L¡¯Empord¨¤, el jard¨ªn de la creaci¨®n
En el norte de Catalu?a, entre el mar y los campos amarillentos, han hallado su lugar en el mundo pintores, m¨²sicos, fot¨®grafos, escritores, escultores o editores
L'Empord¨¤ es una comarca del norte de Catalu?a donde una ingente cantidad de artistas y creadores han encontrado su lugar en el mundo. Carmina Vilaseca, editora de la revista Guia Empord¨¤, me ayuda a confeccionar una lista que es casi como la de los reyes godos: pintores, m¨²sicos, fot¨®grafos, escritores, dise?adores, escultores, ilustradores, editores¡
Para saber qu¨¦ atrae a los creadores como hormigas a un azucarero, tomo carretera ¡ªmanta no, que estamos a 30 grados¡ª bajo la admonici¨®n del maestro ampurdan¨¦s Josep Pla: paseante incansable, observador agudo y preguntador impertinente.
Mi primera visita me lleva a la Bisbal d¡¯Empord¨¤. ?lvaro Soler Arpa me gu¨ªa a trav¨¦s de una pista en medio de una fronda de matorral hasta su taller, donde trabaja con huesos de animales, hierros y material reciclado. Dentro de la nave hay un zoo zombi; cuando se abre la puerta la brisa agita sus costillares de alambre y sus cr¨¢neos con los cuernos intactos cabecean. Le pregunto si los huesos son de l'Empord¨¤. Pues no. Recorre mataderos, plazas de toros, carnicer¨ªas¡ me habla de muladares de Zaragoza donde los ganaderos llevan a los animales muertos para que sirvan de self-service para las aves necr¨®fagas. Le pregunto por el sentido de esa obra un tanto siniestra: ¡°Es la naturaleza torturada, tullida. Ha dejado de ser ella misma como consecuencia de la manipulaci¨®n del hombre. Son animales apocal¨ªpticos¡±. ?Y por qu¨¦ en el Empord¨¤? ¡°Soy de aqu¨ª. Me gustar¨ªa morir y que me enterraran aqu¨ª. Tengo la sensaci¨®n de que aqu¨ª estoy cerca de muchos sitios¡±.
Aunque cuenta con n¨²cleos masificados de la costa, como Palam¨®s o Roses, el interior de l'Empord¨¤ es otro mundo, apacible y rural. En la carretera circulas detr¨¢s de tractores a paso de elefante que te van lanzando un confeti de virutas de paja, a los lados hay campos amarillentos y rulos enormes de hierba seca. Tras atravesar un puente sobre el r¨ªo Ter, lleg¨® al tranquilo pueblo de Camallera.
All¨ª me recibe el matrimonio compuesto por la catalana Marta y el japon¨¦s Hiroshi Kitamura. En el sal¨®n, en una mesa baja con partituras, descansa una tradicional flauta japonesa shakuhachi (de ¨¦l) y, sobre la repisa, una guita rra espa?ola (de ella). Tambi¨¦n hay un piano compartido.
Tomamos asiento en la fresca mesa de la cocina, donde las sartenes colgadas sobre el fog¨®n armonizan con obras de peque?o formato de Kitamura que, tras recorrer medio mundo, ha recalado en l'Empord¨¤. Este artista japon¨¦s tiene una importante obra como pintor, pero ahora est¨¢ volcado en el trabajo como escultor vegetal. Utiliza ramajes para crear composiciones trenzadas que me parecen nidos o nubes, o las dos cosas. ¡°Utilizo materiales de poda desechados porque as¨ª les doy un nuevo uso. Es una forma de darle una nueva vida¡±, dice. ¡°Es un trabajo que tiene que ver con la tradici¨®n del ikebana y una manera de acercarnos a la naturaleza¡±.
Le pregunto qu¨¦ tal se ha adaptado a vivir en nuestra sociedad, mucho m¨¢s ca¨®tica que la japonesa. Sonr¨ªe. ¡°Aqu¨ª todo es menos ordenado, pero m¨¢s divertido. El caos siempre es m¨¢s complejo que el orden. Tambi¨¦n m¨¢s libre¡±. Me sugieren visitar a un vecino y amigo artista que trabaja con bamb¨² y, mientras Marta me acompa?a, le hago la gran pregunta: ?por qu¨¦ el Empord¨¤?: ¡°Quer¨ªamos un lugar cerca de la naturaleza y consideramos instalarnos en el Pirineo, pero aqu¨ª el paisaje es m¨¢s amable. El paisaje no se te come¡±.
