De hiedra y vidrio

Este cuarto centenario de la muerte de Cervantes debiera de servir para explorar las posibilidades de montaje de sus Ocho comedias, la mayor¨ªa de las cuales tuvieron escasa fortuna en su ¨¦poca, eclipsadas por el teatro de Lope. Pero no hay quien se atreva a hincarles el diente, salvo a un par, porque demandan un tipo de puesta en escena lejos de los est¨¢ndares en los que se ha instalado el teatro espa?ol. A falta de tal proyecto, bueno es Teatros Ejemplares, de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n y Desarrollo, que encomend¨® reescribir las novelas cervantinas con libertad a docena y media de dramaturgos argentinos, espa?oles y uruguayos, m¨¢s un chileno, a raz¨®n de una por barba. Cervantes ejemplar, sugestivo espect¨¢culo de la compa?¨ªa madrile?a Micomic¨®n, re¨²ne sendas versiones de El celoso extreme?o y El licenciado vidriera, tan fieles al esp¨ªritu de los textos originales como soberanas en lo que se refiere a la letra.

Mariano Llorente coge El celoso extreme?o por el final, cuando Carrizales descubre a Loaysa y Leonora entrelazados en el lecho. En la pieza teatral, el viejo sustituye al narrador omnisciente y se convierte en indagador de los hechos que han desembocado en el desenlace que tanto tem¨ªa desde antes de su boda. Llorente hace de la novela una pieza procesal en la que la v¨ªctima oficia de acusador, y las criadas y Luis, de testigos: introduce en Cervantes la semilla de El mot¨ªn del Caine o de Doce hombres sin piedad. Pero a lo que recuerda esa reconstrucci¨®n morbosa de los hechos, con final letal para el marido senil que inquiere y escucha, es, sobre todo, a Una historia inmortal, cinta de Orson Welles en la que un anciano adinerado introduce en la cama de su esposa a un joven marinero, para hacer as¨ª realidad un relato falso que los de su oficio cuentan en cada puerto.

El tono con el que Ca?izares va anticipando lo que confirmar¨¢n sus criados, y su emocionada escucha, evocan la tensi¨®n entre la peripecia del marinero y la atenci¨®n demi¨²rgica que el millonario le presta, en la pel¨ªcula que Welles rodara en Chinch¨®n.

M¨¢s se aparta del original Vidriera, pieza en la que Laila Ripoll desarrolla por extenso y a su aire la vuelta del licenciado a su sano juicio, hecho que Cervantes despacha en un p¨¢rrafo. Es notable la composici¨®n de un orate gre?udo, escu¨¢lido y con taparrabos que hace Marcos Le¨®n, su int¨¦rprete: contemplativo en su cueva, parece un sant¨®n hind¨². Los efectos musicales en vivo, ponen al relato una atm¨®sfera m¨¢gica.

Los videos de Cervantes ejemplar, y el cabaret inicial, son no m¨¢s que un envoltorio de actualidad, y la pantalla en donde se proyectan, la vela de los pasos de Lope de Rueda, puesta en vertical. Eficaces, la escenograf¨ªa de Arturo Mart¨ªn Burgos, y las interpretaciones de Le¨®n, Llorente, Manuel Agredano, Elisabet Altube y Jorge Varandela.