Bibliotecas en primera l¨ªnea de playa
Algunas zonas del litoral espa?ol han convertido el servicio de pr¨¦stamos de libros en un ritual veraniego m¨¢s
La tradici¨®n comenz¨® con una peque?a casita de madera de 40 metros que miraba al mar. Corr¨ªa el a?o 2006 en la playa de El Caba?al, en Valencia. Tres a?os despu¨¦s, muy cerca de aquella, construcciones similares empezaron a adornar tambi¨¦n las riberas de La Malvarrosa y de Pinedo. Desde entonces, durante la ¨¦poca estival, los veraneantes encuentran en la arena levantina bibliotecas temporales, las Bibliomar, lugares de recreo donde disponen gratuitamente de libros y prensa y que les ofrecen la posibilidad de participar en talleres y actividades en torno a la lectura. Todo con vistas (y olor) al Mediterr¨¢neo. ¡°Pretendemos que el acto de leer sea abierto, divertido e interesante, al mismo tiempo que formativo y educacional. El verano sigue siendo un tiempo donde se puede mantener viva la cultura¡±, subrayan fuentes del Consistorio valenciano.
Alrededor de la geograf¨ªa playera espa?ola algunos litorales han convertido el servicio de pr¨¦stamos de libros en un ritual mimetizado por completo con la cotidianeidad veraniega. Tambi¨¦n en la costa levantina, la Consejer¨ªa de Educaci¨®n, Investigaci¨®n, Cultura y Deporte de la Comunidad Valenciana se ha apuntado a esta iniciativa con vistas a poner en marcha un plan de fomento de la lectura durante las vacaciones. A lo largo de su territorio ha ubicado 26 puntos de encuentro de bibliotecas m¨®viles en playas, piscinas y autobuses. Benidorm, Benicassim o Vinar¨®s son solo algunos de los concurridos municipios donde se puede disfrutar del servicio durante estos meses.
Si bien la mayor¨ªa de estos espacios brotan por iniciativa p¨²blica, sobresale la labor de un emprendedor que patent¨® hace una d¨¦cada la marca Biblioplaya, el t¨¦rmino m¨¢s extendido al hacer referencia al concepto. El proyecto de Francisco Javier G¨®miz naci¨® en 2005 en Torrevieja (Alicante), ofreci¨¦ndole un servicio gratuito al Ayuntamiento de la localidad, a cambio de poder ocupar libremente el espacio seleccionado la actividad. ?l aportaba el capital necesario para levantar las casetas, as¨ª como los vol¨²menes con los que contar¨ªan para los pr¨¦stamos a los usuarios, m¨¢s de 5.000, extra¨ªdos de su almac¨¦n de libros de segunda mano y restos de edici¨®n. ¡°Pensamos que las playas de Espa?a se llenar¨ªan de Biblioplayas¡±, asegura G¨®miz.
Su idea ha viajado por una decena de costas. As¨ª ha sido, de hecho, hasta este a?o. ¡°En todos los municipios me han pedido licitaci¨®n, y ya no me compensa¡±, argumenta. ?nicamente sigue funcionando en El Palmeral, Almer¨ªa. Precisamente, el sur es la zona donde probar¨¢ suerte el a?o que viene. ¡°Mi intenci¨®n es intentarlo en la parte de Andaluc¨ªa, porque es donde m¨¢s ejemplares se venden¡±, sostiene el empresario, acostumbrado a transitar por el mapa espa?ol con sus libros a cuestas en ferias especializadas. En las costas andaluzas ya existen algunos chiringuitos. Eso s¨ª, impulsados por las administraciones. Buenos ejemplos los constituyen la Biblioplaya de Sanl¨²car de Barrameda (C¨¢diz), que ha cumplido este a?o su decimosexta temporada en la playa de La Calzada, o la de Isla Cristina (Huelva), que funciona desde 2001. El resto de zonas donde Francisco Javier G¨®miz ofrec¨ªa el servicio anteriormente, al final se han quedado sin su raci¨®n estival de literatura, algo que lamenta. "Nadie ha hecho la labor, porque a nadie le ha salido a cuenta¡±.
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