Laurent Martin Lo es un parisino de ojos azules curtido por el sol, como uno de esos exploradores europeos en los tr¨®picos. En su patio se despliegan algunas de sus composiciones, m¨¢s que m¨®viles son esculturas flotantes. Dej¨® Barcelona y un boyante trabajo en el mundo de la publicidad para recorrer el mundo en busca del bamb¨². Me habla de sus propiedades con brillo en los ojos: ¡°El bamb¨² transmite la energ¨ªa de manera extraordinaria. Pero no es fantas¨ªa. Es un conductor del electromagnetismo excelente. La primera bombilla que fabric¨® Edison ten¨ªa un filamento de bamb¨²¡±. Deja las piezas colgando en el exterior para que curtan como si fueran jamones. Me dice que el Empord¨¤ le permite tener un taller donde tocar la tierra con los pies. Le respondo que tambi¨¦n podr¨ªa hacerlo en la Sierra de Guadarrama¡ ¡°Aqu¨ª el aire h¨²medo del mar ablanda el bamb¨² y la tramontana lo seca y as¨ª encuentra su equilibrio¡±. Al fin y al cabo, el bamb¨² es puro equilibrio, me cuenta: ¡°No tiene ra¨ªces y, sin embargo, asciende en perfecta armon¨ªa hacia el cielo¡±.
Animalismo africano
Me encamino hacia Foix¨¤. Cerca de su castillo del siglo XIII, antes de llegar a una granja de vacas, se encuentra la guarida del cineasta, escritor y buscador de mundos que se desmoronan Jordi Esteva. En la puerta hay un Citro?n Dos Caballos rojo y me recibe con afecto, alpargatas de esparto aut¨®ctonas y una camisa de jirafas. Sus trabajos me hipnotizan: la zambullida en el animismo africano de Viaje al pa¨ªs de las almas; la emocionante visita a Socotra, la isla de los genios; pel¨ªculas documentales como Komian, con esa cham¨¢n asombrosa que es la Mujer Pantera. Pues este hombre que habla ¨¢rabe, ha vivido muchos a?os en El Cairo y es un experto en cultura africana, se ha recluido tambi¨¦n en l'Empord¨¤: ¡°Parece una contradicci¨®n con mi vida viajera, pero los pa¨ªses que adoraba: Siria, Irak, Yemen, Sud¨¢n¡ est¨¢n destrozados. Si estoy aqu¨ª es porque he querido aislarme. Mi ideal no era montarme mi torre de marfil, pero este es el lugar donde me siento mejor¡±. Sois muchos artistas, pero no han creado comunidad: ¡°No hay un ampurdanismo. Yo tengo relaci¨®n con gente del cine como Isaki Lacuesta o Albert Serra, pero no hago vida social¡±.
Le digo adi¨®s a Jordi Esteva y a sus siete gatos. Y, en mi ¨²ltima parada, me detengo en el mism¨ªsimo Llofriu, patria de Josep Pla.
El azar tiene sentido del humor: la muy republicana Rosa Reg¨¤s vive en una zona denominada Paratge del Sobir¨¤ [Paraje del Soberano]. La escritora y ex directora de la Biblioteca Nacional tiene una casa muy grande, que sus sudores le cuesta mantener. Est¨¢ esperando al t¨¦cnico del pozo a ver qu¨¦ pasa con el agua, que no sale. Hay por todas partes regaderas y herramientas de jardiner¨ªa de esta abuela de verano de juventud eterna. Hablamos de esa ausencia de un movimiento com¨²n de la gente de la creaci¨®n aqu¨ª: ¡°Si yo tuviera 20 a?os menos buscar¨ªa un lugar equidistante y montar¨ªa un caf¨¦ agradable con biblioteca para que se encontrase la gente. Eso es algo que no existe¡±. Hablamos de sus libros, una novela que lleva a medias y el cuarto tomo de memorias, de su capacidad para no aburrirse nunca¡ ¡°?Y no me vas a preguntar de pol¨ªtica?¡±, me suelta. Y le pregunto. Y, claro, est¨¢ ¡°muy cabreada¡±. Pero esperanzada. ??igo Errej¨®n la llam¨® para formar parte de la lista de Podemos; le agrad¨® su amabilidad pero declin¨®: ¡°Yo ya soy una ancianita para meterme en esas cosas¡±. Nos anochece charlando. Me despido de ella, que cierra la cancela de su reino de pozos y regaderas. Y regreso a la ciudad pensando que esa gente no ha ido a l'Empord¨¤ a encontrarse sino a perderse.
Atalantes en Vila¨¹r
A la entrada de Vila¨¹r est¨¢ la mas¨ªa Mas Pou. All¨ª Jacobo Siruela dirige la editorial Atalanta con su mujer, Inka Mart¨ª, convertida en fot¨®grafa y autora del libro Cuaderno de sue?os. ?l public¨® un extraordinario ensayo sobre la importancia de lo on¨ªrico en la historia El mundo bajo los p¨¢rpados. Cuando la editorial Siruela estaba en un momento ¨¢lgido, Jacobo la vendi¨®: ejerc¨ªa m¨¢s de gestor que de editor. Y volvi¨® a empezar: fund¨® Atalanta para publicar los libros que le asombran y compr¨® esta mas¨ªa del XVII donde se han respetado las viejas piedras. Eligi¨® el?Empord¨¤ "porque es un lugar mediterr¨¢neo, la gente es discreta y est¨¢s tocando a Francia". Inka se?ala que "la luz del?Empord¨¤ es maravillosa; la tramontana le da otro brillo¡".
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