d¨¦cadas tomando desangeladas fotograf¨ªas de sus viajes por Francia y Espa?a, de las que luego se sirve para escribir sus novelas. Hasta ahora formaban parte de su m¨¢s estricta intimidad, pero Houellebecq ha decidido destaparlas en una nueva exposici¨®n inaugurada este jueves en el Palais de Tokyo, centro de arte contempor¨¢neo en Par¨ªs, donde podr¨¢ visitarse hasta el 11 de septiembre. Supone la vuelta al ruedo del escritor tras la pol¨¦mica despertada en 2015 por su ¨²ltima novela, Sumisi¨®n, que transcurr¨ªa en una Francia convertida al Islam.
La muestra se titula Rester vivant (¡°Seguir vivo¡±), igual que una antolog¨ªa de ensayos que public¨® en 1991, cuando todav¨ªa trabajaba como inform¨¢tico en la Asamblea Nacional. Re¨²ne decenas de fotograf¨ªa, repartidas en 18 salas concebidas con la meticulosidad de la que es capaz. Juran que, la noche previa a la inauguraci¨®n, Houellebecq pidi¨® dormir en un sof¨¢ colocado en medio de la muestra para poder afinar los ¨²ltimos detalles. En las im¨¢genes, el escritor indaga en sus habituales obsesiones y recoge un mundo pr¨¢cticamente desierto y de aires posapocal¨ªpticos, que parece describir las ruinas futuras de nuestra civilizaci¨®n. Abundan las industrias abandonadas, las iglesias m¨¢s decadentes y las estaciones del servicio m¨¢s deprimentes. En ellas se evidencia un conflicto entre la civilizaci¨®n y la naturaleza. El autor est¨¢ convencido de que la segunda terminar¨¢ por reclamar sus derechos y recubrir¨¢s todas las creaciones de la humanidad. De esa manera, el paso de los hombres por la tierra no solo habr¨¢ sido un valle de l¨¢grimas, sino que encima no habr¨¢ servido de casi nada.
En este mundo sin encanto ni belleza tambi¨¦n emergen algunos momentos de goce. En la segunda parte de la muestra, Houellebecq retrata algunas fuentes de hedonismo, que vehiculan el turismo de masas, los adosados a medio construir y los centros comerciales donde practicar un consumo desenfrenado. De estilo marcadamente kitsch, las im¨¢genes fueron tomadas en lugares como Murcia, Almer¨ªa ¨Cdonde el escritor tiene una casa¨C y Canarias, cuyos paisajes des¨¦rticos llevan a?os fascin¨¢ndole. En sus fotograf¨ªas se logra distinguir la urbanizaci¨®n Beverly Hills, en San Juan de los Terreros (Almer¨ªa); el snack bar Las Nuevas Sirenas, en la Manga del Mar Menor; o el zool¨®gico y parque acu¨¢tico Oasis Park de Fuerteventura. Las im¨¢genes, de un fe¨ªsmo deliberado, solo cobran sentido en su conjunto: la exposici¨®n debe entenderse m¨¢s como una instalaci¨®n ¨Co incluso una performance, como sostuvo ayer Le Figaro¨C que como una muestra fotogr¨¢fica.
Algunas de sus panor¨¢micas fueron tomadas en Espa?a, donde el autor se detuvo en paisajes desiertos de Murcia, Almer¨ªa y Canarias
En este camino de cruces tambi¨¦n hay momentos para el reposo. A media exposici¨®n, Houellebecq propone que el visitante se detenga en una sala para fumadores ¨Cno pod¨ªa ser de otra manera, trat¨¢ndose de un fumador empedernido¨C en la que, de fondo, se escuchan algunos de sus poemas, le¨ªdos con la voz susurrante de Carla Bruni. Algo m¨¢s all¨¢, Houellebecq erige un mausoleo a su fallecido perro Cl¨¦ment. Tal vez, el ser vivo al que m¨¢s haya querido: dijo experimentar por ¨¦l ¡°un amor absoluto¡±. Adem¨¢s de distintos retratos fotogr¨¢ficos, algunas acuarelas y el certificado de pedigr¨ª que obtuvo cuando viv¨ªa en Irlanda, el escritor expone 31 juguetes de su adorado perro, que se dividi¨® en dos partes iguales con su exmujer Marie-Pierre tras su separaci¨®n. Al ser un n¨²mero impar, decidieron compartir el objeto que sobraba en la repartici¨®n: un peque?o bal¨®n de f¨²tbol, que pasa la mitad del a?o en casa de cada integrante de la antigua pareja. En esa misma sala, un diaporama de im¨¢genes de su perro tiene el acompa?amiento musical de Iggy Pop, que interpreta A machine for loving, canci¨®n de tem¨¢tica canina inspirado en la novela La posibilidad de una isla. Adem¨¢s de invitar al cantante estadounidense, Houellebecq tambi¨¦n ha convocado a otros de sus amigos, como el pintor Robert Combas o el modisto Maurice Renoma, para que expongan algunas de sus obras en las salas de la muestra. Las tinieblas terminan por volver en el ¨²ltimo tramo de la exposici¨®n, entre descampados sombr¨ªos y casas situadas en medio de la nada, adem¨¢s de una inscripci¨®n final que no deja lugar a la duda: ¡°Habitamos en la ausencia¡±.
La inauguraci¨®n de esta muestra completa la peculiar metamorfosis de Houellebecq como artista contempor¨¢neo. Este mismo mes, el novelista ha participado en un happening en la bienal Manifesta de Z¨²rich, donde expone los resultados de una completa revisi¨®n m¨¦dica a la que se someti¨® en nombre del arte. De hecho, el autor acaba de ser fichado por la galer¨ªa Air de Paris, que tiene a nombres como Carsten H?ller y Philippe Parreno en su cartera y que lo representar¨¢ de ahora en adelante. Adem¨¢s de las seis novelas que ha firmado hasta la fecha, Houellebecq tambi¨¦n se desempe?a como poeta (Anagrama acaba de publicar su ¨²ltima antolog¨ªa de poemas, Configuraci¨®n de la ¨²ltima orilla), cantante (hace unos meses se reedit¨® Pr¨¦sence humaine, el disco que grab¨® con el m¨²sico Bertrand Burgalat: a¨²n se recuerda su peculiar actuaci¨®n conjunta en un Benic¨¤ssim de principios de siglo), actor (recientemente, ha estrenado en Francia Saint Amour, con G¨¦rard Depardieu, despu¨¦s de rodar dos pel¨ªculas m¨¢s) e incluso cineasta (en 2006, dirigi¨® una fallida adaptaci¨®n de La posibilidad de una isla).
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