Montreux: 50 a?os en el Olimpo de la m¨²sica
El Montreux Jazz Festival inicia su 50 edici¨®n. El hist¨®rico evento suizo revisita un pasado de gloria y se enfrenta a un futuro incierto
A mediados de los a?os 60 del pasado siglo, Montreux era una lujosa y aburrida estaci¨®n balnearia en la exclusiva Riviera suiza. Sus mayores se?as de inter¨¦s eran un par de hoteles en los que pasaron temporadas Stravinsky o Nabokov. Hoy, Montreux sigue siendo una peque?a ciudad lujosa y aburrida, pero ha conseguido que su nombre se convirtiera en sin¨®nimo de la mejor m¨²sica para mel¨®manos del mundo entero. Tal ¡°milagro¡± fue obra de un visionario de raro carisma llamado Claude Nobs. Este hijo de un panadero, nacido en 1932 y al que nada predestinaba a un gran destino, logr¨® que Quincy Jones le definiera como ¡°uno de los m¨¢s grandes promotores culturales de la Historia¡± y que sus compatriotas le votaran como ¡°el suizo que m¨¢s ha hecho por la promoci¨®n internacional de Suiza¡±. Su nombre y su vida son indisociables de su criatura.
La aventura del Montreux Jazz Festival comienza en 1967. ¡°Yo so?aba entonces con hacer conocer mi peque?a ciudad en los Estados Unidos¡±, comentar¨ªa Claude Nobs a este cronista en una entrevista exclusiva. En aquellos tiempos, Nobs se aburr¨ªa trabajando en la oficina de turismo local cuando tuvo la idea de iniciar un festival de jazz en el Casino local. Su presupuesto era de 6.000 euros actuales, y su modelo los festivales americanos de Newport y Rhode Island. Al inicio Montreux presentaba jazz ¡°puro¡± , pero muy pronto comenzaron a abrirse a las m¨²sicas del mundo, con un particular gusto por Brasil.
Pero el verdadero golpe de genio que hizo que Montreux se convirtiera en La Meca de la m¨²sica popular de su tiempo ocurri¨® cuando Claude Nobs tuvo la demencial idea de plantarse sin carta de presentaci¨®n en las oficinas de Nesuhi Ertegun, el entonces todopoderoso patr¨®n de Atlantic Records, en Nueva York. El empresario simpatizar¨ªa con el exc¨¦ntrico suizo y le abrir¨ªa las puertas del mercado norteamericano. As¨ª se lograr¨ªa lo imposible: que vengan a la Riviera suiza desde Neil Young hasta Aretha Franklin, y desde Nina Simone a Sting, pasando por Paul Simon o Tony Bennett.
Los discos grabados en el Montreux Jazz Festival que pasar¨ªan a los anales ser¨ªan legi¨®n: Elis Regina con Hermeto Pascoal, Bill Evans, quien ganar¨ªa el Grammy en 1968 con su ¡°Live in Montreux¡±, Astor Piazzolla con Gary Burton presentando su ¡°Nuevo Tango¡±, Jim Hall, Wayne Shorter y Michel Petrucciani, o el Keith Jarrett Trio. O las ¨¦picas reuniones flamencas, encabezadas por Camar¨®n de la Isla y Paco de Luc¨ªa. O la hist¨®rica noche de 2002 en la que David Bowie reviviera en su integralidad ¡°Heroes¡±, en el que sigue siendo considerado como uno de los mejores conciertos de la historia de Montreux. O las dos presentaciones exclusivas de Prince, en 2009 y 2007. Pero puede que la palma se la lleve Miles Davis. El trompetista merece una menci¨®n especial dados los lazos que le unieron a Claude Nobs y el festival. Montreux a¨²n recuerda el concierto que el 8 de julio de 1991 Miles Davis diera junto a Quincy Jones reinterpretando los colosales arreglos de Gil Evans para los discos Sketches of Spain, Miles Ahead y Porgy & Bess. Esa sesi¨®n ser¨ªa el testamento musical de Davis, que morir¨ªa dos meses m¨¢s tarde.
A la hora del balance de cinco d¨¦cadas, cabe tambi¨¦n recordar la labor de la Fundaci¨®n del Festival de Montreux, que preserva en salas especiales un tesoro ¨²nico protegido contra fuego, terremotos o (fuera de broma) bombas at¨®micas: se trata de la base de datos audio y v¨ªdeo de estos a?os de historia que han visto desfilar a miles de grupos y solistas. Esta colecci¨®n constituye, seg¨²n el cotidiano de Ginebra ¡°Le Temps¡±, ¡°el m¨¢s importante testimonio de m¨²sica en vivo jam¨¢s grabado en el marco de un solo y ¨²nico festival¡±.
Pero hoy los festivales musicales abundan en Europa. ?C¨®mo se explica el ¨¦xito de la ¡°F¨®rmula Montreux¡±? El propio Nobs dec¨ªa: ¡°Es que hemos logrado un milagro, que es contar con tres generaciones de p¨²blico. Una familia puede venir junta a Montreux y, mientras que los abuelos de 70 van a o¨ªr a Juliette Gr¨¦co, los padres de 40 van a ver a Sting y los hijos de 17 van con los Black Eyed Peas. La magia de Montreux consiste tambi¨¦n en que generamos encuentros de m¨²sicos que no se repetir¨¢n en ninguna otra parte. La idea es que puedan salir de los caminos trillados y dejen de tocar sus repertorios habituales¡±.
?Pero el futuro de este festival puede que no sea tan glorioso como su pasado. Tras la muerte de Nobs ha tomado las riendas Mathieu Jaton, un gestor que parece carecer de los excepcionales talentos de su mentor. De hecho, voces cr¨ªticas destacan lo previsible de las ¨²ltimas programaciones y una cierta falta de visi¨®n estrat¨¦gica. Si a ello sumamos que las entradas para los principales conciertos son caras (incluso para la rica Suiza), la presi¨®n creciente de otros festivales europeos, la competencia de nuevas formas de entretenimientos ligadas a la Red y la asfixiante presencia de los patrocinadores (vitales en un festival que casi no cuenta con ayudas p¨²blicas) copando las mejores localidades, el panorama no parece color de rosa
Babelia
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