V¨ªctor Mora, un gran creador de nuestra cultura
Protagoniz¨® la edad dorada de los c¨®mics en Espa?a, cuando se vend¨ªan cientos de miles de ejemplares
Siempre tenemos miedo de conocer en persona a tus h¨¦roes de la infancia. Una parte de nosotros tememos que esas personas, que nos parecen casi mitol¨®gicas y que nos marcaron un camino a seguir, no est¨¦n a la altura de su obra.
A diferencia de mis amigos del barrio, de cr¨ªo no me gustaba el f¨²tbol, se me daban fatal los deportes. Mis ¨ªdolos de la infancia no eran Arconada, Kempes, Cruyff¡ ni coleccionaba cromos de futbolistas. Lo m¨ªo era quedarme en casa y dibujar, contar historias por medio de dibujos. Mis verdaderos h¨¦roes eran los creadores de los tebeos que yo le¨ªa con pasi¨®n y guardaba como el mayor de los tesoros. Mis tebeos favoritos eran los de la editorial Bruguera: Zipi y Zape, Mortadelo, Anacleto, La familia Churumbel, Sir Tim O¡¯theo, El Capit¨¢n Trueno¡
Pero no ten¨ªa ni idea de qu¨¦ cara ten¨ªan sus autores, c¨®mo trabajaban¡ Los autores de c¨®mic eran unos obreros an¨®nimos de las vi?etas, nada que ver con la sobreinformaci¨®n que generaban los futbolistas en los medios. En aquella ¨¦poca, no conoc¨ªa a nadie que pudiera decirme ni una palabra sobre c¨®mo eran mis ¨ªdolos de los tebeos.
Conoc¨ª a V¨ªctor Mora en septiembre de 2009, en su casa de Premi¨¤ de Dalt. Me estaba documentando para hacer El invierno del dibujante, una historia sobre los dibujantes de la editorial Bruguera en la Barcelona de mediados de los cincuenta. El proyecto era la excusa perfecta para poner luz al fin sobre la, para m¨ª, misteriosa vida de mis queridos autores de los tebeos de mi infancia.
Acud¨ª a la cita con V¨ªctor Mora asustado y nervioso por conocer al fin al creador del Capit¨¢n Trueno, del Jabato, del Corsario de Hierro... En la Espa?a de los cincuenta, donde la televisi¨®n a¨²n no era una competencia para la cultura popular, los tebeos vend¨ªan cientos de miles de ejemplares, y personajes como El Capit¨¢n Trueno eran conocidos por todos. Posiblemente esa ¨¦poca fue la edad dorada de los c¨®mics en Espa?a: un c¨®mic aut¨®ctono que conectaba con el gran p¨²blico. Semana tras semana los lectores segu¨ªan con inter¨¦s las aventuras de aquellos personajes y se enamoraban de las bellas hero¨ªnas que aparec¨ªan en cada una de las entregas.
Recuerdo aquel encuentro con V¨ªctor y su pareja Armon¨ªa, como un d¨ªa incre¨ªble. Hablamos sin cesar de mil cosas; de cine negro, de sus novelas favoritas, de sus influencias, de Spirit¡ de su vida, de su encarcelaci¨®n durante el franquismo, de c¨®mo logr¨® irse a Francia¡ Le pregunt¨¦ sobre c¨®mo era la vida de aquellos autores de Bruguera, unos autores que trabajaban a destajo y cuyos contratos con la editorial les despojaban de la propiedad de sus obras y de sus personajes.
Al acabar la cita, ya entrada la tarde, V¨ªctor me regal¨® un ejemplar dedicado de su novela El tranv¨ªa azul. No pude esperar y lo le¨ª en el tren de regreso a casa. Es una historia de ficci¨®n, pero claramente autobiogr¨¢fica. Me sirvi¨® para comprender mejor a la persona que estaba tras uno de mis personajes favoritos de la infancia.
Si aquel d¨ªa hubiera podido hacer un viaje temporal, sin duda, antes de la cita, habr¨ªa ido al pasado a por mi yo de la infancia para disfrutar de aquella conversaci¨®n con V¨ªctor Mora, uno de los grandes creadores que ha dado nuestra cultura, y cuya persona estaba a la altura de su obra.
Babelia
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