Interiores
Viene corriendo hacia m¨ª una ni?ita, veo que soy yo tal y como era en las fotos de mi infancia
Mi madre me acompa?a a clase de ingl¨¦s; va cont¨¢ndome algo con tantos rodeos y tantas repeticiones ¡ªes imposible interrumpirla¡ª que hace que llegue tarde. Las clases se imparten en un edificio de ladrillo visto, una construcci¨®n anodina cuya ¨²nica particularidad es una placa dorada en la que puede leerse: ¡°Bienvenido al Pasado¡±. Mi madre se despide y yo echo a correr hacia el aula, pero un conserje me prohibe la entrada. La puntualidad, me dice, ?es que no lo recuerdas? Me quedo enfurru?ada, aunque enseguida se me ocurre una idea. Llamo a casa de C desde un tel¨¦fono p¨²blico que hay en el edificio y quedamos en que vendr¨¢ a verme.
Mientras espero, el Presente comienza a infiltrarse en el Pasado, el edificio se transforma en un centro comercial, y yo ahora estoy con J entrando en una sala de cine. La pel¨ªcula est¨¢ empezada; es una de Woody Allen que no logro identificar. Me indignan las risitas que oigo alrededor; las escenas, pienso, son demasiado tristes. Cuando mis ojos se habit¨²an a la oscuridad, me doy cuenta de que las sillas no est¨¢n dispuestas hacia la pantalla: ahora entiendo a¨²n menos de qu¨¦ r¨ªe la gente. Lo cierto es que estoy m¨¢s pendiente del m¨®vil que de las im¨¢genes. C puede aparecer en cualquier momento y, si no me encuentra, llamar¨¢ o mandar¨¢ un mensaje. Me pregunto si no deber¨ªa avisarle antes, pero despu¨¦s comprendo que es tan imposible llamarle como que ¨¦l me llame a m¨ª: en los tiempos de C no ten¨ªamos m¨®viles. Me empiezo a poner nerviosa. No quiero que C llegue y se encuentre con J, del que, obviamente, no sabe ni puede saber nada. No importa que los dos hayamos cortado de mutuo acuerdo ¡ªdesgastados y exhaustos¡ª, ni el tiempo transcurrido desde entonces: la situaci¨®n ser¨¢ demasiado dolorosa. La ¨²nica oportunidad de evitarlo es llamar a su casa confiando en que a¨²n no haya salido, pero para eso tengo que buscar el tel¨¦fono que us¨¦ antes y revisar los registros ¡ªen el Presente soy incapaz de recordar su n¨²mero¡ª. Salgo del cine con una excusa, pero J se est¨¢ mosqueando. Sabe que pasa algo, y yo misma me siento una traidora, pero ?c¨®mo explic¨¢rselo?
Me cuesta horrores encontrar la cabina. Hay partes del edificio que recuerdan a los pasillos enladrillados del Pasado; otras son ya pleno Presente, el centro comercial ruidoso y laber¨ªntico. Tengo que rastrear como una arque¨®loga hasta localizar la cabina y comprobar que no tiene registro de llamadas: ?esa funci¨®n tampoco exist¨ªa antes!
De lejos, veo a J acerc¨¢ndose con C. Las intersecciones del tiempo, pienso, y el coraz¨®n se me acelera. C viene intacto del Pasado, es un chico muy joven, casi un ni?o, y no entiende qu¨¦ est¨¢ pasando, qui¨¦n es J, por qu¨¦ est¨¢ tan enfadado, por qu¨¦ yo estoy, de pronto, tan cambiada. Me siento vieja. Los dos me miran pidiendo explicaciones. Yo no s¨¦ qu¨¦ decir. Es entonces cuando se abren las puertas del cine y salen los espectadores, comentando la pel¨ªcula con gran alboroto. De entre ellos, viene corriendo hacia m¨ª una ni?ita, que se aferra a mi pierna llorando desconsolada. Con suavidad, trato de tranquilizarla, la tomo de la barbilla y veo que soy yo tal como era en las fotos de mi infancia: rubia, seria, mocosa. Consigo atar cabos: claro, la pel¨ªcula era Interiores, uno de los homenajes de Allen a Bergman.
Todo esto es muy bergmaniano, digo, pero ellos, obviamente, no me entienden.
Babelia
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